avarra le debe mucho a Miguel Induráin. Durante seis años, los más fértiles de su carrera, la Comunidad disfrutó de la promoción que asociaba a uno de los mejores deportistas del mundo con su tierra natal. Pero además hizo posible que uno de los principales acontecimientos deportivos del planeta recorriera durante dos días la geografía foral, con toda su parafernalia de caravana, ciclistas, medios de comunicación... Un acontecimiento del máximo nivel servido a domicilio. "El mayor evento internacional que se ha hecho y posiblemente se hará en Navarra", sentenciaba una persona que participó en los trabajos de organización.

El Tour de Francia cruzaba la frontera para rendir homenaje a uno de sus mitos, uno de esos ciclistas de época que con sus hazañas da lustre a una carrera que se alimenta de las inolvidables gestas realizadas a lomos de una bicicleta. Pero el regalo no salió gratis; había que pagar 28 millones de pesetas de canon (unos 170.000 euros) y cumplir con las rigurosas exigencias de la empresa promotora de la prueba que elevaron el coste total por encima de los cien millones de pesetas. En el plano político, también hubo que atender a las presiones de grupos independentistas para garantizar el normal desarrollo de la carrera.

Al final, Navarra logró su objetivo de dar una buena imagen, de estar a la altura de su campeón. Todo salió bien y millones de personas siguieron las etapas por televisión o in situ. Mereció la pena. Y a Induráin, además de incalculables homenajes, el Gobierno foral le recompensó sus esfuerzos poniendo su nombre a una Fundación y al velódromo de Tafalla...

Pero al hilo del comentario citado al principio, la pregunta que hay que plantearse de cara al futuro es: ¿Tiene capacidad Navarra para volver a participar de un evento del calibre del Tour? Estamos hablando de una de las diez citas deportivas más importantes junto al Mundial de fútbol, la Super Bowl, la Fórmula 1, los torneos del Grand Slam de tenis, la NBA, la Champions League y el Mundial de Motociclismo, entre ellos. Del respaldo de los aficionados no hay duda: al Tour le recibieron unas 275.000 personas concentradas en Pamplona y Comarca más los repartidos a ambos lados de la carretera. Si el espectáculo es de altura -recordemos también el España-Lituania de baloncesto jugado en el Arena en 2019-, el personal responde porque aquí hay cultura deportiva.

En cuanto a dotaciones, en este momento la Comunidad dispone de tres recintos de referencia: El Sadar, el Navarra Arena y el Circuito de Los Arcos. Sin embargo, los expertos consultados consideran improbable cuando no imposible que una competición similar al rango del Tour aterrice en Navarra. Campeonatos mundiales de pelota o de patinaje de velocidad, incluso etapas de la Vuelta a España, sí están al alcance, como ya ha sucedido, pero aspirar a un evento de impacto global como el Tour se antoja hoy en día una entelequia. Los Arcos no está homologado de momento para pruebas de grandes premios (la competición de mayor rango es el campeonato del mundo Motul Fim Superbike en agosto), además de tener el handicap de su reducida capacidad de espectadores; lo mismo sucede con el aforo de El Sadar (escaso incluso para las exigencias de una final de Copa), y en el caso del Arena su horizonte más tangible podía estar en ser sede de grupo de un posible mundial de baloncesto o de balonmano. Lo que sí puede ofrecer Navarra es capacidad hotelera para atender una cita de prestigio internacional.

"El Tour puede volver a Navarra en breve", proclamaban las voces más optimistas en aquel lejano 1996. Sin embargo, la mayor dimensión de la prueba, las numerosas peticiones para ser final de etapa, el canon que ya supera los 600.000 euros, con todo esto, es posible que pasen otros 25 años sin acoger ni al Tour ni a otra gran cita deportiva. O más tiempo. Por lo menos hasta que no surja una figura de la talla de Miguel Induráin (o personas con los contactos que entonces tenían en el mundo del ciclismo José Miguel Echávarri y el desaparecido José Luis Oreja). Hoy por hoy, también irrepetibles.