“No hay cooperativas sin cooperativistas”, afirmaba Alfonso Gorroñogoitia, uno de los cinco fundadores del movimiento cooperativo industrial de Mondragón. Una frase que encierra una verdad esencial: una cooperativa no es solo una estructura legal o un modelo económico, sino un proyecto vivo que depende de la implicación de sus miembros. Cada socio asume responsabilidades compartidas, participa en las decisiones y trabaja por un bien común, convirtiendo la cooperativa en un organismo colectivo donde la cooperación y la solidaridad son su motor.
Esa implicación es la que da sentido a la filosofía del Grupo Mondragón de “cambiar la empresa para cambiar la sociedad”, recuerdan los responsables de Laboral Kutxa en Navarra: Eduardo Elizalde y Maitane Bueno, directores de zona, y Pello Bayona, director de empresas. “Solo cuando los cooperativistas se comprometen plenamente con la gestión, la toma de decisiones y la vida de la empresa, esta puede convertirse en un verdadero motor de transformación social”, subrayan.
Centrado en las personas
Laboral Kutxa encarna esos principios con un modelo centrado en las personas y en la comunidad. La cercanía con los clientes, el arraigo al territorio y la sostenibilidad constituyen los pilares de su actuación. Por ello, su propósito va más allá de la actividad financiera tradicional: busca construir comunidades más prósperas, igualitarias y sostenibles, promoviendo una cultura cooperativa, solidaria y corresponsable.
“Lo que nos diferencia es la colaboración, la manera de trabajar entre nosotros; aquí no competimos, avanzamos juntos”, apuntan los directivos. “Si uno gana solo, no sirve; si ganamos todos, lo conseguimos mejor”. Ese espíritu se traduce en atención personalizada, confianza mutua y soluciones conjuntas para cada cliente, contribuyendo a mejorar la vida de las personas y a fortalecer el tejido social del entorno. Al mismo tiempo, esta filosofía alimenta un fuerte sentimiento de pertenencia entre quienes forman parte de la entidad.
Esa implicación genera responsabilidad y moldea una forma distinta de entender el trabajo. Como recuerdan los directivos, “nadie nace cooperativista; se aprende en el camino”. Y añaden: “Aquí se trabaja con la idea de que lo que haces tiene un sentido y, además, contribuye a dejar un legado para las futuras generaciones de cooperativistas”.
La transparencia, la participación y la confianza mutua consolidan ese vínculo. Cada socio sabe que su voz cuenta y que las decisiones compartidas son las que dan solidez al proyecto. “El cooperativismo no solo define una manera de trabajar, sino una forma de vivir la empresa, en la que los valores se traducen en hechos y la jerarquía se entiende como servicio”, destacan.
Diversidad y compromiso con el entorno
En ese ecosistema, la diversidad se convierte en un valor esencial. La suma de perfiles distintos —en experiencia, formación o perspectiva— enriquece la cooperativa y refuerza su capacidad de adaptación. “Aprender unos de otros nos ayuda a crecer como equipo y como organización”, señalan, convencidos de que la pluralidad es clave para avanzar.
Ese mismo espíritu de cooperación se proyecta hacia el exterior mediante iniciativas que refuerzan el compromiso de Laboral Kutxa con su entorno. Entre ellas, destaca la Fundación Gaztenpresa, que desde hace más de 30 años impulsa la creación de empleo y el emprendimiento como vías para fomentar el desarrollo económico y la cohesión social. Su labor va más allá de la financiación: ofrece orientación, asesoramiento y acompañamiento personalizado en cada fase del proyecto, desde la idea inicial hasta su consolidación. “Intentamos que cada emprendedor encuentre su camino y lo recorra con seguridad”, explican. Además, promueve la transición de pequeñas sociedades hacia modelos cooperativos.
De este modo, Laboral Kutxa reafirma su papel como cooperativa arraigada en su territorio y abierta al mundo, demostrando que solidaridad y eficiencia no son conceptos opuestos, sino caminos complementarios hacia un mismo fin. En una sociedad marcada por el individualismo y la competitividad, la entidad financiera defiende un modelo que “avanza en sentido contrario: el de la cooperación, la responsabilidad compartida y el compromiso con el bien común”.
Su propósito, aseguran sus responsables, se mantiene firme: “Seguir transformando la economía sin renunciar a nuestros valores”. Porque, como concluyen, “cambiar la empresa sigue siendo, hoy más que nunca, la mejor manera de cambiar la sociedad”.