l tenis, su técnica, su táctica y su esencia en general, es muy complicada, pero, sobre todo, muy opinable. Seguramente que quien lea esto estará pensando que eso le pasa al tenis y a cualquier otro deporte. Puede ser. Pero si a esto le añadimos las propiedades cambiantes de los materiales, todo se complica un poco más. Esto es lo que ha ocurrido en París, en la última edición de Roland Garros.

He escuchado y leído a mucha gente, experta y no experta, que la climatología de París le iba a jugar a Nadal una mala pasada, que le perjudicaba claramente y que era muy difícil que saliera victorioso del histórico estadio. Nunca sabré si esto se debe a una convicción plena o a esa eterna afición hispana a poner excusas a todo en previsión de la derrota. Ni ataco ni critico, simplemente relato lo que he percibido y me gustaría explicar mi forma de pensar al respecto.

Rafa Nadal es un jugador que ha ido evolucionando desde su tenis eminentemente defensivo de los primeros años de profesional a ser un jugador que ataca lo mismo que defiende; pero está claro que en su juego defensivo está el secreto de mil batallas ganadas. Ahora, en París, las condiciones de la temporada han hecho que las pistas tengan mucha más humedad que en mayo. Cuando pasa esto, las pistas de tierra batida se ponen muy lentas y por eso la pelota corre menos. Y también y más importante, las pelotas se vuelven muy pesadas. La pelota de tenis pesa entre 55 y 60 gramos y cuando se le añade algún gramo de más (la humedad que absorbe su revestimiento textil, más la tierra mojada que queda adherida a su cuerpo) su comportamiento cambia drásticamente, entre otras cosas que, por mucha fuerza que se le imprima, la pelota corre lo que corre; o sea muy poco.

Cuando se empezó a hablar del tema, pensé que Nadal lo tenía más fácil que los demás. Ya sé que es fácil hablar cuando todo ha pasado, pero es que la lógica está ahí. Y es que se puede entender fácilmente que para ganar un punto a Nadal hay que hacer casi Notarías, porque llega a prácticamente todos los ángulos posibles de la pista y desespera al contrario el hecho de que esté en todos los sitios. Este problema, en pista rápida (cemento, resinas sintéticas, plásticos, etcétera) es más fácil de resolver porque la pelota puede correr tanto que el de enfrente no llegue porque le come el tiempo y el espacio. Pero cuando hay un atleta al otro lado de la red que es capaz de llegar a casi todo, al que le das más tiempo de lo normal porque la bola y la pista están infladas de agua y, además, es capaz de contraatacar, las soluciones se extinguen conforme avanza el partido.

Rafa Nadal no ha ganado por las condiciones externas ni nada parecido; ha ganado, simplemente, porque ha hecho un gran torneo y es el mejor del mundo en tierra batida. Lo único que quiere expresar este juntaletras es que, aunque los agoreros no lo creían así, las condiciones le han sido favorables, pero que sin ellas probablemente estaríamos hablando de lo mismo, del triunfo del de Manacor en Roland Garros.

El autor es entrenador nacional de tenis