Kiko Betelu estuvo 14 años subido a una UVI móvil y en un helicóptero medicalizado. En 2017 asumió el cargo de subdirector de Emergencias del Servicio Navarro de Salud. Ha vivido en primera persona la evolución de la atención de las urgencias durante los últimos tiempos, la importancia de la vocación y el estado actual en el que se encuentra el sistema sanitario navarro.

¿Cómo ha cambiado la atención de las emergencias durante los años que lleva en activo?

-En las tres últimas décadas este sector ha cambiado totalmente. Una de esas transformaciones ha sido la incorporación de la atención in situ, es decir, fuera del hospital. Hace 25 o 30 años se consideraba que las urgencias debían ser atendidas en los hospitales. Al contrario que hoy en día, que ya sabemos que en las patologías más graves es clave una primera intervención en el lugar del incidente. La labor de los servicios de emergencias es identificar este tipo de situaciones e iniciar los tratamientos con la mayor brevedad. Sin ello, la tasa de mortalidad subiría y las secuelas serían peores.

¿Qué tipo de urgencias son las más comunes en la Comunidad Foral?

-Predominan las patologías tiempo-dependientes, como las paradas cardiacas, los ictus, los infartos, los politraumas relacionados con los accidentes laborales, de tráfico o deportivos y la sepsis o enfermedad grave provocada por la reacción del cuerpo ante una infección.

¿Ha aumentado la cifra de urgencias en algún sector de la población en concreto?

-Más que un aumento de las emergencias, yo he notado una mayor conciencia sobre el tratamiento precoz. Cuando se creía que el tratamiento de cualquier urgencia empezaba en el hospital, el traslado consistía en "cargar y correr" para llegar al centro sanitario cuanto antes. Ahora se ha interiorizado la idea de que la supervivencia de una persona depende sobre todo de la atención en el lugar. Los servicios de emergencia actuales están formados por personas muy preparadas que atienden en el lugar y trasladan al paciente una vez que lo estabilizan.

"Nuestra tarea es intervenir en situaciones en las que nunca sabes cuándo o dónde van a suceder, y en las que puede haber vidas en juego"

¿Qué aspectos de su profesión son más difíciles de gestionar?

-Es una labor que conlleva una gran carga emocional y presión, ya que a diario me enfrento a situaciones de vida o muerte. Cuando se trata de traumas, politraumas y accidentes, a menudo veo pacientes jóvenes. Por ello, la dificultad está en conservar la tranquilidad en circunstancias estresantes.

¿Cree que otros profesionales sanitarios se ven identificados con estos sentimientos?

-Sí, pero creo que nosotros lo llevamos en el ADN. Estamos acostumbrados al estrés, a la carga emocional, a ver accidentes graves€ La pandemia no nos ha resultado una novedad en ese sentido, aunque esto no quita la sensación de fatiga. Si me permites el juego de palabras, diría que estamos "vacunados contra el estrés". En general, no hay nadie en este sector a quien no le guste este tema.

La vocación manda.

-De no ser así, una persona jamás llegaría a adaptarse. Por un lado están los conocimientos sanitarios sobre cualquier especialidad; pero a esto se le añade el factor emocional.

¿Alguna situación le ha marcado?

-He estado 14 años trabajando en una UVI móvil, aparte de en un helicóptero medicalizado del Gobierno de Navarra. Mis compañeros y yo atendíamos a un promedio de seis urgencias diarias. Si lo multiplicas por cada jornada de tu vida laboral, supone una tasa de mortalidad importante. No era excepcional el día en el que fallecían uno o incluso dos pacientes, pese a que no era lo mismo que muriese una persona de 80 años, que un niño. No me acuerdo de muchos casos, pero recuerdo al detalle todas las ocasiones en las que atendí a niños que habían sufrido un accidente o una parada cardiaca. Para bien y para mal.

"A veces aciertas en las decisiones, y a veces te quedas con la sensación de que tendrías que haber hecho las cosas de otra manera"

Situaciones que afectan más...

-Nuestro trabajo tiene una faceta técnica, pero también se basa en la improvisación y en la toma de decisiones. A veces aciertas de lleno y a veces te quedas con la sensación de que tendrías que haber hecho las cosas de otra manera.

¿Qué cualidades debería reunir una persona que quiera dedicarse a la atención de emergencias?

-Principalmente, saber mantener la calma en momentos de tensión. Imagínate un accidente de tráfico, con varios vehículos involucrados, varios heridos y algún fallecido. Cuando llega la ambulancia medicalizada al sitio, las personas que están allí esperan no solo tu intervención, sino también que pongas orden entre la policía, los bomberos, otros ciudadanos, etc. Aparte, influye la confianza en el trabajo en equipo. Muchas veces, actuamos bajo presión y nos entendemos sin necesidad de hablar.

¿Cuáles son las fortalezas o ventajas del Servicio Navarro de Salud?

-Para el tamaño que tiene Navarra, disponemos de suficiente capacidad hospitalaria y redes muy completas de Atención Primaria y de urgencias extrahospitalarias. Tenemos seis ambulancias medicalizadas, 28 ambulancias de soporte vital básico, un helicóptero medicalizado... Todo es mejorable, pero partimos de unos servicios garantistas y con profesionales a los que de verdad les agrada lo que hacen.

¿Cuáles son los próximos desafíos?

-En esta línea, la pandemia ha revelado en qué áreas hay deficiencias. En principio, ningún sistema sanitario estaba preparado para lo que vino después, por lo que nos hemos visto obligados a improvisar. El desafío está en cómo afrontaremos la "desescalada" cuando esto acabe.

En definitiva, ¿cuál es su filosofía de trabajo?

-Nuestra tarea es la de intervenir en situaciones en las que nunca sabes cuándo o dónde van a suceder y en las que puede haber vidas en juego. Para esto nos formamos, y es lo que nos gusta.