En estos tiempos de dos pasos adelante y uno atrás en el avance hacia la normalidad -cada vez más conscientes de que no será la misma que antes de la pandemia, sino, en el mejor de los casos, cohabitando con una nueva enfermedad-, el deporte es una de las actividades sociales más sensibles, porque la mayor parte de las modalidades llevan aparejado el contacto físico y por la presencia masiva de espectadores en las más populares.

En esta situación, y pese a todo, el deporte navarro mira 2022 con relativo optimismo. Con estas situaciones de partida:

El buque insignia, Osasuna, ha hecho un final de año 2021 que mejor olvidar cuanto antes, pero con colchón respecto al descenso y, aún más importante, con una afición contenta con el estilo de juego que marca Jagoba Arrasate. Cada año que se logra la permanencia es un año de consolidación.

El resto del fútbol navarro busca su sitio en las nuevas categorías creadas. Osasuna femenino, sin perder de vista un ascenso a Primera que, si mantiene su nivel, será cuestión de poco tiempo. Y el masculino, con la buena noticia de la creación de una Segunda RFEF que le viene como un guante a esos equipos a los que la Tercera se les queda pequeña pero que antes vivían un paso efímero por la antigua Segunda B.

La pelota es deporte obligado en este artículo. La mano, siempre boyante -la eclosión del gran Altuna obligará a los navarros a dar un paso adelante, pero van llegando jóvenes capaces de brillar-. Y el remonte -el deporte inventado en Navarra-, siempre buscando nuevos formatos para reavivarse.

- El fútbol sala, con dos representantes en la máxima categoría y uno en la Segunda femenina, demuestra año tras año su capacidad de atraer espectadores, pero no hay que olvidar sus apuros (y echar las manos posibles), también anuales, para completar presupuestos.

- El atletismo navarro de pista vive su época colectiva más dorada, con el joven vallista olímpico Asier Martínez como punta de lanza. Y el de carreras populares, tan zarandeado por la pandemia, recuperará sin duda su completísimo calendario anual, envidia de muchas comunidades. Y lo mismo cabe decir del boom de practicantes y pruebas de trail (carreras de montaña) y de las diversas disciplinas del triatlón.

El ciclismo es otro clásico, ahora en años de relevo generacional. Veteranos como Erviti o Nieve, que son presente-pasado, y una decena de chavales presente-futuro.

El balonmano vive un buen momento, con el Helvetia Anaitasuna consolidado en la Liga Asobal y el Gurpea Beti Onak llamando a la puerta de la División de Honor femenina, haciéndolo además como cumbre de un proyecto unificado del balonmano femenino.

El baloncesto, con sus dos picos de pirámide -el Enerparking masculino y el Osés Construcción Ardoi- da opción a todo deportista de su grandísima cantera a encontrar su hueco deportivo.

La buena salud, a tenor de los resultados, del patinaje -con navarros en la elite mundial, dispuestos a dar el relevo al ya retirado Ioseba Fernández-; del béisbol -que consigue aferrarse a la División de Honor pese a sus problemas de infraestructuras-; de la gimnasia -con la rítmica de conjuntos a la cabeza, como acaba de refrendar el Alaia con sus medallas en Primera y en júniors-; o del waterpolo, con equipo masculino en División de Honor (aunque este año va a sufrir el WP Navarra para seguir ahí) y femenino en Segunda División.

Y la buena noticia, en forma de nuevas instalaciones, para un deporte al alza como el rugby.