Diez años y un día no son una condena, aunque en algún momento pudiera parecerlo, sino el tiempo exacto que ha pasado desde que Lehman Brohers, el cuarto banco de inversión más grande del mundo, quebró el 15 de septiembre de 2008. Una convulsión financiera colosal, que puso al sistema bancario mundial al borde del abismo, que generó la recesión económica más importante desde los años 30 del pasado siglo, que dejó sin empleo a millones de personas y cuyas derivadas políticas, que amenazan con perseguirnos durante años, se sienten en medio mundo. Incluso la Navarra de 2018, la misma que crece a un ritmo del 3,2% y genera 9.000 empleos al año, no se entiende sin lo que sucedió, en múltiples escenarios de la Comunidad Foral, aquella última semana del verano y durante el otoño y el invierno que siguieron.

La sede de UPN, sobre la plaza Príncipe de Viana de Pamplona, es el primero de ellos. Es lunes 15 de septiembre, las bolsas de todo el mundo se han hundido con la noticia de la quiebra, por todo el país se respira desde hace semanas un ambiente de crisis y la Ejecutiva del partido regionalista se reúne esa misma tarde con un cometido que nada tiene que ver con ello. Busca respaldar a su presidente, Miguel Sanz, que hace unas semanas ha tomado una de esas decisiones cuyas consecuencias perduran. El presidente del partido y del Gobierno ha entendido antes que nadie que sus horas de poder absoluto han pasado. El agostazo de 2007, con la renuncia del PSN a formar un gobierno alternativo, se encuentra todavía fresco en su memoria, y ha decidido hacer valer su autonomía en la alianza con el Partido Popular para negociar los Presupuestos del Estado de 2009 con el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero. La jugada, encaminada a perpetuar la alianza con el PSN que lo mantiene en el poder, termina con la salida de UPN de Santiago Cervera, entonces diputado en Madrid y que encabezará la construcción del Partido Popular en Navarra. Pero el movimiento no solo va a fraccionar a la derecha navarra, también va a reintroducir en la escena política foral a una figura y a una voz tan incontrolables como la de Cervera, que se niega a votar en 2011 la investidura de Barcina y que será uno de los primeros en advertir acerca del hundimiento de Caja Navarra. El ya no tan joven Cervera, cachorro que fue de UPN, que ha sido concejal, consejero de Salud y diputado, es cualquier cosa menos un representante de “nacionalismo vasco y los enemigos de Navarra” de los que suele hablar la derecha foral. Y cuando apunta que el rey está desnudo, que la caja se hunde, la respuesta que recibe no contiene argumentos en su contra, sino algo bastante más sucio.

finanzas

Pánico en las cajas

Síntomas del derrumbe

Pero aún es otoño de 2008, faltan casi dos años a para que el hundimiento de Caja Navarra comience a intuirse en la opinión pública. Y en la avenida de Carlos III, el escenario principal de esta historia, se viven días agitados. Por la propia naturaleza de la crisis, y aunque para muchas ya sea demasiado tarde, las entidades financieras son las primeras en percibir el carácter extraordinario de lo que sucede. Conforme los días se van acortando, las luces en los despachos de la cuarta planta de la sede central de Can se encienden antes. Y en silencio, sin que los ciudadanos que pasean a media tarde junto al edificio acristalado lo sospechen, el suelo ha comenzado a hundirse bajo los pies de una entidad financiera que parecía indestructible.

De momento, solo trascienden decisiones poco relevantes. Primero, un mayor control del gasto, desbocado en los últimos años. Después, un freno en el plan de expansión de oficinas, sin parangón en el sector en 2007. Y, finalmente, suenan los rumores acerca de posibles fusiones, entonces poco menos que impensables. En marzo de 2009, poco después de presentar junto a Enrique Goñi, director de Caja Navarra los resultados del año anterior, Miguel Sanz anuncia en Madrid que Can negocia “alianzas estratégicas” con otras entidades, para lanzar productos conjuntos, gestionar activos y mejorar su eficiencia. La música suena conocida. Lorenzo Riezu había propuesto sin éxito dentro de la CECA un camino similar casi una década antes. Fue relevado por el propio Sanz a finales de 2001.

El anuncio no es casual. El miedo ha recorrido los despachos de los presidentes y los directores generales de las cajas de ahorros desde que la crisis desatada en septiembre quiebra la confianza. Nadie se fía de nadie, los bancos dejan de prestarse dinero unos a otros y solo la intervención de los bancos centrales evita el colapso. En las cajas, la tensión es máxima y la primera víctima cae pronto. Caja Castilla La Mancha tiene que ser rescatada: hace días que al responsable financiero sus homólogos en otras entidades le han negado cualquier auxilio. Nadie quiere descolgar su llamada.

economía real

El virus se extiende

Mueren los débiles

El virus ha infectado el sistema financiero, que va a vivir su mayor reestructuración en décadas. Antes de ello salta a la economía real por los conductos del crédito, que se seca para las familias y para las empresas. Aquellas que se encuentran más expuestas comienzan a sufrir. En Gorraiz, en la lujosa sede de Construcciones Flores, viven un 2008 de agonía. La constuctora, que hunde sus raíces en los años 60 de la mano de un padre emprendedor (Juan Bautista), ha encontrado su lugar en la elite de la Comunidad Foral ya con su hija Conchita al frente.

