"Sois mis guerreros y no pararéis hasta que el cliente compre o muera". Esta frase pertenece a la película "El lobo de Wall Street", pero resume bien el "modus operandi" de algunos chiringuitos financieros creados con el único objetivo de captar a inversores para estafarles en el "juego" de la bolsa.

Centrados en los mercados secundarios de valores, estos "tiburones" de chiringuitos financieros creados "ad hoc" para enriquecerse con la inversión de otros tuvieron su época dorada en los años 90, cuando aprovecharon una legislación más laxa para manipular las cotizaciones y quedarse con las ganancias.

Después, la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV) endureció las normas, más difíciles ahora de burlar. Aún así, las fuerzas de seguridad detectan de vez en cuando este tipo de actividades ilegales.

Tanto es así, que desde el año 2000 el grupo de Delincuencia Económica de la Unidad Central Operativa (UCO) de la Guardia Civil ha llevado a cabo cuatro grandes operaciones, una de ellas culminada este año con la detención de nueve personas que habrían estafado más de 27 millones de euros a 472 inversores españoles. Alguno llegó a perder medio millón.

Y uno de ellos fue quien acudió a la Guardia Civil de San Sebastián para denunciar que había sido estafado. Comenzó así una investigación que luego retomó la UCO, que llegó a la Audiencia Nacional y que acabó con los principales responsables del chiringuito entre rejas.

Los investigadores han explicado a Efe cómo funcionaba esta red, quizá la más compleja de las desarticuladas por la UCO al operar desde el Estado español y Alemania.

Todo comenzó cuando cuatro empleados de la empresa germana ISG -dos alemanes de origen turco, un griego y un español- decidieron instalarse por su cuenta y montar un chiringuito financiero con un reparto de tareas que, según sus cálculos, les iba a reportar suculentos beneficios. Los tres primeros se quedaron en Düsseldorf. El español se trasladó a Barcelona.

DESDE ALEMANIA: LA CAPTACIÓN DE LAS EMPRESAS

Quizá lo más complicado en este "negocio" fuera captar las empresas para ponerlas a cotizar en los mercados de la bolsa. De esta tarea se encargaban los tres de Alemania.

Buscaban empresas de tamaño medio, con alguna dificultad pero con posibilidades de que una "mano de pintura" las hiciera suficientemente atractivas para el inversor. Aunque para eso fuera necesario hacer circular información falsa sobre ellas.

Empresas griegas, francesas, austriacas, holandesas, alemanas..., fotovoltaicas, inmobiliarias, agroalimentarias, de muebles, de decoración... fueron captadas por esta red tras convencer a sus propietarios de que su salida a bolsa, a los mercados secundarios de Viena, París, Berlín o Fránfort no solo las reflotaría, les acarrearía grandes beneficios.

No descuidaban ningún detalle. Hoy en día todo pasa por Internet, y una buena página web es la mejor carta de presentación para una empresa, como subrayan a Efe los investigadores de la UCO.

A LA CAZA DEL INVERSOR

"Sed feroces, sed despiadados, sed unos putos terroristas telefónicos". Otra frase que se escucha en la película que protagoniza Leonardo DiCaprio y que podría ilustrar -salvando lógicamente la exageración de la ficción- el papel desempeñado por la parte española del chiringuito: la caza de inversores.

Desde Barcelona, el exempleado español de ISG dirigía un equipo de personas, algunas de ellas de su propia familia, dedicadas a buscar inversores, para lo que utilizaban las páginas amarillas. Sus objetivos eran empresarios y profesionales liberales que pudieran disponer de dinero para invertir, en algún caso incluso dinero "negro".

Desde este centro de llamadas y con un guión previo, los captadores se ponían en contacto con los potenciales inversores para ofrecerles acciones. Antes de nada, fingían que les llamaban desde una empresa de asesoramiento financiero instalada en Amsterdam o en Londres y con nombre rimbombante para dar mayor seguridad al futuro inversor, pero no les ocultaban que eran españoles.

Para ganar su confianza, les ofrecían primero acciones de grandes empresas, de esas de reconocido prestigio y marca con las que siempre se gana.

También dejaban claro a sus "víctimas" que no tocarían su dinero y les ofrecían un año gratis de asesoramiento. Tras ese plazo, les cobrarían ya entre un dos y un seis por ciento de comisión sobre los beneficios obtenidos.

Una vez ganada su confianza, les "desviaban" hacia otros valores, los de las empresas que la "pata" alemana de esta organización delictiva ya había puesto a jugar en las bolsas.

Valores en alza gracias a las inyecciones de compra de acciones que de vez en cuando les metía la red -10.000 ó 20.000 euros- para que subieran y fueran, por tanto, más atractivas para el mercado.

Los inversores "picaban" y compraban. Se trataba de cumplir con el objetivo que tan bien ilustra otra frase de la película de Martin Scorsese: "Mantén a los clientes en la noria, día y noche, todo el año, cada década de cada puto siglo".

LA ESTAFA

¿Cómo se materializaba la estafa? Según explican a Efe los investigadores de la UCO, una vez que las acciones se situaban en un determinado nivel de subida, la red, que ya se había colocado como socio capitalista de la empresa, retiraba los beneficios y se llevaba el dinero a cuentas abiertas en paraísos fiscales.

De este modo, la empresa se descapitalizaba, quebraba y sus acciones se derrumbaban en la bolsa. Así que al inversor solo le quedaba un documento donde decía que compró, por ejemplo, 20.000 euros en acciones. Pero ya solo era papel mojado. El resumen es que en total, los "malos" timaron a 472 inversores (todos españoles) 27 millones de euros.

LA INVESTIGACIÓN

Tras la denuncia de un afectado, la Guardia Civil de San Sebastián tiró del hilo, descubrió cuentas en paraísos fiscales y dio con el chiringuito de Barcelona, cuyos responsables fueron procesados, pero quedaron en libertad mientras se resolvían las comisiones rogatorias.

Fueron apareciendo decenas de afectados, unidos aun hoy en una plataforma dispuesta a recuperar su dinero. Mientras, la red siguió operando.

La Guardia Civil sabía que otra parte de la organización trabajaba desde un país europeo. Y efectivamente, la Policía alemana la estaba investigando y pudo saber, a través de las bases de datos de Europol, que en España se había descubierto el chiringuito.

Con la dirección de la Audiencia Nacional, a instancias del juez Santiago Pedraz y ante la dimensión que estaba tomando el caso, la UCO se sumó a la investigación en coordinación permanente con la Policía de Düsseldorf. Y siempre con el apoyo de la CNMV.

No tardaron en demostrar la relación entre los dos grupos y en acreditar la continuidad delictiva de la parte española mientras los procesados esperaban el juicio. El magistrado los mandó a prisión.

Aún queda un "fleco" y es determinar si, como creen los alemanes, un ruso aún sin identificar, o quizá un búlgaro que podría hacer de fiduciario de las acciones, como no descartan los españoles, era quien se llevaba una tercera parte de los beneficios de la estafa.