Pamplona - Medir la desigualdad se ha convertido en uno de los retos económicos del siglo XXI. Y calibrar el declive de la clase media, a la que hace poco más de una década casi todo el mundo creía o decía pertenecer, es otro de los empeños de los economistas e instituciones mundiales. A ello se puso, por ejemplo, la OCDE, que concluyó hace unos meses que, en los 36 países más desarrollados, el peso de la clase media en el conjunto de la población ha disminuido en tres puntos, del 64% al 61% en las tres últimas décadas.

Por debajo de esta cifra se encontraría ya, según un estudio de CaixaBank, España, donde el porcentaje de población que ingresa entre el 75% y el 200% de la renta media se situó en 2017 en el 59,3%, 3,7 puntos menos que en los años 80. Una cifra que poco tiene que ver con los datos de Navarra, la comunidad en la que mayor peso tiene este colectivo. Un 71,6% se ubicaría todavía dentro de un colectivo que en Navarra parece haberse sujetado mejor. El porcentaje de personas que se ubica en los deciles intermedios de renta es hoy en Navarra el mismo que en 2008: el 62%.

“Pese a no existir una definición exacta de la clase media, hay cierto consenso en describirla”, explica Ricard Murillo, uno de los economistas que ha participado en la elaboración del dossier de CaixaBank Research. De este modo, se trataría de “una parte mayoritaria de la sociedad que comparte unos valores determinados, posee una relativa estabilidad financiera y una buena calidad de vida que espera traspasar a su descendencia”. “También se entiende -continúa Murillo- que la clase media es una parte de la sociedad capaz de vivir de forma confortable, sea cual sea el significado de confortable, que puede incluir elementos como tener acceso a una vivienda, disfrutar de ocio, de una buena atención sanitaria, de un cierto nivel educativo o de una jubilación decente o tener la capacidad para asumir gastos inesperados”.

Poner cifras a todo esto comunidad por comunidad es lo que hecho CaixaBank Research, que ha analizado, a partir de los datos de ingresos de la Encuesta de Condiciones de Vida del INE, el tamaño de la clase media comunidad por comunidad. Si se fijan umbrales de renta distintos en cada comunidad autónoma, teniendo en cuenta los distintos niveles de ingresos medios, los ingresos de una persona de clase media en España oscilan entre los 9.100 y los 46.200 euros con un promedio de 18.100 euros. “Este gran abanico de ingresos se debe a la disparidad entre la renta que es necesaria en cada comunidad autónoma para ser considerado como clase media. Por ejemplo, en el País Vasco, una persona con una renta entre 17.300 y 46.200 euros se considera clase media, mientras que en Andalucía lo es una con una renta entre 10.600 y 28.200 euros”, explica Ricard Murillo. Más extremo resulta incluso el caso de Extremadura, donde basta con ingresar 9.071 euros para ser considerado parte de la clase media (755 euros al mes).

En el caso de Navarra, el estudio de CaixaBank eleva el umbral inferior hasta 16.515 euros, por lo que bastaría ingresar 1.376 euros al mes para pasar a formar parte de la clase media. Y se encontrarían por tanto dentro de este colectivo todos aquellos que no superasen los 44.041 euros de ingresos anuales (3.670 euros al mes). Por debajo y por encima de esas cantidades serían considerados, respectivamente, clase baja y clase alta.

Pese a que la holgura de los márgenes -la capacidad adquisitiva de alguien que gana 1.400 euros tiene poco que ver con la de quien gana 3.000-, el estudio sí que deja alguna conclusión interesante para Navarra, la comunidad que mostraría un mayor peso de este colectivo, por delante de La Rioja, con quien comparte algunas semejanzas en su estructura económica (67,4%). En el caso de Navarra, la clase media destaca asimismo respecto a la media nacional por una menor temporalidad en su puesto de trabajo (12,5%, la cuarta más reducida, frente al 16,2% de media) y un mayor peso de cabezas de familia de clase media con estudios superiores: un 38,3% frente a un 31,7% medio.

Un mayor peso de la clase media supone así una mayor extensión de los valores que históricamente le han sido atribuidos, pero que no le pertenece exclusivamente, explica Murillo, como la importancia que se da a la educación, el trabajo, el ahorro y también la preferencia y el apoyo por las instituciones democráticas: “Estas características favorecen un crecimiento inclusivo y, con ello, un nivel elevado de cohesión social”. Los países con una mayor clase media exhiben además mayores niveles de confianza, de inquietud política y de relaciones sociales, y sufren una menor criminalidad. En cambio, una mayor clase media no tiene ninguna implicación sobre los niveles de satisfacción persona. “Ello podría sugerir -concluye Ricard Murillo- que pertenecer a la clase media actualmente ya no es una garantía para ser feliz, una hipótesis ya apuntada por autores que hablan de un aumento del malestar de las clases medias ante las grandes incertidumbres del mundo actual”.