Sé que entre comunidades vecinales, entidades locales o en sectores profesionales, el Plan Biziberri ha despertado no pocas expectativas. Se trata, es verdad, de un ambicioso programa, sin precedentes en nuestra administración, que nos permitirá dar un salto cualitativo en las ayudas y subvenciones para la rehabilitación energética de viviendas y edificios en entornos urbanos y zonas rurales.

El Plan Biziberri, que integra ocho líneas o convocatorias diferentes de ayudas, está respaldado por la gran oportunidad que suponen en estos momentos los 70 millones de euros procedentes de los fondos europeos Next Generation, a distribuir entre el pasado año 2021 –cuando ya hemos comprometido algo más de 20 millones-, durante este año y hasta diciembre de 2023. Esta cantidad, prorrateada en estos tres años, supone duplicar las ayudas a la rehabilitación que concede anualmente el Gobierno de Navarra. El pasado año fueron 28 millones de euros, el triple que hace seis años, cuando empezamos a priorizar las políticas de rehabilitación como alternativa a nuevas promociones en las periferias.

Más allá de las cuantías económicas, Biziberri es también una oportunidad para abordar la transformación verde de nuestras ciudades, pueblos y barrios. Para hacer ciudades más humanas, habitables, sostenibles o resilientes. Para situar la rehabilitación de edificios en su contexto local y en su función social. Edificios que sirvan para vivir mejor, para promover la convivencia y la igualdad, con un urbanismo que piense en la gente que vive en de ellos.

Hasta ahora hemos construido como si la energía fuera barata, como si la edificación no afectara al cambio climático, como si el suelo fuera un recurso ilimitado o como si los inmuebles antiguos no se pudieran restaurar, mientras construíamos extensas urbanizaciones en las periferias. Esto debe cambiar. Está ya cambiando.

Queremos que la rehabilitación energética suponga una herramienta que contribuya a la transformación urbana verde y a hacer frente a la emergencia climática por razones medioambientales. Sí, pero también por la sostenibilidad del bolsillo de las familias que tienen que hacer frente a un coste desorbitado de la energía. La eficiencia y la reducción de consumos, y con ello la habitabilidad y la salubridad de nuestras viviendas, es una poderosa razón social que cobra aún más peso en el contexto en el que estamos viviendo.

Como tercera razón, es también una oportunidad para la reactivación del sector de la edificación, que vive un momento crítico. Una oportunidad para mejorar en términos de formación, tecnología o conocimiento y para generar empleo de calidad. El objetivo factible de alcanzar los 120 millones de inversión al año en el sector de la rehabilitación es, sin lugar a dudas, una magnitud digna de ser tenida en cuenta en nuestra economía.

La energía no es barata. El suelo no es ilimitado. Las casas se pueden rehabilitar. La vida de los núcleos urbanos, los barrios históricos y nuestros pueblos de toda la vida en el mundo rural se pueden recuperar y revitalizar. Estamos viviendo, también en el ámbito de la edificación, un cambio de ciclo que gira la mirada hacia dentro, hacia la ciudad existente y hacia la sostenibilidad urbana que posiblemente va a marcar nuestra forma de vivir en las próximas tres décadas. Y la rehabilitación energética es, en este sentido, una herramienta clave para responder a estos grandes retos energéticos, sociales o urbanos.

*Vicepresidente y Consejero de Ordenación del Territorio, Vivienda, Paisaje y Proyectos Estratégicos del Gobierno de Navarra