hace dos meses Juan Zulaica tuvo que marcharse urgentemente del banquillo del Iruntxiki. Un fuerte dolor de cabeza en el partido que su equipo jugaba en Puente la Reina encendió la alarma. Pidió a su fisio que le tomara la tensión y al minuto de empezar el partido tuvo que correr al centro de salud. De ahí al hospital con urgencia y, tras varios días en la UCI, está recuperado, que es lo importante, y disfrutando del fútbol, su pasión. La semana pasada volvió a los banquillos.

“Fue una subida de tensión brusca. Me pasó en el banquillo como podía haberme pasado en otro lugar. Era el minuto uno, tenía buena relación con el entrenador rival, con los chavales, acababa de volver de vacaciones... Cuando menos me tenía que dar, me dio”. Hubo un momento en el que pensó que podía no volver a entrenar. “Cuando te dicen que ha sido hemorragia cerebral piensas en todo, porque de la hemorragia cerebral al ictus o a la aneurisma hay una línea muy fina. Gracias a Dios me ha pasado rozando y parece que no me ha quedado ningún tipo de secuela. Yo quería volver a entrenar por lo que significa el fútbol para mí y porque eso significa que estoy ya recuperado”. En este tiempo ha tenido la oportunidad de recibir el cariño del fútbol navarro, “y quiero agradecer su preocupación, así como el interés de la Federación y de la Mutua”.

Juan Zulaica es un entrenador con preparación para dirigir en el fútbol profesional que está en el fútbol más modesto (Primera Regional). Cumple su tercera temporada en el Iruntxiki, pasó por el Iruña y tiene quince años de experiencia en la cantera del Ardoi. “La labor en el fútbol en la base es formar. Que a los chavales les guste el fútbol e insuflar una serie de valores. En Regional se sigue formando, pero prima más la competición, algo que me gusta mucho. La competición es el examen de fin de semana, que en teoría es fútbol. Te examinan los jugadores, te examina el rival, te examina la directiva y te autoexaminas tú”.

Vive los partidos con pasión. “Tengo un problema. No sé silbar. Para que me oigan las correcciones que hay que realizar en un partido de manera inmediata se me tiene que oír. Soy muy intenso, pero no soy nervioso. No hay entrenador que no remate un córner, o que no tire un penalti, o que no sea el portero...”. Se exige al máximo. “Todos los entrenadores somos autoexigentes y muy perfeccionistas. Tratas de hacer bien en un partido lo que entrenas y lo que tratas de transmitir. La autoexigencia es la peor. Después está la exigencia del público y, cuando estás en formación, la exigencia de los padres, y cuando estás en Regional, la exigencia de las directivas”. Y otra más, “la de la competición. El ganar es una exigencia y mucha gente se mueve por esa felicidad. La sensación de ganar es muy bonita, pero está acompañada por la sensación de perder. El que no ha perdido nunca, no sabe lo que es ganar. El que no sabe perder, no sabe ganar, no sabe levantarse, que es lo más importante, porque el rival también juega. Y sin rivales no hay competición. Defiendo en el fútbol, una máxima del rugby: sin rivales no se puede competir. Si el rival lo hace bien, tú lo haces bien. Si el rival lo hace de otra forma, te marca cómo es el partido”.

En sus máximas está hacer el tercer tiempo, al estilo del rugby, después de cada partido como local. “Hago el tercer tiempo con todos los entrenadores en casa, ganemos o perdamos. El tercer tiempo del rugby es tomar una cerveza y hablar de otras cosas. Todos somos rivales, pero en el minuto 90, cuando el árbitro pita el final, todos somos entrenadores. Hemos estudiado lo mismo y amamos lo mismo, así que no tiene por qué haber enemistad personal. Son muchas las cosas que nos unen: sufrimos tanto en la victoria como en la no victoria, porque no ganar no le llamaría yo derrota. Sirve para limar asperezas. Hay entrenadores que aceptan y otros que no”. Un entrenador con las ideas claras.

Fecha y lugar de nacimiento. 25-4-1959, Olite.

Profesión. Prejubilado de banca.

Trayectoria. 15 años en el Ardoi (en la junta y como entrenador), uno en el Iruña y tres en el Iruntxiki. Son cuartos. “No tenemos un objetivo. Que el fútbol nos ponga donde nos tenga que poner. El año pasado fuimos primeros. A ver si damos una alegría al club y a la afición”. Su ilusión, entrenar algún día a chicos con síndrome de Down.