- Escribió capítulos memorables para el deporte navarro. Ilusionó con sus planteles, que aglutinaban estrellas de la tierra con internacionales de primer nivel. Abarrotó pabellones, aunaba las voces de los aficionados al balonmano y sacó a las calles de Pamplona a miles de personas para celebrar sus títulos y éxitos continuos. Era el Portland San Antonio. El buque insignia del deporte foral durante muchos años. Y esta semana se conmemoran dos hitos que permitieron inscribir su nombre en el Olimpo del balonmano continental.

Uno de ellos es la Recopa de Europa del año 2000. Dos décadas han transcurrido ya desde aquel 30 de abril en el que el Portland San Antonio, comandado por Zupo Equísoain en el banquillo y presidido por el fallecido Fermín Tajadura, se alzaba con el primer título continental para sus vitrinas. Y lo hacía lejos de casa, en la ciudad de Dunaujvaros (Hungría). En un infierno ambiental, tanto por el ruido como por el intenso calor, el equipo navarro hacía valer su amplia renta de goles obtenida una semana antes en el Universitario de Pamplona (28-19) para proclamarse campeón de la Recopa ante el Dunaferr, que venció en este último partido por 26-20.

Buligan, Kisselev, Olalla, Garralda, Ambros Martín, Xabier Mikel Errekondo, Norklit, Iackimovic, Fernando Barbeito, Chechu Villaldea y Alberto Martín -Álvaro Jáuregui y Raúl Bartolomé lo vivieron desde la grada- fueron los encargados de defender sobre la cancha húngara la ventaja de la ida y pelear por traer a Pamplona el primer título europeo para el Portland. No fue fácil. En la ida, arropado por 2.700 almas en su pabellón, arrolló a los magiares con una abrumadora defensa, un juego físico extraordinario y una seguridad sobre la cancha que acabó por dinamitar a un buen rival. Sin embargo, la historia fue muy distinta en tierras húngaras.

El Dunaferr, con el cubano Vladimir Rivero en la portería -que a la postre jugaría en el club albiazul-, hizo sufrir a los navarros con un ataque arrollador y una 6/0 impenetrable. Aun así, el equipo de Zupo supo sacar provecho de la renta de nueve goles de Pamplona y proclamarse finalmente campeón de la Recopa.

El éxtasis sentido en Hungría, que propició los consiguientes homenajes en Pamplona, fue revivido un año después con otro título europeo. El máximo del balonmano continental por clubes: la Copa de Europa.

El 28 de abril de 2001, el Portland San Antonio agrandaba su nombre con la consecución de este título en la pista de su gran rival, el Barcelona. En un Palau a rebosar, con 7.500 espectadores, los navarros hacían historia cuando su capitán Álvaro Jáuregui -que no pudo jugar este partido- levantaba el mayor trofeo continental.

El Portland, ya sin Villaldea pero con el incombustible Hombrados y con el mago Jackson Richardson uniéndose a la fiesta, perdía por 25-22 ante el Barça de Valero Rivera, si bien hacía valer de nuevo la renta obtenida en el partido de ida en Pamplona (30-24).

En la capital navarra comenzó a fraguarse un título por el que los albiazules ya habían peleado con anterioridad, en la temporada 1998-1999, si bien entonces sólo pudieron alcanzar las semifinales dejando por el camino, eso sí, al Kiel alemán en su pista. En el Universitario, una semana antes, el Portland San Antonio gustó y se gustó, comulgó a la perfección con su entregada afición, y obtuvo un esperanzador 30-24 con el que se plantó en el Palau.

El Barça de Demetrio Lozano, Nagy, Chepkin, Svensson o Masip -ausente por lesión- había sido el rival a batir en cada título. En cada pelea. El conjunto azulgrana batalló, puso contra las cuerdas a un Portland que por momentos veía amenazado su sueño, pero que se recompuso y sacó las fuerzas. En la retina de los aficionados, seguramente, estará ese penalti que transformó Iackimovic en los últimos compases y que metía a los navarros en la lucha. Ese gol que materializó Iosu Olalla tras el robo de balón magistral de Óscar Mainer, tristemente fallecido hace menos de dos años. En definitiva, ese trofeo de altura que viajó a Pamplona, donde se festejó por todo lo alto.