- La explosión de la pandemia del coronavirus ha despertado, en varios casos, lo mejor que tiene cada persona, que directa o indirectamente ha vivido envuelta en la pandemia. Sobre todo, las profesiones sanitarias han estado al pie del cañón para paliar los efectos de la enfermedad.

Como son, por ejemplo, las enfermeras. En este caso, no solo la profesión une a cuatro de ellas, sino también el equipo de balonmano: el Loyola. Lucía Reparaz, Saioa Sagasti y Raquel García, jugadoras de la plantilla de División de Honor, junto a Nerea Gamallo, del conjunto de Primera Nacional y entrenadora en categorías inferiores, han estado ayudando con sus mismas manos en la pelea contra el COVID-19.

Cada una de las cuatro cuenta una versión diferente del drama que han tenido que ver con sus propios ojos, pero en algo coinciden totalmente: en el apoyo absoluto por parte de sus compañeras de equipo.

El caso de Lucía Repáraz no empezó de la mejor manera, ya que dio positivo en coronavirus poco después de empezar a trabajar, debido a una remesa defectuosa de mascarillas. "No tuve muchos síntomas. Solo tuve que esperar para volver a trabajar. Así pasé el coronavirus, sin mayores complicaciones", explica la jugadora del Loyola.

La lateral estaba en un programa de máster, con el cual tenía un contrato de un año en la UCI, por lo que ha estado directamente cuidando de personas al borde de la muerte.

"Hay muchos pacientes que ves que empeoran, y es mala noticia tras mala noticia. Es muy duro, ya que nosotras estamos en un programa de formación y es aprender de golpe, hacerte a la situación. Por un lado es bonito, porque los que salen son muy agradecidos, pero por otra parte es duro ver a los otros que empeoran", relata sobre varios casos que ha vivido.

Asimismo, si hay alguna compañera de su equipo con la que tiene una gran amistad, esa es Saioa, con la que ha podido desahogarse con lo que está viviendo estos meses: "Hemos compartido todo lo que nos ha pasado y lo que vemos cada día, ya que siendo las dos enfermeras nos entendemos mejor".

Ha estado sin jugar con el Loyola desde diciembre, debido a un esguince del lateral interno de la rodilla. "Siempre da guerra", admite entre risas. Por ello, reconoce que ha estado "desconectada" de su equipo debido a esto, pero no duda en elogiar el "gran ambiente" que se respira en ese vestuario.

Por último, a pesar de la desgracia que ha sido el explotar de la pandemia, tiene claro que va a sacar cosas buenas de este episodio: "Ahora valoro cosas más pequeñas, como salir a la calle a tomar una cerveza con tus amigas, ir a ver a tus familiares tranquilamente, y hasta estar sentada. Estar un mes sin saber nada de tus familiares, porque están enfermos, debe de ser durísimo".

La mejor amiga de Lucía, Saioa Sagasti, también tuvo que hacer el test del coronavirus por prevención debido a esas mascarillas defectuosas, aunque en este caso dio negativo, y además no tuvo ningún síntoma.

Saioa, que juega de extremo en el Loyola, ha estado en la Tercera Planta del Complejo Hospitalario de Navarra, con turnos de 7 y 10 horas. "Los compañeros del Complejo te lo ponen fácil, pese a que la situación sea mejor, y a llevarlo de la mejor posible", señala Sagasti.

No ha sido nada fácil ver tantas escenas de sufrimiento e incertidumbre para Saioa: "Estoy viviendo esto con un conjunto de sentimientos. Con miedo, por el contagio y por el riesgo al que expones a tu familia, y también uno gratificante, por ayudar a la gente y a tus compañeras".

Ese riesgo intenta minimizarlo cuando vuelve a casa. "Lo llevo con mucho cuidado, porque les puedes poner en riesgo a tus padres. Lo que suelo hacer es, nada más llevar a casa, echar toda la ropa a la lavadora directamente y pegarme una buena ducha. Una vez hecho esto, ya puedo estar con ellos. Que si se contagian no sea porque no he tenido cuidado", relata la jugadora del Loyola.

