Si justo hace un año, en este mismo espacio en el que nos permitimos una parada para mirar lo que nos deja el año que se acaba y tratar de intuir por dónde discurrirían los nuevos caminos, me refería a la cultura como el sector que había sabido reiventarse, adaptarse como ningún otro a los tiempos de incertidumbre del covid y buscar nuevos formatos y maneras de contactar con un público en la distancia que se ha mantenido siempre cerca, esta vez probablemente servirían casi las mismas palabras ante la sensación de estar de nuevo en un punto en el que ya habíamos estado. Creo que fue el sector más generoso con la situación sanitaria, uno de los más solidarios con la sociedad y todavía hoy lo sigue siendo y el que más nos aporta, como un puente a la evasión, para hacer más llevadera la difícil realidad social y sanitaria en la que estamos metidos. Han sido meses muy complicados para los profesionales de las artes, ya acostumbrados a apretarse el cinturón, pero no tanto. Las salas, los cines, los museos, los teatros... han estado con sus aforos y programaciones limitadas durante meses y los espectadores sin posibilidad de acudir a ellas o sin moverse de su propio territorio para acceder a propuestas culturales cercanas. Hemos tenido que viajar más que nunca a través del arte y la cultura, soñar despiertos y vivir mundos posibles en la pantalla, los libros o los escenarios. Pero allí ha estado siempre la cultura, como evasión, como una medicina útil para paliar la ansiedad y la desesperanza de ver que mes a mes las cosas avanzaban con el riesgo de retroceder. Ycasi siempre retrocedían.

En este año 2021 marcado todavía por la pandemia, conocimos las cifra reales que nos dejó el 2020 en el ámbito cultural, un año realmente malo con unos descensos de actos, espectadores y recaudación irrecuperables por el momento. Las artes escénicas redujeron un 51,1% el número de funciones, un 75,5% la asistencia y un 70,8% la recaudación. En el sector del cine en Navarra se registraron descensos del 56,4% en sesiones, del 67,9% en espectadores y del 67,6% en recaudación. Son solo algunos datos que nos dan idea de la magnitud de la crisis en la que está el sector. Pero pese a todo siguieron abiertos, y según datos del Gobierno, en Navarra ha crecido el número de empresas culturales en 2021. Para esos que han resistido y para los valientes que han emprendido, hacen falta más que nunca ayudas que sostengan la actividad y campañas de concienciación de que la cultura no puede seguir siendo el último escalón, lo que queda por cubrir cuando todo lo demás esta cubierto. Las ayuda europeas y los fondos covid deberían servir para relanzarla, como uno de los sectores duramente castigados por las restricciones. Y de paso, avanzar en Plan Estratégico de Cultura de Navarra, en la ley Foral de Profesionales de la Cultura y en la Ley Foral de Derechos Culturales de Navarra.

Todo esto es en la parte económica y material, pero la cultura tiene algo no tangible y no medible en cifras. No sabemos todavía cómo afectará esta larga crisis a la creación como tal. A las ideas, a la capacidad de seguir creando historias, canciones, lugares o proyectos. Las propuestas culturales son reflejo de lo que vivimos; el arte y los artistas se alimentan, lo quieran o no, de lo que viven y sienten, de lo que son y somos el resto. Es imposible que el covid no acabe determinando cómo será la cultura del futuro de la misma manera que nos está marcando cómo somos las personas.

Pero es cierto que este 2021, pese a todas las complejidades, nos ha dejado un buen balance en cuanto a lo que ha sido la cultura en Navarra. Desde el Premio Príncipe de Viana a la Compositora Teresa Catalán, el Premio Nacional de Ensayo a Ramón Andrés, a los Max que han reconocido el trabajo de Alfredo Sanzol pasando por ciclos, festivales, exposiciones, rodajes, conciertos, eventos, programaciones publicas y privadas que han permitido que Navarra se mantenga como una comunidad rica culturalmente, un lugar donde todavía pasan cosas, donde hay grandes ideas y buenos creadores y artistas. La pandemia ha obligado al sector a subirse al trapecio y caminar sin red, a moverse en la cuerda floja, a recuperar la valentía y la esencia misma de la cultura, como ese algo que surge de una necesidad que no entiende de barreras ajenas.