Desde hace una semana, sin embargo, está en Buñuel, en casa de sus suegros. El equipo en el que jugaba no les pagaba desde septiembre y, tras protagonizar el encierro más largo de la historia del fútbol estatal (55 días en el vestuario) y aguantar las continuas mentiras de sus directivos, los jugadores decidieron retirarse de la competición.
El club hizo oficial su adiós hace dos semanas por problemas económicos y ya son dos los domingos que no se ha presentado a jugar en el Grupo IV de Segunda B. La drástica medida del club extremeño se produjo después de que los dirigentes entregaran la carta de libertad a sus jugadores al no fructificar las negociaciones con un empresario gallego para que comprara el club. La plantilla, harta de los sucesivos impagos, protagonizó una desbandada. Entre ellos, dos navarros: el peraltés Javier Lezáun y el jugador de Carcastillo Alfredo Pérez Zapata.
"Es un final muy triste. Una pena, pero al menos tenemos la conciencia tranquila de que hemos luchado para que el equipo saliera adelante. Al final, la situación era insostenible, porque había gente que no tenía ni para comer", comenta Javier Lezáun, que alterna su tiempo de espera entre casa de sus padres, en Peralta, y la de sus suegros, en Buñuel.
Sabía en verano que fichaba por el club más modesto de Segunda B, un equipo que luchaba por la permanencia. No lo estaba haciendo mal cuando se mantenía fuera de los puestos de descenso. "En septiembre nos dieron 250 euros a cada uno y ya no recibimos más. Al principio nos decían que estaban a expensas de un patrocinador, después hablaban de un posible comprador, de reuniones que siempre eran la semana siguiente... Mentira tras mentira. Nos dejaron de pagar los desplazamientos, el club ya no abonaba los arbitrajes... La gente tenía alquileres, hipotecas, letras del coche a las que hacer frente y no llegaba el dinero, por lo que primero decidimos encerrarnos y, al ver que no había solución, pedimos la carta de libertad y nos marchamos".
Sabe que lo que le deben se lo pagarán "por Fogasa, dentro de año y medio. Entre tanto, el entrenador ha estado dando dinero a los jugadores para comer. Es muy triste y la situación nos ha unido mucho, como una familia. Lo que más duele es ver que a la gente joven le ha quitado la ilusión".
No es su caso. "Yo ya soy veterano, pero al ver a la gente sufrir se te cae el corazón al suelo. Yo tenía el apoyo de mi mujer, que estaba en casa, pero la gente lo pasó muy mal. Te afecta psicológicamente, y estar durmiendo en un vestuario 55 días, con humedad..., también físicamente".
Ahora espera poder continuar jugando a fútbol. "Estas situaciones te hacen más fuerte. He sufrido mucho para ser profesional como para que me quiten la ilusión. Tengo 32 años y quiero exprimir lo que me quede. Ahora estoy como un chaval de 18 años, deseando que suene el teléfono y con las maletas preparadas para seguir jugando". El 31 de enero expira el plazo.