pamplona - En 2004 Alejandro Gastaminza (9-3-1968) llegó a Tercera en el banquillo del Burladés. En 2013 volvió a la categoría con el Artajonés. Y en 2019 regresa con el Subiza. Entre tanto ha entrenado en siete equipos de Preferente y Autonómica. Su pasión está en el banquillo.

Cuando llega un entrenador nuevo, esa primera victoria es fundamental.

-Era imprescindible. Nos iba la vida. El equipo se tenía que dar cuenta de que puede competir ante cualquiera. Mentalmente es un empujón tremendo y verte fuera del descenso es importante. Además, el equipo reaccionó muy bien, porque en el minuto 5 nos pusimos perdiendo y me dio miedo que, después de nueve jornadas sin ganar, la cabeza nos jugara una mala pasada. Pero reaccionamos bien. Y ahora hemos metido a un montón de equipos en la pelea por la permanencia.

¿En qué ha insistido estas tres semanas, desde su llegada?

-En la cabeza. Aparte de dar matices tuyos, como la importancia de encajar pocos goles o hacer en ataque pocas cosas, pero tenerlas muy claras, lo más importante es la cabeza. Yo trabajo mucho este aspecto. En el fútbol el aspecto mental igual supone el 50%. Cuando vienes de nueve derrotas, es un aspecto clave.

¿Se ha preparado en este aspecto o es la experiencia?

-Más la experiencia. Soy maestro y el aspecto pedagógico influye. La importancia de utilizar diez minutos en contar algo en el vestuario puede ser más importante que hacer un ejercicio. Era clave convencerles de que son buenos jugadores.

¿Ha cambiado la Tercera desde que llegó en 2004?

-Sí, cambia. La implicación del jugador es cada vez más difícil. Antes era impensable que un jugador te planteara que no iba a estar un fin de semana. El compromiso es menor. Y en cuanto a la forma de jugar, veo a los equipos más amarrategis, tal vez por el momento de la temporada en el que estamos. Los puntos son muy importantes para el 80% de la temporada. Y positivamente me ha sorprendido cómo se vive el fútbol en los pueblos, en comparación con cómo se vive en Pamplona, donde, aunque haya gente en el campo, no se escucha nada. Parece que vas al teatro. Y el seguimiento de la categoría también es mayor.

¿Cuánto tiempo lleva entrenando?

-Desde los 22 años, pero con adultos empecé como segundo entrenador de Jotas (Ibáñez) en el Txantrea (1998). Después Bidezarra, UPNA (subimos a la Preferente de antes, con un solo grupo), Burladés (Tercera), Gares (Preferente), Avance (Preferente), Lagunak (superliga femenina), Artajonés (tres temporadas y subimos a Tercera), Beti Casedano, Infanzones (subimos a Autonómica), Azkoyen, Arenas y desde hace tres semanas, al Subiza. Navara en fiestas, digo yo (bromea).

De su trayectoria se desprende que lo que le gusta es entrenar y le ha dado igual la categoría.

-Sí, tengo claro que soy entrenador de fútbol. Hay compañeros que si no entrenan en Tercera, prefieren no entrenar. En mi caso, sé que no puedo entrenar siempre en Tercera, así que si me llaman de otras categorías, voy encantado siempre que se dé un mínimo de condiciones. Por el trabajo, al tener las tardes libres, me lo he podido permitir.

¿Qué se aprende de esas categorías?

-En todos los sitios y de todas las personas he aprendido cosas. Lo bonito es ser consciente de que por estar en Tercera no eres mejor entrenador o por estar en Regional no eres peor. Las circunstancias te llevan a un sitio o a otro. Yo entreno igual en Tercera o en otra categoría. Y una de las cosas que he comprobado es que un derbi de rivalidad en la Ribera se puede vivir con más intensidad que uno de Tercera. Y eso también es bonito. A veces se dice que la Tercera es un círculo cerrado, pero esto demuestra que cuando menos esperas se te abre una puerta. En este caso se lo agradezco a César Sánchez (exentrenador del Subiza), que pensó en mí para ayudarles. Tiene mucho mérito lo que él hizo en el Subiza de subirlo y mantenerlo cinco años. Espero que pronto tenga otro proyecto.

¿En qué ha cambiado Alejandro Gastaminza en estos 15 años?

-Al principio piensas que todo es culpa tuya. Después la realidad dice que las victorias son de los jugadores y las derrotas, de los entrenadores. Y aprendes a relativizar las cosas. En el Burladés podía estar dos días sin dormir, un día sin hablar en casa con nadie... Y a saber medir, que no a todos los jugadores puedes decir las mismas cosas, o de la misma manera. Con la experiencia tienes más poso.