España los partidos se le hacen muy largos. No es de ahora, es una constante desde que paseaba su favoritismo por el mundo: se debe recordar, por ejemplo, que ganó un Mundial haciendo un único gol por encuentro; bordaba el fútbol, pero marcar le costaba lo que no está en los escritos. Así que no puede extrañar que en la actualidad, cuando su índice de calidad ha descendido, continúe padeciendo ese problema que impide a sus seguidores vivir con cierta comodidad cada cita, independientemente del potencial del adversario, hasta en los días en que exhibe una superioridad manifiesta. En el ramillete de explicaciones que ayudan a entender esta peligrosa forma de comportarse destaca la referida a la efectividad en ataque, que repentinamente ha invertido con un par de marcadores muy abultados. Al déficit de pegada propio se añade que en el plano táctico la mayoría de las selecciones ha progresado una barbaridad en la faceta defensiva y las concesiones, si no han desaparecido del todo, se producen con cuentagotas.

Croacia no es precisamente una perita en dulce, aunque también ha visto cómo mermaba su pujanza de años atrás. En su caso, el relevo convierte en mucho mejores a los que se han ido retirando y Modric es de carne y hueso, no de goma, además de que la edad perdona menos en ausencia de buena compañía. Ayer, España de nuevo hizo méritos suficientes para ganar y sin embargo cerca anduvo de protagonizar un monumental fiasco. Permitir que se alcanzase la prórroga supuso un riesgo atroz porque ese tiempo extra fue una conquista pletórica de ardor e inconformismo a cargo de un enemigo que caía por dos goles a falta de un cuarto de hora para el noventa. Y en ese delicado trance, con Croacia impulsada por el premio a su capacidad de reacción, Unai Simón evitó que se consumase la voltereta completa y quizá la eliminación de España. Sobre la misma línea sacó un remate a bocajarro cuyas consecuencias no eran difíciles de imaginar, pero no fue su única intervención reseñable. Asimismo impidió que un tiro cercano de Guardiol equilibrase la ventaja que poco antes había establecido Azpilicueta.

El acierto del lateral navarro parecía encarrilar el triunfo y venía a arreglar el desaguisado que esta vez condicionó de lleno el choque: la exagerada pifia de Unai Simón. Lo mejor del accidente rubricado por el portero fue que apenas habían transcurrido veinte minutos del duelo y quedaba por lo tanto margen de sobra para la enmienda. Tragarse una cesión, un balón raso impulsado desde más de treinta metros y sin enemigos al acecho, daba motivos de peso para señalar con el dedo a Luis Enrique a cuenta de una de sus elecciones menos populares, más incomprendidas. Desde la perspectiva de quienes siguen semanalmente al portero del Athletic, la apuesta ya resultaba curiosa, dado que la temporada del chaval no contribuía a avalar al seleccionador. No obstante, si algo distingue al asturiano es la convicción; si algo se le mete en la cabeza, no se apea del burro. Simón era su favorito desde el pasado otoño y el hecho de visionar todos sus compromisos en vez de plantearle dudas, al parecer no hizo sino reafirmarle en que era conveniente proceder como ha procedido.

"El fútbol es un deporte de errores y Unai nos ha dado una lección a todos. Tiene mucha personalidad y me alegro mucho por él y por su familia", declaró tras el partido un Luis Enrique que celebró cada uno de los cinco goles como si valiese un título. No era para tanto, si bien en su derroche de rabia en la banda iba implícita una cuota de alivio porque verse por detrás en el marcador después de que Laporte dirigiera con temple y criterio un auténtico monólogo de España frente al descarado repliegue croata atentaba contra la lógica, el sentido común y casi, casi el espíritu de la competición.

El error de Simón fue el factor que retardó la victoria e hizo eterno el encuentro para España, que necesitó rehacerse e invertir una energía que luego echó de menos para liquidar la contienda en la recta final. Hay que considerar que España tomó la delantera a punto de cumplirse la hora de juego, es decir que durante ese largo espacio cargó con el peso del encuentro frente a un rival que se limitó a cubrir el expediente y solo se soltó al verse apeado del torneo. Sergio Busquets abundó en la opinión expresada por el técnico: "Unai tiene toda nuestra confianza y sabemos lo importante que es para nosotros. Ha tenido muy mala suerte en el gol, pero tiene una personalidad muy tranquila, es muy ambicioso y lo ha demostrado haciendo grandes paradas y se ha repuesto estando muy bien con los pies iniciando el gol de Azpilicueta". Así fue, Simón paró lo que no se le puede pedir a un portero y acertó cada vez que participó en la salida del balón, que fue a menudo. Salvo en la cesión de Pedri, que se quedó de piedra al ver desde la distancia cómo Simón incendiaba tan tontamente la tarde.

Era la apuesta de Luis Enrique para la portería desde el otoño, pese a que su año en el Athletic no avalaba dicho criterio

"El fútbol es un deporte de errores y nos ha dado una lección a todos, tiene mucha personalidad", dijo Luis Enrique sobre Unai