Sabido es que la rojez se divide entre esa entusiasta minoría que mira a cuántos puntos está Europa y calcula cuándo será la final de Copa, para no hacer otros planes, y esa amplia mayoría precavida, hasta tontear con el desánimo, que ya se ha dado cuenta de que no ganamos en El Sadar desde el 3 de noviembre, que solo llevamos un punto en las tres últimas jornadas y que no sería el primer invierno en el que el equipo se mete en una racha de malos resultados y acaba la temporada luchando en el barro. Por no hablar de que los 25 kilos de cláusula de rescisión de Chimy Ávila parecen de pronto escasa protección para Osasuna. En fin, lo de siempre, nubarrones que impiden que la felicidad del aficionado rojillo sea completa y que mire con tranquilidad al futuro. Y el único remedio hay que buscarlo, también como siempre, en el cortoplacismo: una victoria ante el Valladolid en la próxima jornada dejaría un cielo bastante más diáfano.