Sencillez, demanda y agua: por qué los campos navarros se están llenando de calabazas
Una de las hortalizas de moda incrementa un 75% la extensión de su cultivo en los últimos años, hasta las 277 hectáreas. Los productores han logrado desestacionalizarla
El húmedo otoño de 2023 llenó los pantanos navarros. Y, tras la sequía de los meses precedentes, los agricultores navarros lo vieron claro: era el momento de volver a uno de los cultivos más tradicionales y rentables de la mitad sur de la Comunidad Foral. El tomate para industria ha alcanzado el total de 2.552 hectáreas, un 11,4% más que el año pasado, según datos del Departamento de Desarrollo Rural y Medio Ambiente del Gobierno de Navarra.
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El dato fue aportado durante la jornada de cultivos hortícolas que celebró Intia en la finca experimental de Cadreita. Un día en el que técnicos y agricultores pudieron hacer un repaso de una actividad con menos presencia que el cereal, la vid o los olivos, pero con una importancia económica indudable. Y con crecimiento llamativos, como el de la calabaza. Las verduras y hortalizas congeladas o envasadas, muchas de ellas con destino a la explican en buena medida el crecimiento de la agroindustria en los últimos años. Y los primeros datos indican que “las expectativas son muy buenas a tenor de lo recogido en los primeros días de campaña”.
“La disponibilidad de agua ha sido clave este año”, explican desde Intia en relación al crecimiento del tomate y, en menor medida, del pimiento, que roza ya las 970 hectáreas. “Este año, a diferencia de lo que sucedió en la temporada anterior no ha habido apenas limitaciones en el consumo de agua y hay que tener en cuenta que el tomate es muy exigente, pide unos 6.000 metros cúbicos de agua por hectárea”, señalan.
Crece la calabaza
Hay otros aspectos que hacen del tomate un cultivo casi siempre interesante. Su consumo es muy estable, con una cierta tendencia al alza, la industria lo reclama para productos diferentes a los que trata de dotar de un mayor valor añadido, como las salsas y los concentrados como el ketchup. “Y además está muy mecanizado, tanto en la recolección como en la gestión de hierbas”, explican desde Intia acerca de un producto que, en el caso del destinado al consumo en ensaladas, puede alcanzar precios más elevados. Son producciones pequeñas, pero con una rentabilidad muy superior.
Muy lejos de las superficies que alcanza el tomate, pero cada vez con una presencia mayor, florece la calabaza, cuyo cultivo ha crecido más de un 75% en los últimos años. Un avance que se ha prolongado este año, con 70 nuevas hectáreas cultivadas, hasta las 277. Su consumo en los últimos años ha crecido en España un 70%, de la mano de una campaña, Love Klabaza, que busca asimismo desestacionalizar el consumo, limitado anteriormente al otoño-invierno.
En la actualidad, la calabaza tiene presencia en los supermercados también en primavera y verano. Los productores no solo han logrado recoger durante casi todo el año. El producto tiene una larga durabilidad en las condiciones adecuadas y acepta diferentes formatos (rodajas, trozos envasados al vacío) que la han convertido en un producto mucho más accesible y demandado.
No es el cultivo más rentable, pero es interesante por varios motivos. “Sobre todo tiene muy poca complicación para los agricultores”, explican desde Intia. Se siembra, se trabaja algo en los surcos en las primeras semanas y, posteriormente, se observa cómo crece. Y poco más hasta el momento de la recogida. “Si hay alguna enfermedad tampoco se puede hacer mucho, porque como la planta se extiende tanto, si entras con el tractor la destrozas”, añaden.
La calabaza pide eso sí una extensión de terreno moderada (en una hectárea de terreno es posible sembrar hasta 5.000 plantas) y no es muy exigente con la cantidad de agua que requiere (2.000-2.500 metros cúbicos por hectárea), una tercera parte que el tomate. Un dato relevante si las precipitaciones disminuyen y que puede convertir a esta hortaliza en un interesante cultivo de rotación durante los próximos años.