El Grupo Alfa cumplió el pasado año 100 años de trayectoria sin muchos motivos para celebrar. La histórica firma, asociada en la década de los 20 del siglo pasado con el próspero devenir de Eibar, fue un referente en la fabricación de armas primero, y en la de máquinas de coser después, que durante muchos años creó riqueza en el entorno además de promocionar la vida social y deportiva de la comarca a través de diversos patrocinios.

En los años 90 sufrió una dura crisis que le hizo replantearse su trayectoria con un plan de revitalización que le llevó a un intenso proceso de diversificación de negocios. Las máquinas de coser dejaron espacio a otras actividades relacionadas con sectores en auge, como la automoción, la aeronáutica o la microfusión de acero y aluminio, en lo que supuso la salvación del grupo empresarial.

La operación representó una importante inversión tanto en equipamiento como, sobre todo, en la adquisición de nuevos negocios que el grupo empresarial propietario de Alfa consideraba estratégicos y que, a la postre, se confirmó su rentabilidad. Además, el Grupo Alfa mantuvo su compromiso con la participación de los trabajadores, puesto que en su accionariado un 15% de las participaciones correspondía a la plantilla.

Resurgido de sus cenizas, el Grupo Alfa emprendió una época próspera que finalizó en 2012 con la presentación de un concurso de acreedores que representó el primer paso hacia un final culminado en junio de este año con la venta de Alfa Hogar a una compañía china.

La primera de las empresas del grupo en caer fue Alfa Arte, que en 2013 entró en proceso de liquidación. Sus doce trabajadores decidieron continuar y crearon una sociedad anónima laboral que hoy en día tiene continuidad.

Artistas de la talla de Miquel Barceló han confiado en la profesionalidad de sus trabajadores y, recientemente, destaca su participación en la obra de arte Hondalea de Cristina Iglesias en la isla Santa Clara de Donostia.

La siguiente pérdida en el grupo empresarial se produjo a finales de 2014 con la venta de Industrias Gol a una compañía coreana. Esta adquisición no solo implicó a la empresa de Alfa especializada en estampaciones en frío, sino que también supuso la caída Rumagol, la planta que el grupo empresarial inauguró en Rumanía con el objetivo de entrar en mercados internacionales, y de Dinalot en Abadiño, actualmente extinguida, con la consiguiente desaparición de puestos de trabajo.

Tras la venta de estas dos empresas llegó el turno de Industrias Mallabi ubicada en la localidad vizcaína del mismo nombre en 2017, que destruyó 90 empleos. En la solicitud de apertura de la fase de liquidación la empresa fundamentó su decisión en la caída de las ventas (de casi 30 millones en 2011 a algo menos de cinco en 2015) y el consiguiente incremento de las pérdidas tras no ser “posible lograr unos objetivos que permitan asegurar la situación de la compañía” a pesar de las medidas adoptadas.

Un año después llegó la desagregación de Alfa Precision Casting y Util Alfa, que en la actualidad se mantiene en activo bajo el nombre de Eibar Precision Casting desde que en julio de 2018 se materializó la adquisición. Esta operación se realizó después de que en 2017 se decretara un ERE de liquidación, y se cifró en 3,4 millones de euros.

El Grupo Orbea procedió a su compra, que se limitó a una de las divisiones de la compañía, la dedicada a la aeronáutica que había demostrado ser la más rentable, mientras que la de mecanizado desapareció.

Esta venta supuso un duro golpe a la ya deteriorada plantilla de Alfa, dado que los 40 trabajadores de la unidad de mecanizado vieron rescindidos sus contratos, mientras que de los 90 empleados que constituían la plantilla del área de aeronáutica se mantuvieron dos tercios, 60 profesionales.

El listado de empresas del Grupo Alfa con una larga trayectoria que han sido vendidas se completa con Alfa Hogar, firma que había hecho una fuerte apuesta por reinventarse para afrontar los cambios de tendencia y que, pese a obtener unos buenos resultados, ha traspasado su propiedad a la compañía de Basauri POESSA en junio del presente ejercicio.

Este grupo vasco, que llegó a tener 1.600 empleados, reducidos a 900 hace una década con una facturación superior a los 120 millones de euros, firmó su declive en el concurso de acreedores de 2012 que obligó a reestructurar la organización. Como resultado, un lustro después, en 2017, su facturación no alcanzaba los 20 millones de euros y la plantilla se había reducido hasta los 131 trabajadores.