a tardado cinco años, pero la consecuencia última del dieselgate, el escándalo que en septiembre de 2015 sacudió al grupo Volkswagen hasta los cimientos, se siente estos días en la cadena de Landaben. Los últimos motores diésel se ensamblan estos días en la factoría navarra, volcada en las motorizaciones de gasolina y que abandona así una tecnología que ha atravesado la historia reciente de la automoción durante las últimas décadas.

La sección sindical de UGT en Volkswagen Navarra lo anunciaba ayer en una nota en la que emplazaba a los políticos a no perder de vista “horizontes como el año 2030 y los nuevos retos imparables del coche eléctrico”, que todavía no se divisan en el horizonte de Volkswagen Navarra. El grupo alemán apuesta por la gasolina para los coches que fabrica en Navarra y ha reservado las motorizaciones eléctricas para sus factorías en Alemania, Estados Unidos y China. Volkswagen Navarra, por su parte, está centrada en estos momentos en el Polo, cuya renovación verá la luz a comienzos del próximo verano, y el conocido hasta el momento como Nivus, un todocamino con aire deportivo cuyas carrocerías ya han comenzado a pasar por la línea de montaje de Volkswagen Navarra.

“Estamos viendo los últimos diésel”, explicaba UGT en su nota, en referencia a una decisión que la multinacional ya tomó hace unos meses ante la falta de demanda. La decisión es la consecuencia última del terremoto que supuso el descubrimiento del fraude en las emisiones de CO2, que hundió las ventas de una tecnología que alcanzó su popularidad vestida precisamente con la etiqueta de la eficiencia.

Este mito se derrumbó con la publicación del fraude, se llevó por delante a la cúpula de Volkswagen e impactó de modo inevitable en las ventas de este tipo de motorizaciones. Ante ello, algunas marcas como Smart, Lexus y Honda anunciaron ya su eliminación. Otras, como Volkswagen, la han mantenido. El fabricante alemán ha comenzado, sin embargo, a prescindir de ella en sus modelos más pequeños. Es el caso del Polo, conocido antes como utilitario, que abandona sus motores diésel 1.6 TDI, que estaban disponibles con opción de 80 y 95 CV.

Esta decisión no tiene relevancia alguna en los ritmos de fabricación de la planta, impulsados por la mejoría de la demanda en los principales mercados y por un contexto epidemiológico que favorece al coche privado en detrimento del transporte público. “Cada día salen del taller de Montaje 1.581 coches. La fábrica está más viva que nunca”, explicaba UGT en un comunicado.

Para ello, señala la UGT en un comunicado, “se ha contratado a 452 compañeros y compañeras” y hay una “continua conversión de contratos eventuales en fijos”, una situación que a su juicio es posible gracias a “las magníficas expectativas que se generan mediante años y años de trabajo conjunto entre dirección y la mayoría del comité de empresa”. También es posible, subraya, por las medidas preventivas adoptadas, “gracias a las cuales podemos decir que hasta hoy, a tenor de los datos sanitarios que cada semana nos ofrecen, VW Navarra es un lugar seguro frente a la covid en el que nadie se ha contagiado y así debe seguir”.

Desde 2021

Fabricar tres modelos a la vez

UGT recuerda que “el camino no estaba libre de obstáculos antes de esta crisis sanitaria y estos no han desaparecido” y en este sentido alude a la necesidad de prorrogar el contrato relevo para la empresa manufacturera que finaliza en 2022, el lanzamiento del tercer modelo y la construcción de los tres modelos de manera simultánea, o la incertidumbre ante el impacto que la crisis sanitaria pueda tener en las producciones. “Ponemos en valor la dedicación, esfuerzo y profesionalidad de todos los que formamos parte de la plantilla de Volkswagen Navarra para que el próximo año se reconozca esa labor diaria y nuestra planta siga siendo referencia y siga a pleno rendimiento, porque, sencillamente, nos lo hemos ganado”, concluye el sindicato.