Una de las grandes innovaciones de la historia de la industria cumplió ayer un siglo. La primera línea de montaje tomó forma el 7 de octubre de 1913 en la factoría Ford de Highland Park, en Detroit, convertida desde aquel momento en la capital que había de gobernar la fabricación de coches durante décadas. Aquella decisión simplificó el ensamblaje de 3.000 piezas del Ford T en 84 pasos distintos. Los trabajadores ya no irían más al coche, sino que sería el chasis, arrastrado por una cuerda, el que se iría desplazando a lo largo de una elemental línea de producción.
Aquella decisión tuvo un impacto enorme. Redujo drásticamente los tiempos de producción por unidad, que bajaron desde las 12 horas y media hasta apenas 93 minutos, por lo que la producción comenzó a crecer impulsada por la demanda de un creciente de un país joven y vigoroso, que descollaba ya como la primera potencia mundial. Con menores tiempos de fabricación, las necesidades de mano de obra disminuyeron, y también los costes. Y el Ford T, que hasta entonces costaba 850 dólares, pasó a venderse por poco más de 260. Por primera vez en la historia, un automóvil de calidad se hacía accesible para el gran público. El sueño americano, basado en la libertad individual, parecía más cerca de miles de personas que disfrutaban de la capacidad de viajar cientos de kilómetros a través de las nuevas carreteras.
Al año siguiente de la puesta en marcha de cadena de producción, los 13.000 trabajadores de Ford produjeron alrededor de 300.000 vehículos, multiplicando por cuatro los 66.000 coches que fueron capaces de montar sus 299 competidores. La firma de Detroit había apostado por un coche legendario, el Ford T, cuya producción en masa significó la racionalización máxima de la cadena de montaje, tal y como decía el propio Henry Ford. "El coche está disponible en cualquier color, siempre y cuando sea negro".
Ya era posible hacer coches sin apenas ingenieros o trabajadores muy cualificados. Mano de obra más barata y menos preparada, pero a la que Ford duplicó el salario mínimo, hasta los cinco dólares al día, un sueldo superior a la media de la época. "Este gesto -explicaba la multinacional estadounidense en una nota divulgada ayer- creó una lealtad entre los trabajadores de Ford y supuso la creación de una nueva clase media de consumidores". El trabajo se había vuelto repetitivo y se había endurecido, pero la jornada de cinco días a la semana liberó los fines de semana completos de miles de trabajadores, que emplearon sus salarios en disfrutar del ocio por primera vez en la historia y, por supuesto, en comprarse un coche.
Aquella innovación industrial transformó el paisaje de Estados Unidos. "Se extendió rápidamente, no sólo entre otros fabricantes de automóviles, sino también entre fabricantes de fonógrafos, aspiradoras, frigoríficos y otros bienes de consumo", cuenta Bob Casey, antiguo conservador de transportes en el Museo Henry Ford y autor de El Modelo T: Una Historia Centenaria. "La línea de montaje se convirtió en el modo de producción característico de los Estados Unidos".
Y quien dice Estados Unidos dice el mundo entero. Ford, que ya había saltado desde Detroit a Canadá y de allí al Reino Unido, montó posteriormente plantas de producción en Argentina, Francia, Alemania, Dinamarca y Austria. Llegó un momento en que de la cadena salía un Ford T cada 24 segundos y en 1927 se habían vendido más de 15 millones de unidades de este modelo en todo el mundo. "Eran la mitad de todos los automóviles vendidos hasta la fecha", explicaban en Ford.
Hoy, la vieja fábrica de Highland Park, levantada en 1910 como la mayor factoría del mundo, parece casi abandonada y funciona poco más que como un almacén. Pero entre sus paredes de ladrillo y enormes ventanales de hierro y cristal, diseñadas por Albert Kahn para favorecer la entrada de luz, y estimular la productividad, se dio hace exactamente 100 años un paso que contribuyó a diseñar el mundo tal y como lo conocemos. Bill Ford, presidente Ejecutivo de la multinacional lo resumía así: "Hace cien años, mi bisabuelo tuvo una visión para construir un medio de transporte seguro y eficiente para todo el mundo. Estoy orgulloso de que fuese capaz de dar la libertad de movimiento a millones de personas haciendo coches asequibles para las familias y de que su visión impulse aún lo que hacemos hoy en día".