- El pasado 23 de julio el espectáculo La Revolvedera rindió homenaje a uno de los tudelanos más olvidados, Luis Gil Lasheras, creador de La Revoltosa que podría denominarse como "el himno no oficial de la ciudad". Como señaló su organizador, Íñigo Castellano, "aún no tiene una calle en Tudela", cuando una de sus piezas sirve a todos los habitantes para sacar pecho más allá del Ebro. Hace ahora 80 años el que era director de la banda municipal, Luis Gil, dio forma a las noches tudelanas que desde entonces nunca serían igual. Ningún visitante se va de Tudela sin haber corrido, bailado, sudado y caído dando vueltas al kiosco en la plaza de Los Fueros.

En 1941 el maestro Luis Gil Lasheras presentó en la noche del 26 de julio la partitura de una melodía que mezclaba compases en progresión y jota. Entonces la bautizó con el nombre de Revolvedera y no se sabe muy bien cómo, pero a las personas que se encontraban aquella noche en la plaza de los Fueros les agradó la pieza y comenzaron a situarse alrededor del kiosco para dar vueltas al ritmo del compás de la música que cada vez era más frenética.

Según se recoge en las crónicas de la época, este baile, que en sus primeros años de vida sólo se interpretaba el último día de las fiestas patronales, establecía un duelo entre músicos y público. "Se trata de ver quién aguanta más... La misma tonada va repitiéndose cada vez más rápida. Viene a ser el resumen del espíritu tudelano: recio, incansable, sencillo y valiente. El espectáculo es único. Todo Tudela entra en la órbita del kiosco para probar su aguante y competir en la disputa con los músicos. Ha habido veces que los músicos se han agotado antes que los danzantes".

Puede que por ello en 1958 el director de la banda de Tudela, Mariano Armendáriz, optara por realizar cambios en la pieza compuesta por Gil Lasheras. Suprimió los aires de jota de la tonadilla, lo que desencadenó muchas críticas al considerarse que se estaba mutilando el acto. Eliseo Pinedo, que sucedió en el cargo a Gil como director de banda, escribió una misiva a su amigo Luis Gil Lasheras para explicarle lo sucedido en aquellas fiestas. "Este año (no podemos, ni hemos podido averiguar por qué) se han suprimido los aires de jota, es decir, que ha quedado mutilada. Según dicen algunos mozos, la razón es que así le es más fácil a la banda municipal vencerlos al no dejarles un momento de reposo, o la protesta colectiva a la falta de competiciones deportivas sustituidas por esta desenfrenada carrera sin ton ni son".

En la carta Pinedo también mostró su desacuerdo por lo sucedido al señalar que "no pienses llegado a pensar que no hemos sentido ese desmoronamiento de ese chimpún final que tú creaste, para alegría de los mozos y mozas; admiración de nuestros visitantes y envidia de los que no podemos tomar parte en él. No lo creas así y ese es el motivo de envío de esta carta abierta, que a ti no te ha de gustar por lo que tiene de publicidad; pero que servirá de protesta pública ante la posible desaparición de una pieza musical que tan acertadamente interpreta el gesto, la resistencia y la alegría de esta mocina tudelana".

Antiguamente este tradicional baile no tenía una duración fija como ahora, que se desarrolla entre las 0.30 y las 1.00 horas, dependía del aguante de los músicos y de los mozos que participaban dando vueltas al kiosco. Existen datos que apuntan a que en alguna ocasión llegó a durar 80 minutos, aunque lo normal era que La Revoltosa tuviera una duración media de 15 minutos. "Suele durar... depende. Ayer estuvimos 14 minutos", explicaba en 1970 el director de la banda de música, Mariano Hernández, cuando le preguntaron por este asunto. Este tiempo le parecía suficiente al músico, que añadió que hay que tener en cuenta "que los músicos no se relevan y los que dan vueltas sí. Lo cierto es que se trata de un baile tradicional de nuestras fiestas, que tiene su propia idiosincrasia, y hay que mirarlo como tal".

Después de ocho décadas, La Revoltosa de Tudela se ha convertido en el acto nocturno por excelencia de las fiestas y su esencia ha llegado intacta hasta hoy. No obstante, como sucede con casi todas las tradiciones, ha experimentado cambios y ha vivido épocas buenas y no tan buenas.

Hasta los años 70 era habitual que los participantes en este acto cambiaran el sentido de la marcha en el momento en el que la banda de música aceleraba el compás. Esto provocaba que se produjeran innumerables percances en esta especie de encierro circular que se corre al ritmo de los acordes de la música. Según el periódico La Gaceta del Norte, en el año 1972, sólo en la noche del 25 de julio se atendió en el hospital a más de 20 heridos, dos de ellos con brazos partidos y otro con los dientes rotos y el labio superior colgado. Como los accidentes de este tipo, lejos de extinguirse, se siguieron sucediendo, al final se optó por prohibir correr en sentido contrario. En aquella época se escribieron muchas líneas pidiendo cordura con el objetivo de impedir que se desvirtuara "lo más típico de nuestras fiestas".

El músico tudelano Luis Gil Lasheras autor de la melodía de La Revoltosa, comenzó llamándose La Revolvedera. Nacido un 31 de enero de 1896, a los 26 años ya era el director de la banda de música, cargo que ocupó hasta 1945 y que compaginó durante muchos años con el de maestro de capilla de la catedral (1924-1947). En sus primeros tiempos como máximo responsable de la banda escribió las primeras partituras de lo que acabaría siendo La Revoltosa, pero estas composiciones no calaron en el público como esperaba. Según publicó La Gaceta del Norte el 31 de julio de 1982, Gil Lasheras compuso en la década de los años 20, cinco partituras que tituló Fiestas 1920, pero que el pueblo bautizó con el nombre de La Revoltosa por su bullicio y algazara. "Revoltosas escribí unas cinco, porque cada tres años escribía una. En la memoria de los músicos tudelanos quedó la última Revoltosa. Yo tengo los papeles de todas, juntamente con los de mis obras de teatro, de tema navarro", declaró en su día el autor. Autor de numerosas zarzuelas que llegaron a estrenarse en Tudela y otras localidades, murió en 1972 en Hospitalet de Llobregat, decepcionado y cansado del mundo de la música y del espectáculo.