Los años 2013 y 2014 fueron duros para cualquier osasunista que se precie. No había día donde una portada, una noticia, un comentario y hasta algún desagravio comparativo no tuviera alguna connotación negativa en clave rojilla. La vergüenza, la rabia y la impotencia se apoderaban con cada noticia que se publicaba entorno a Osasuna. La incredulidad de que aquello nos estuviera pasando a nosotros no era menos cierto que lo que luego comprendimos fueron hechos que pudieron llevarnos a la defunción de nuestro querido Club y con ello parte de nuestra vida, y forma de verla y vivirla.

Esos sentimientos unidos a acusaciones de complicidad y/o pasividad de quienes más o menos sabían de lo ocurrido pero menos sentían Osasuna hacia los que abiertamente nos hemos mostrado siempre como rojillos de cabeza y especialmente de corazón, alimentaron en algunos de nosotros la necesidad imperiosa de actuar, de hacer algo por impedir que la situación empeorará, de poner las bases para evitar que se volviera a repetir lo mismo, de limpiar la imagen de los socios y aficionados rojillos y de la propia imagen del Club, de aportar nuestro granito de arena en aquello que pudiéramos ser útiles.

Fieles a la tierra que nos ha visto nacer y que se caracteriza por su compromiso y arraigo a su patrimonio y costumbres, fuimos muchos los que no nos quedamos mirando y de brazos cruzados. Unos tomaron un camino y otros tomamos otro, todos ellos tan válidos como necesarios para entender lo que Osasuna y lo que le rodea es hoy con respecto a lo que era por aquellos años. En el mío en particular y en 2015, tomé la decisión junto con más socios rojillos de presentarme a ser parte de la Comisión de Control Económico, no sin alguna preocupación en mi entorno familiar por todo lo que se escuchaba entorno a Osasuna, y sin poder evitar tampoco tener que escuchar algún que otro comentario desagradable, más o menos intencionado o más o menos informado, por lo que esto suponía. Este órgano estaba llamado a ser un ente independiente fiscalizador de las cuentas y asuntos económicos del Club, tratando de ser los ojos de la masa social rojilla en las oficinas del Sadar y de poner letras a los números para un sencillo entendimiento de los socios rojillos.

Sin mayor retribución que la satisfacción de aportar parte de mi tiempo e ideas, y con la convicción propia de un rojillo de corazón que le empuja a tomar este tipo de caminos e iniciativas y hacer este tipo de cosas, hemos trabajado en la medida de lo posible por cumplir con lo encomendado. Y he de decir que, aunque con momentos no tan buenos y de saturación profesional y personal, ha sido un auténtico placer y un orgullo haber podido vivir esta experiencia en clave de sentimiento rojillo junto a grandísimos profesionales y personas como lo son mis compañeros Joaquín, Juan Mari, Nati y Julián, de quienes he podido aprender muchísimo y a quienes agradezco su gran labor y profesionalidad, y también su paciencia para conmigo. Agradecer también a todas aquellas personas que han confiado en nosotros y que nos han manifestado su apoyo, agradecimiento y reconocimiento, y también a todos los empleados del Club y medios que tan bien y tan respetuosamente nos han tratado durante este tiempo que no ha hecho sino aumentar el círculo de amistades y reforzar si cabe aún más este sentimiento y compromiso rojillo. Agradecimiento también a la Junta Directiva por facilitarnos nuestra labor, y especialmente a Ángel Ardanaz, por su siempre amabilidad y afán de colaboración en nuestro cometido.

Un compromiso laboral me va a impedir estar en la última asamblea como miembro de esta Comisión, aunque seguiré participando como socio compromisario en las asambleas venideras, por ello y desde estas líneas, quiero desear toda la suerte a los nuevos miembros de la Comisión que salgan elegidos, pues su compromiso y buen hacer será también nuestra tranquilidad, y que Osasuna pueda seguir más vivo si cabe de lo que está hoy. ¡¡Aupa Osasuna!!El autor es miembro saliente de la Comisión de Control Económico de Osasuna