La exclusiva urbanización de Gorraiz es el símbolo de su pujanza. Pero en su ascenso no ha medido el riesgo. Flores debe más de 150 millones a los bancos y cuando las ventas se frenan y el suelo por el que ha pagado millones supone un lastre, el número de teléfono de Conchita Flores queda marcado en rojo en las agendas de los directores de riesgos de la banca navarra. Hasta que nadie atiende ya sus llamadas.

Es el momento de los oportunistas y Flores se pone en sus manos en diciembre de 2008 en una jugada quizá secundaria dentro de este relato, pero que ilustra las múltiples caras de la crisis. Mientras los trabajadores van al desempleo, los autónomos se arruinan y muchas empresas proveedoras han de asumir los impagos, Flores y sus socios comienzan a barrer las cuentas “para desviar fondos, activos y bienes”, tal y como recoge el informe del fiscal, que pide 4,5 años de cárcel para Flores, cuyo caso sigue pendiente de juicio una década más tarde.

Su hundimiento se va a consumar durante la primera mitad de 2009, pero el concurso de acreedores no llegará hasta marzo de 2010, con lo que el perjuicio para los acreedores crece. El concurso cae en manos de José Antonio Asiáin, que además de presidente de Caja Navarra es especialista derecho mercantil, Flores todavía intenta un regreso a la actividad, pero su caída, igual que el éxito de competidores mucho más prudentes, ejemplifica el destino de parte del sector constructor en Navarra, que entre 2008 y 2012 pierde dos terceras partes de su empleo. No será, sin embargo, la actividad que se lleve los primeros titulares de una crisis que traslada su centro a las oficinas de empleo.

las fábricas

Llegan los despidos

Las miserias de un ERE

Entre el 1 de octubre de 2008 y el 31 de enero de 2009, en apenas 123 días, más de 12.000 personas van al paro en Navarra. Casi 100 al día. Se trata de una torrente sin precedentes, que mana en parte desde el polígono de Landaben, donde muchas empresas ven cómo su cartera de pedidos se vacía. No en Volkswagen Navarra, que resiste sin problemas y vive momentos incluso de cierta euforia. Los ingenieros que preparan el lanzamiento del Polo A05 van y vienen de Alemania, donde se ha moldeado una versión que batirá todos los registros de ventas. Es el coche oportuno que llega en el momento adecuado: fiable como siempre y refinado como nunca, un vehículo pequeño que encaja en un mercado que huye ahora de los derroches.

Pero son muchas otras las empresas que sufren. Koxka, una de las primeras compañías que se instaló en el polígono en los años 60, es una de ellas y a finales de 2008 plantea un ERE para 190 trabajadores que anuncia un final de desastre. El conflicto que se desata no es uno más. Su resolución conduce a los juzgados y acaba en el Tribunal Supremo, que terminará ordenando la admisión de una parte de los trabajadores despedidos. Son afiliados de sindicatos como ELA, y el Supremo constata que han sido despedidos por motivos ideológicos, en una operación que gira las miradas a UGT y CCOO. Aquel proceso va a reforzar el discurso de ELA y LAB, que comienzan a recortar distancias con dos sindicatos que, a su juicio, se han convertido “en parte del régimen”.

ante la tormenta

Abaratar el despido

Ortodoxia de sabios

El “régimen” se deja fotografiar en acontecimientos especiales, como en los actos de constitución de un Plan Moderna que terminará derrumbado por el huracán, o en las sesiones Vialogos que organiza periódicamente Caja Navarra. Eventos donde se deja ver parte de la clase política (UPN-PSN), empresarial e incluso sindical (UGT y CCOO). Solo 11 días después del estallido de Lehman Brothers, el auditorio de Aranzadi, hoy propiedad como tantas cosas de CaixaBank, se lleva en un encuentro de expertos denominado Savialogos. Hablan José Antonio Marina, Concha Osácar, Enrique Dans y toma la palabra también Carlos Solchaga exministro de Economía y Hacienda con Felipe González, histórico militante del PSOE y de la UGT, nacido en Tafalla y fundador de una consultora en Madrid, establishment puro. Y aquel viernes 26 de septiembre advierte de lo que llega (“una disminución pavorosa de los ingresos fiscales”) y de lo que a su juicio hay que hacer: dar imagen de seriedad y flexibilizar el mercado laboral. Un eufemismo como otro cualquiera para decir que es necesario abaratar el despido.

