Ibai Martín, vecino de Huarte, y el guipuzcoano Gorka Lasa son amigos y apasionados del patinete. Pero nada de eléctricos, ellos son del patinete de pie de toda la vida, los que precisan del movimiento continuo de la extremidad inferior para la propulsión.

En un intento de promocionar la afición que les une desde hace años, los dos están inmersos en un viaje que les va a conducir desde Donostia hasta París utilizando únicamente el scooter para el desplazamiento.

Empezaron el domingo y tienen por delante 1.000 kilómetros por carreteras, autovías, caminos y calles, con la previsión de realizar una media diaria de 40 kilómetros diarios. La entrevista se realizó el lunes, mientras preparaban el campamento que cada jornada les ayuda a descansar y reponer fuerzas.

En ese momento ya se encontraban al otro lado de la muga, cerca de la localidad de Anglet, tras haber recorrido algo más de 70 kilómetros en dos días.

El primero fue muy duro. Había continuas cuestas y mucho tráfico y encima a la noche nos jarreó. Lo pasamos fatal. Acabamos empapados, hasta la hamaca, pero estamos bien y con muchas ganas de continuar” explicó Ibai, que tiene 20 años y es natural de Mendigorría.

La conversación se realizó tras haber comprado en un supermercado de la zona algo de pollo y una lata de guisantes para la cena. El tiempo había mejorado, estaban cerca del mar y se les notaba felices una vez iniciado su apasionante viaje.

“Todo empezó con la idea de ayudar al mundo del scootering. Enseguida nos dimos cuenta de que hacer tutoriales no era el camino más adecuado, porque aunque están bien por ahí fuera no interesaban mucho.Por eso decidimos hacer algo más gordo, para llegar a más gente” comentó Gorka, de 25 años, vecino de Irura, cerca de Tolosa.

Los dos patinadores, en el tercer día de viaje tras cumplimentar los 100 primeros kilómetros de aventura. Ibai Martín

La idea fue suya y de forma inmediata contó con el apoyo de Ibai, con el que ya había compartido experiencias vinculadas al scootering en otras ciudades como Barcelona.

“Hemos salido con la cabeza rapada para no gastar ni en champú. Utilizamos las fuentes o los ríos que vamos encontrando por el camino para asearnos”

Ibai Martín - Patinador

En estos seis meses han planificado con detalle el viaje, aunque como reconocen “lo de improvisar se nos da bien y si hay que cambiar de planes se cambian”.

Una mochila y unas cuantas restricciones

Pese a que han recibido propuestas, no tienen un patrocinador que financie su aventura. En realidad no les hace falta demasiado. Sin gasto del transporte, que financian íntegramente sus scooters, trasladan lo imprescindible en una mochila a la espalda de unos 17 kilos de peso y con una estrictas condiciones para el trayecto, como la imposibilidad de utilizar pensiones, hoteles, bares o restaurantes, salvo que reciban alguna invitación durante el trayecto, en cuyo caso aceptarían gustosamente ingerir algún alimento o cobijarse bajo techo.

Recién levantados, listos para otra jornada de viaje. Ibai Martin

Duermen a la intemperie. Llevan una hamaca, un plástico y un saco de dormir, algo de ropa, comida y agua, así como el instrumental necesario para hacer fuego cuando lo necesitan. Nada de hornillos ni el ‘lujo’ de ducharse en un confortable hostal o en un camping.

“Hemos salido con la cabeza rapada para no gastar ni en champú. Utilizamos las fuentes o los ríos que vamos encontrando por el camino para asearnos”, comentaron.

“El primer día fue muy duro. Había continuas cuestas y mucho tráfico y encima a la noche nos jarreó. Lo pasamos fatal. Acabamos empapados, hasta la hamaca se mojó"

Ibai Martín - Patinador

Cada uno lleva 100 euros en el bolsillo para los imprevistos que puedan surgir, algo más de 3 euros de gasto al día por persona, lo que no es mucho dado el mes que calculan que les costará terminar el recorrido previsto.

Un alto en el camino para descansar. Ibai Martín.

“Con esto vamos a tirar. Veremos cómo va, pero sí aceptamos el dinero generado por reels o vídeos, por donaciones o directos y solo en necesidad extrema pediremos dinero en la calle”, señalaron entre risas.

Experiencia vital

No tienen prisa ni tienen intención de marcarse jornadas pretorianas para terminar la aventura en el plazo previsto. Quieren saborear el viaje, disfrutar de cada metro a bordo de sus patinetes, parándose a hacer ‘trucos’ cuando ven un escenario adecuado para realizar las arriesgadas piruetas y giros con sus pequeñas máquinas, que es lo que realmente les gusta.

Consideran que el scooter es algo más que un juego de niños o un trozo de metal para moverse. “Los que estamos en esto sabemos que el scooter no es solo una tabla con ruedas y un manillar. Es una forma de moverse por el mundo, de pensar y de vivir. Es arte, es deporte, es calle y sobre todo es libertad”, señaló Ibai.

Ibai, en el campamento que improvisan al terminar la jornada. Ibai Martín

Gorka, por su parte, comentó que “no es porque queramos hacernos los valientes ni por querer ser virales. Queremos que todo el mundo pueda ver lo que vale esto y poner el patín en lo más alto.Va por todos los que han estado en un skate park local sin nadie que les acompañe, para todos los que se han roto algo, se han levantado y han vuelto a patinar”.

Para los lectores interesados en seguir con detalle su aventura, cada día hacen un reel y existen vídeos en las redes sociales donde explican sus vivencias diarias.