De los entrenadores
Vaya por delante mi respeto y hasta admiración por una labor muchas veces incomprendida. Resulta sorprendente con qué ligereza valoran algunos aficionados las decisiones tomadas por unos entrenadores que pasan toda la semana con sus jugadores, conocen su estado de forma, sus lesiones, sus características y, a pesar de ello, cualquiera, documentado o sin documentar, pontifica con un desparpajo asombroso sobre las tácticas, las alineaciones o las sustituciones que decide. En fin, así es el fútbol.
Valoro también la presión y el sufrimiento que supone ese banquillo que debe parecer una silla eléctrica cuando vienen mal dadas y que les obliga a un considerable esfuerzo de autocontrol, y en relación a esto me permitiría sugerirles que no resulta conveniente centrar excesivamente su atención en las decisiones del árbitro cuando con atender al juego en sí tienen trabajo más que suficiente. Parece poco edificante asistir a partidos, sobre todo de niños, en los que el entrenador olvida sus funciones reales para protestar y reclamar sobre la labor del árbitro, seguramente le desahoga pero no le aporta nada positivo ni a él ni a su equipo.
Pero el objetivo fundamental de este escrito es tocar algunos de los aspectos disciplinarios que aparecen en la regla 12 referidos al entrenador y que pueden no ser conocidos del todo por los aficionados, ahí van cuatro de ellos:
El entrenador es el máximo responsable del banquillo; por eso, cuando cualquier miembro del área técnica comete una infracción y no puede ser identificado, será sancionado por ella el propio entrenador.
Si un entrenador retrasa la reanudación del juego reteniendo o desplazando el balón u obstaculizando a un jugador, será amonestado si el equipo que iba a ejecutar el saque es el suyo y expulsado si es el equipo adversario.
Un entrenador que abandone su área técnica para protestar a algún miembro del equipo arbitral o proceder de modo provocativo o exaltado será expulsado.
Si el entrenador entra al terreno de juego de manera pacífica o manifiesta su disconformidad con palabras o actos de baja intensidad, será simplemente advertido.
Sirva esto último para dejar clara la diferencia entre un comportamiento educado y otro desmedido. La convivencia deportiva es posible y deseable.
Formación del Comité Navarro de Árbitros de Fútbol