Y no olvida esos días en los que ha necesitado aire para continuar con la jornada. "Hubo una tarde que, tras una semana entera de turno, asumimos que una paciente iba a fallecer. Fue muy duro. Tuve que salir de la habitación a respirar un poco y volver a entrar para acompañarla", recuerda.

Pese a que el Loyola ha firmado una mala temporada, sumando solo un punto en Liga, Saioa tiene claro que eso importa poco o nada con el "gran ambiente" que se respiraba en el vestuario, que incluso les daba "ganas" de ir a entrenar.

Esa gran relación entre las jugadoras dejó un buen regalo para las tres sanitarias del equipo: "La semana pasada, las compañeras nos hicieron un vídeo con imágenes jugando, y nos animaron de esa manera, ya que no podemos vernos. Fue un buen chute de energía antes de ir a trabajar. Lo recibí antes de entrar al turno y me alegró bastante".

Así pues, tiene claro que una de las primeras cosas que desea hacer en un hipotético fin del confinamiento es quedar con sus compañeras de equipo, "sobre todo con Lucía". "Estar tranquila, charlar de todo con calma. Y también con mis amigos de mi pueblo, Barañáin".

Raquel García es de Vigo y estaba estudiando cuarto de Enfermería en la Universidad de Navarra. Al comenzar la situación, volvió a Vigo. Al ofrecerle trabajar en la Clínica que la UNAV tiene en Madrid, no dudó en completar un itinerario de más de 1.300 kilómetros para ayudar a los demás.

"Fui de Pamplona a Vigo, y de Vigo a Madrid. Cuando nos escribieron de la CUN, le dije a mi madre que ya había respondido que sí, antes de preguntarle a ella, pero le pareció genial. Cuando nos llamaron, mi madre y mis hermanos me apoyaron en todo momento y me animaron a ir. No me pusieron ninguna pega, porque sabía que quería ir a ayudar", expone Raquel, que juega de guardameta en el Loyola.

Sin embargo, esta situación tan directa no es nueva para ella: "He estado haciendo prácticas este año en cuidados paliativos, y ya tuve de cerca lo que es el sufrimiento existencial y vital. Venía mentalizada, y ya había visto a personas fallecer, y ya sabía lo que tenía que hacer".

Recuerda sus primeros días en la Clínica, a la que llegó relativamente pronto: "Empecé el 1 de marzo. El primer día estaba súper nerviosa, porque por lo que me habían contado me esperaba una situación crítica. Iba de puntillas, con mucho cuidado, pero al llegar todas las enfermeras auxiliares me trataron muy bien, muy agradecidos. Me fui relajando, y las primeras semanas sí que había mucho trabajo. Ahora, afortunadamente, no tanto, ya que en vez de dos plantas ahora solo hay una".

Una de las cosas que más le costó fue no poder dedicar tiempo a los pacientes. "Al principio me daba pena, porque en una situación normal puedes dedicar, aunque sea, cinco minutos a cada paciente. En esos primeros días, tenías tanto trabajo que entraba y me tenía que ir al de poco. Era maravilloso que sean tan agradecidos, pero una pena que no puedas estar más tiempo con ellos", relata Raquel al respecto.

La gallega estaría en pleno fin de carrera, con un Trabajo de Fin de Grado (TFG) el cual termina los días en los que libra. Y en cuanto a sus compañeras de equipo, agradeció mucho el detalle del vídeo: "A nivel deportivo no estaba siendo la mejor temporada, pero de todo se aprende y de abajo se puede ir para arriba. A nivel vestuario, las compañeras son increíbles. No me esperaba para nada el vídeo, y han estado muy pendientes. Se agradece mucho todo eso".

