Más de la mitad de los municipios de Navarra ha seguido perdiendo población durante este siglo. Un periodo de crecimiento demográfico relativamente intenso, pero que solo ha servido para reforzar todavía más la capacidad de atracción de Pamplona y su comarca, convertida ya en algunos aspectos en un área metropolitana todavía bastante dispersa, pero que va llenando huecos poco a poco y supera ya los 373.000 habitantes, 83.000 más que hace solo dos décadas.

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Mientras tanto, amplias zonas de la Comunidad Foral han visto cómo se agravaba un éxodo ya muy antiguo, que arrancó en los años 50 del siglo pasado y que no solo no se ha detenido, sino que se ha agravado en la última década, demostrando el fracaso de las políticas que se han aplicado hasta el momento. En 20 años, 55 localidades han perdido al menos una cuarta parte de su población y más de un centenar de municipios han visto diezmado (un 10% de perdida) su número de habitantes. El Pirineo, la Baja Montaña y amplias zonas de Tierra Estella son los territorios que en mayor medida están sufriendo el problema.

En las dos últimas décadas Navarra ha pasado de 555.829 a 661.197 habitantes. Un aumento que duplica el de los 20 años precedentes y que se asentó a comienzos de siglo con la llegada de decenas de miles de personas procedentes de otros países. Así, entre 2000 y 2010 la Comunidad Foral creció en más de 82.000 personas y solo en unas 24.000 en la década siguiente.

El aumento ha resultado, sin embargo, muy desigual. No solo por periodos, sino también por zonas geográficas. Pamplona y su comarca concentran un 86% del aumento total de la población de Navarra en el siglo XXI. Su capacidad de influencia, ya muy notable en la primera década del siglo, se reforzó con la crisis de 2008-2012. Desde entonces, prácticamente el 100% del crecimiento poblacional de Navarra se concentra en Pamplona y en sus municipios cercanos. Solo el área de Tudela, con 1.245 habitantes más, es capaz de mantener un cierto crecimiento en esta década. Con la robotización limitando la capacidad para crear empleo de la industria alimentaria y del sector agrario, los nuevos empleos se ubican de forma mayoritaria en el sector servicios.

Los desarrollos urbanísticos alrededor de la capital han disparado la población de ayuntamientos casi rurales hace apenas dos décadas, como el del Valle de Egüés, que presenta el incremento poblacional más alto de toda la Comunidad. Y no es el único: Berrioplano, Cizur, Huarte y Aranguren, Valle de Elorz… Todos muestran crecimientos elevados que, en algunos casos, continúan, al existir todavía suelo edificable o susceptible de serlo. Incluso localidades más alejadas como Aoiz se benefician de esta proximidad y crece, al igual que Monreal o Elorz, gracias a los desarrollos de viviendas unifamiliares.

Por el contrario, son los municipios más pequeños, aquellos que se vaciaron a mediados del siglo pasado, quienes presentan las caídas más importantes de los últimos 20 años. Se concentran en el Pirineo, en la Baja Montaña y en Tierra Estella, aunque también sufre del norte de Navarra, por el influjo en este caso de Irún, Hondarribia, Hendaia y San Sebastián. Barbarin, Güesa, Aribe, Azuelo y Názar se han dejado en 20 años la mitad de su población residente.

Nada hace prever que esto vaya a cambiar en los próximos años. Las pirámides poblacionales sitúan a los pueblos más pequeños también como los más envejecidos, una amenaza real para su desaparición en las próximas décadas. El envejecimientos, un fenómeno en cualquier caso común al conjunto de la sociedad, se deja sentir también en Pamplona, donde 22 de cada cien habitantes tiene más de 65 años, frente al 19,76% de Navarra. Cinco municipios de Navarra (Abaurrea Baja, Azuelo, Barbarin, Castillonuevo y Roncesvalles) no tienen empadronado a ningún niño.

Se reproduce así, a escala regional, lo que es una tendencia de momento inapelable en todo el globo.

Pamplona y su comarca roban habitantes a municipios más pequeños que, conforme van menguando, tienen más complicado revertir la tendencia. Pero, a su vez, polos urbanos más potentes, como Madrid, roban talento, empresas y actividad económica no solo a las capitales más próximas, como Segovia, Toledo y Ávila, sino a ciudades más ricas y de tamaño medio como la capital navarra. Una capacidad de absorción potenciada además por el desarrollo en las comunicaciones o la adopción de un modelo radial para la red de alta velocidad, que dejará Madrid a apenas dos horas o dos horas y media de casi toda la península.

También a nivel europeo los mapas nos muestran un continente a dos velocidades, con desequilibrios regionales, pero también nacionales. El éxodo masivo que dejó la caída del telón de acero se apreciaba todavía en Hungría, Polonia, Bulgaria, Rumanía y el Báltico, mientras que en Europa Occidental la población crece en los grandes núcleos urbanos y en los corredores, reales e imaginarios, que forman el Mediterráneo y el Atlántico.