BILBAO. Su trayectoria como futbolista fue brillante dentro de penúltimo gran Athletic, el del doblete de Liga y Copa en 1955-1956 y de la legendaria eliminatoria ante el Manchester United, con su nombre indisoluble al de Mauri (Mauricio Ugartemendia), junto al que formó una de las parejas de centrocampistas más recordadas del club vasco.

En una alineación también para el recuerdo, con Carmelo; Orue, Garay y Canito por detrás; y Artetxe, Markaida, Merodio, Uribe y Gainza por delante.

Pero, quizá por ser más reciente, a Maguregui, 'Magu' para acortarle el nombre, se le recuerda más por su trayectoria como entrenador, que no fue tan brillante, porque casi siempre dirigió a equipos que aspiraban como mucho a no pasar apuros.

Y cuando tuvo la oportunidad de llevar a un grande, al Atlético de Madrid, fue en la época de la presidencia del peculiar Jesús Gil y apenas duró unos meses.

A Maguregui se le recordará, sobre todo, por una frase que quedó como resumen de su filosofía como técnico: la de defender poniendo el "autobús" delante de la portería, es decir, lo que entonces se conocía como un "cerrojazo".

Pero hay quien ha considerado a Maguregui uno de los mejores jugadores de uno de los mejores Athletic de la historia, el del doblete del 56 y de la más brillante trayectoria bilbaína en la Copa de Europa.

Aquella edición, la de 1956-1957, en la que eliminó al Oporto y al gran Honved de Puskas, Kocsis y Czibor, antes de caer en cuartos de final frente al Manchester United tras el mítico partido de la nieve en el viejo San Mamés.

Un choque, el de ida, en el que ganó 5-3 sobre un manto nevado, que curiosamente Maguregui se perdió.

Maguregui fue muy importante en aquel inolvidable Athletic al que dirigía desde el medio campo y estuvo nueve temporadas en el primer equipo rojiblanco, en las que sumó cuatro títulos (uno de Liga y tres de Copa), 234 partidos y 41 goles.

Y fue internacional en siete ocasiones. En la primera de ellas, el día de su debut, un amistoso ante Suiza, marcó su único gol con 'la Roja'.

Como entrenador, aunque le quedó la espina de no llegar a sentarse en el banquillo de San Mamés destinado al equipo local, siempre estuvo en el candelero, ya fuera por sus llamativas declaraciones, por sus más y sus menos con algunos jugadores o por el rendimiento que sacaba a equipos que no estaban llamados para grandes cosas.

De su época de entrenador, probablemente el mejor recuerdo que mantenía era el de haber llevado al por entonces muy modesto Almería a un posición más que holgada en la tabla clasificatoria de Primera División y a su estrella, el baracaldés Andoni Murua, a ser internacional.