Ya reubicada a su servicio habitual de Radiología, Nerea Gamallo ha estado un mes entero en la UCI del Complejo Hospitalario de Navarra, en una experiencia que no esperaba. "Me llegan a decir esto en navidades y nadie se lo creería. Es algo complicado. Debemos de estar preparados para estas cosas, pero se hace bastante difícil, a nivel psicológico sobre todo. A nivel de trabajo te metes en dinámica y somos capaces de sacarlo. Pero lo que llevas a casa es mucho peor que en otras circunstancias".

Gamallo, que juega en el equipo de Primera Nacional del Loyola y entrena en categorías inferiores del mismo club, ha tomado medidas para no poner en riesgo a sus padres. "Antes de que empezase todo esto me olía lo que iba a pasar. Vivimos en las casas viejas de la Txantrea, que tienen un txoko abajo. Desde que empezó todo esto, estoy viviendo en el txoko para evitar contagios. Mis padres teletrabajan y mi hermano se queda en casa, por lo que decidí no correr riesgos", expone Gamallo.

La dinámica ha sido tan intensa que, cuando volvía a su domicilio, se le hacía difícil pensar en otros temas: "Era llegar a casa y no poder desconectar, pensando en volver al día siguiente al hospital. Vuelvo a estar más relajada al regresar al servicio, aunque obviamente no del todo".

Como entrenadora, las familias de los pequeños y pequeñas a los que entrena se han preocupado por su estado. "Me han escrito un montón de familias, y me he encontrado a gente así en el supermercado. Me han dado ánimo, me han dado gracias, me han escrito crías y críos, me escriben también preguntando qué ejercicios hacer en casa, para no quedarse quietos", relata sobre esas muestras de apoyo.

También es central en el Primera Nacional, donde vive un ambiente "buenísimo" con sus compañeras, de diferentes edades. "Son chavalas muy jóvenes que no han podido jugar en su categoría, que juegan con chicas de 25 teniendo ellas 16, y el ambiente, pese a ser de edades muy dispares, es muy bueno. Hablamos mucho, y están preocupadas por las que estamos trabajando".

Por último, no ha tenido tiempo ni para pensar en qué será lo primero que haga cuando la normalidad se restaure, aunque sí que llega a una conclusión. "Echo mucho de menos la playa. Cuando pueda salir, será lo primero que haga, creo, pero no he podido pensarlo", finaliza.

División de Honor. El cuadro dirigido por Daniel Areste, en el que juegan Saioa Sagasti, Raquel García y Lucía Repáraz, marchaba último en la segunda máxima categoría, con un punto sumado en la competición.

Primera Nacional. La otra jugadora, Nerea Gamallo, marcha en séptima posición con el equipo ubicado en la categoría navarra.

El vídeo. El BM Loyola publicó en su cuenta de Twitter (@balonmanloyola) el vídeo que las compañeras del equipo de División de Honor hicieron a Sagasti, García y Reparaz por su labor sanitaria durante estos días, con la canción de 'Aves Enjauladas', interpretada por Rozalén.

1.350

kilómetros tuvo que recorrer una de las jugadoras, Raquel García, para poder realizar su servicio en Madrid, tras regresar primero de Pamplona a su localidad natal, Vigo, para luego viajar de nuevo a Madrid.

"Es una mezcla de sentimientos, ya que tienes miedo, pero es gratificante ayudar a los demás"

Enfermera en el CHN y extremo

"Estamos aprendiendo de golpe, es muy duro ver a pacientes que no paran de recibir malas noticias"

Apoyo en la UCI y lateral

"Me costó no poder dedicar tiempo a cada paciente, debido a la gran carga de trabajo que había"

Enfermera en la CUN de Madrid y portera

"Cuando volvía a casa no tenía tiempo para desconectar, ya pensaba en el día siguiente"

Entrenadora en infantiles, central del Primera Nacional y reubicada en la UCI