En el corazón de la Navarra despoblada, en Urraul Alto, la hospedería de Santa Fé ha vuelto a la vida. Y lo ha hecho de la mano de Fran Fernández, un cocinero de 35 años, afincado en Pamplona desde hace 15, que se ha lanzado a la aventura de mantener un negocio con sabor histórico y patrimonial, que abrirá de nuevo el 16 de febrero y que desde mediados de junio atenderá todos los días de la semana.

“Ahora estamos de vacaciones, abriremos de momento fines de semana”, explica Fran Fernández, uno de los socios del proyecto, que propone “buena cocina” y ambiente tranquilo en uno de los rincones con más encanto y menos conocidos del norte de Navarra. Un antiguo monasterio cisterciense, que rozó la ruina a finales de los 80 y que desde entonces trata de regresar a la vida de la mano del turismo rural, una de esas actividades que, en silencio, hacen latir núcleos de población tan pequeños como Urraúl. “Somos 12 municipios con 130 habitantes”, explica Fernández.

De la mano de Anel, Fernández ha impulsado Ilargitour Sociedad MicroCooperativa junto a Susana Palomeque. “Yo ahora soy muchas cosas, pero en realidad yo soy cocinero”, explica antes de recordar su llegada a Pamplona, en 2009, para trabajar en el hotel Palacio de Guenduláin, en el casco viejo de Pamplona. Un proyecto en el que permaneció hasta 2014, que le permitió adquirir experiencia y desde donde dio el salto al Molino de Urdániz, donde trabajó junto a David Yárnoz, propietario del único restaurante de Navarra con dos estrellas Michelín.

Un estreno con todo lleno

“Fue un aprendizaje constante”, dice Fran Fernández, en referencia al trabajo en una de las cocinas más innovadoras y exigentes y donde poco a poco fue armando el proyecto de montar algo propio. La oportunidad llegó donde menos se esperaba, en una hospedería remota, ubicada en un viejo edificio del siglo XVII y a la que apenas unos meses de cierre había pasado factura.

“Estaba un poco destartalado, pero nos decidimos. Abrimos el verano pasado, en plena temporada alta, y fue durillo pero muy positivo. Al día siguiente de abrir teníamos lleno”, explica Fernández, nacido en Villanueva de la Fuente, Ciudad Real, en uno de los confines de Castilla la Mancha, cerca ya de la Sierra de Cazorla. “Tengo 700 kilómetros hasta casa, aunque después de tanto tiempo mi futuro creo que está aquí” dice. 

La experiencia del verano pasado les ha animado a continuar. La hospedería cuenta con un restaurante con 19 mesas que ofrece diferentes menús, incluido uno gastronómico, que apuesta por productos navarros, como “la carne de Sarbil y de Maskarada”. Y acoge también media docena de habitaciones en uno de los entornos más tranquilos que uno pueda imaginar. Un emplazamiento algo remoto, junto a una antigua ruta secundaria del Camino de Santiago, ideal para visitar los valles pirenaicos. 

“Tenemos -cuenta Fran Fernández- mucho cliente de Pamplona entre año, que viene a dormir. En verano tuvimos muchos turistas franceses, por ejemplo, se nota que la frontera está cerca. Navarra es potente en turismo rural y lo cierto es que el norte está de moda”.