pamplona - Tras una década asentado en Europa, una ciudad cercana a San Sebastián, donde reside, y un club que, como señala, “lleva años haciendo una gran labor de base y formación”, hicieron que fuera “fácil” que le convenciera un proyecto al que llega a “recoger los frutos de un trabajo bien hecho”.

¿Cómo llega un neozelandés como usted, formado y profesionalizado en su país, al rugby de aquí?

-En 2006 aterricé en Europa para jugar. Estuve en Inglaterra primero, en Francia después y acabé en Euskadi. Allí jugué unas cinco temporadas y ya empecé a entrenar a las selecciones territoriales. Para esta temporada me llamó La Única y dije que sí enseguida.

¿Qué propició que aceptara tan rápido?

-Este es un proyecto muy bonito. Llevan años haciendo un gran trabajo y vengo en un buen momento, como se suele decir, a recoger los frutos de todo lo que ya está sembrado. Además, conocía a varias de las chicas del equipo y sabía de su capacidad, son trabajadoras. Así que no dudé.

Es usted parte de un deporte que en su nación de origen tiene una enorme popularidad. ¿Es equiparable a lo que se siente en España por el fútbol?

-Es parecido, pero se vive de otra forma. El fútbol aquí es una locura en cuanto a animación. El rugby es muy similar en términos de seguimiento, sí, pero se disfruta de una manera más tranquila cuando llegan los partidos, y además creo que también proyecta valores diferentes. Tomamos cervezas después de los partidos junto al equipo rival, nos reímos con ellos.

¿Se podría considerar el auténtico deporte nacional de Nueva Zelanda?

-El rugby es casi una religión allí. De hecho, los niños y las niñas ya se saben la Haka, la danza previa a los partidos, con cuatro o cinco años.

Un trabajo de base que también le ha atraído de este equipo, en donde además hay equipos mixtos desde la base.

-La formación de los pequeños es lo más importante en La Única. Con respecto a los equipos mixtos, es algo que en este deporte es habitual, para mí es algo normal. Yo desde niño también jugué con chicas y creo que es algo muy positivo. Si vine aquí, es porque sé lo bien que se está formando a las categorías inferiores.

El hecho de que muchos de los jóvenes que se inician en el rugby lo hagan porque no encajan en otros deportes, ¿hace que haya aún más espíritu de equipo?

-No lo sé, pero desde luego, lo bueno que tiene el rugby es que hay tantas posiciones diferentes en el campo que, en ese sentido, es un deporte muy inclusivo. Todos tienen hueco y un equipo necesita gente de diferentes complexiones o aptitudes para que todo salga bien. También pasa que a veces hay que cambiar comportamientos o valores, formas de ser en el campo, para adaptarse a lo que es el rugby. Siempre se dice eso del “deporte para bestias jugado por caballeros” y en aspectos como el tercer tiempo o el respeto que existe hacia el árbitro es así. Importa mucho todo lo que rodea al simple deporte.

¿Cómo de fuerte es el significado de ese tercer tiempo, de ese rato compartido con los rivales tras el encuentro?

-Precisamente gracias a un tercer tiempo fue como yo llegué aquí. Fue tomando una cerveza y charlando como me animaron a probar en Europa. Son cosas bonitas que pasan en ese rato. Para mí es importante vivir la vida de esa manera, porque no podemos perder tanto el tiempo en enojarnos. Hay que estar aquí para disfrutar, para hacer amigos.

¿Cree que sería exportable a otros deportes?

-Todo se puede estudiar, pero, si se hace, hay que hacerlo desde la base, desde niños. Recuerdo que en un pueblo, un equipo de fútbol copió todos los carteles que teníamos nosotros sobre no gritar al árbitro y mantener el respeto. Tardó un tiempo en asentarse pero surtió efecto. Habría deportes en los que sería más fácil exportarlo, pero la clave está en que se enseñe desde abajo hacia arriba.

Respecto a la temporada con La Única, ¿cuáles son los objetivos?

-Mantener el nivel de los últimos años y seguir apostando por la formación, que vayan subiendo chicas al equipo senior es nuestra meta. - Efe