La propuesta la ha hecho CEOE hace unas semanas y supone el prólogo de lo que va a suceder: la mayor destrucción de empleo de la historia reciente. En Navarra le va a tocar lidiar con ella a un vicepresidente y consejero de Economía y Hacienda como Álvaro Miranda, que irá dejando durante esos años algunas frases memorables. Solo un día ante de que Solchaga lea la receta de la ortodoxia liberal, Miranda asiste a la presentación del anuario de Caja Laboral, que esos días sangra por la herida que le ha abierto en su cuentas de resultados Lehman Brothers. Septiembre es mes de desastres tropicales y Miranda deja claro cómo ve el futuro: “La tormenta aún no ha tocado tierra, lo peor está por llegar”.

la reacción

Plan Navarra 2012

Una factura que se pagará durante décadas

El despacho de Miranda se ubica entonces en la penúltima planta del edificio de Hacienda, entre el Palacio de Navarra, con el que está conectado, y la sede de Caja Navarra. Apenas hay 200 metros de distancia entre ambas construcciones y por sus pasillos se puede tomar la temperatura de una economía que se congela. El Gobierno de Navarra lo sabe y, en plena campaña navideña, el vicepresidente lanza otro de sus mensajes célebres. “La inmensa mayoría de los 300.000 trabajadores que hay en Navarra van a conservar su empleo. Es el momento de hacer una vida normal, de salir a la calle y consumir”, dice el jueves 18 de diciembre.

El optimismo no basta y el Gobierno receta leña a la caldera. El Plan Navarra 2012, asegura el vicepresidente, movilizará 4.500 millones de inversión y creará 65.200 empleos en cuatro años. Las previsiones no se cumplen, pero se dispara la deuda y se dopa a un tejido constructor local que aguanta en 2009 y 2010, pero que se hundirá más tarde. Arian, con el hoy consejero Manu Ayerdi al frente de la dirección financiera, lo comprobará con su propia quiebra. La deuda que se genera en aquellos años lastrará a la comunidad seguramente durante décadas. Y solo en 2018 ha comenzado a reducirse.

Miranda mezcla en sus medidas keynesianismo de autovía, circuito y pabellón con rebajas de impuestos a las rentas más altas, una combinación de riesgo que quizá puede servir en una crisis leve, pero que a la larga resulta letal para Navarra. En 2008, el Gobierno de UPN ha aprobado, por ejemplo, la supresión del Impuesto de Patrimonio, un tributo que, sin gran capacidad recaudatoria, sí asegura una fuente estable de ingresos. No tardará en verse obligado recuperarlo.

Pero Miranda, que diseña un Presupuesto en 2009 con un crecimiento previsto del 0,5%-0,8% -la economía se hundirá un 2% ese año- no solo no prevé el impacto de la primera recesión. Tampoco imagina, como no lo hace nadie, lo que está a punto de suceder a mediados de 2011, cuando la jugada de Sanz surte efecto y el PSN no duda en integrarse tras las elecciones en el Gobierno que forma Yolanda Barcina.

Política y dinero

Huida dorada de Sanz

Cuando el régimen presiente su final

“Hemos pasado el cabo de Hornos de la crisis”, aventura el 22 de noviembre de 2010. Faltan exactamente diez meses para que el estallido de la deuda griega rompa cualquier previsión y coloque a España al borde del precipicio. Aquella doble crisis se cobra de nuevo miles de empleos y la vida de Banca Cívica, donde se han cobijado cuatro cajas malheridas, entre ellas Caja Navarra. Lo que no tumbó la Guerra Civil o la crisis bancaria de los años 80 lo ha liquidado una crisis financiera colosal y una gestión a la postre poco prudente.

Miguel Sanz nunca ha reconocido su responsabilidad en todo ello, pero lo cierto es que el corellano, que se sabe en la rampa de salida de la vida pública -no es ningún secreto que la de 2007-2011 será su última legislatura-, comienza a maniobrar en el invierno de 2008-09 para desligar dos cargos históricamente unidos: presidente del Gobierno y de Caja Navarra. Aquello es vestido con el discurso de una despolitización en realidad solo aparente y toma forma con un cambio estatutario que esconde sorpresas. Porque si la caja se va a fusionar o se va a diluir y no va a haber sitio para todos, hay que estar preparado. Es el momento de escribir la ley y la trampa.

Como una cosa es irse y otra dejar de cobrar de una fuente que parecía inagotable, Sanz se encomienda a un hombre de máxima confianza: José Antonio Asiáin, exvicepresidente del Gobierno con Gabriel Urralburu, lo releva en 2010 al frente de Caja Navarra. Para entonces ya se ha diseñado el me voy pero me quedo de Sanz. Una Junta de Entidades Fundadoras con una comisión permanente diseñada para engordar los salarios y patrimonios de los altos cargos de UPN. Su revelación en 2011 y 2012 termina a la larga con la carrera política de Yolanda Barcina, entonces presidenta del Gobierno y alcaldesa de Pamplona en el otoño de 2008, cuando un huracán con epicentro en Manhattan cruzó el Atlántico y en su poco creativa destrucción transformó también el mapa político y económico de Navarra.

Seis meses frenéticos. Los periódicos de aquel otoño de 2008 y del invierno de 2009 recogen los efectos de una crisis cuya dimensión aún estaba por conocerse. De la quiebra de Lehman a los primeros recortes de personal y de la aparente solidez de Caja Navarra a los rumores de fusiones, pasando por las previsiones de un Gobierno que pronto se vio desbordado.