“La Real va a ir por la vía penal contra estos delincuentes. Si pueden entrar en la cárcel, que entren para toda la vida”. Las palabras de Jokin Aperribay sonaron a sentencia para los aficionados lisboetas que primero generaron el terror en los alrededores del estadio y que luego sembraron el pánico dentro al encender y lanzar bengalas que cayeron a la grada familiar y a un fotógrafo. Nadie discute que está bien que el presidente y el club denuncien y se posicionen tan abiertamente sobre lo sucedido, pero hay que remontarse a las horas previas del encuentro para buscar y encontrar respuestas a varias preguntas que quedaron en el aire.

La afición del Benfica es una de las más peligrosas, sobre todo cuando viaja. Hasta el punto que la información que manejaba la Ertzaintza era que venían unos 2.200 aficionados portugueses, que unos mil eran considerados ultras y de esos, 200 eran muy malos. No había más que ver a la grada visitante para constatar que predominaba el color negro y que la gran mayoría no llevaban el rojo benfiquista. La afición lisboeta podía volver a acompañar al equipo después de haber sido castigada la temporada pasada con un partido de sanción sin entradas en su siguiente desplazamiento. Dio la casualidad de que fue el mismo escenario que donde sucedieron los hechos castigados, San Siro, donde el año pasado, en el partido de vuelta de los cuartos de final de la Champions, encendieron muchas más bengalas y las lanzaron directamente a la grada donde estaba la parroquia local. Un niño de ocho años fue herido, por lo que la UEFA quiso ser por fin implacable y darles un toque de atención. No parece que hayan aprendido nada como demostraron en Anoeta. Incluso en el Wanda, en 2015, también hicieron lo mismo y otro niño tuvo que ser atendido y recibieron una irrisoria multa de 20.000 euros. No tienen solución, lo seguirán haciendo en cuanto se lo permitan.

Miércoles por la mañana: aviso de cierre en la Parte Vieja

Con estos antecedentes y después de varios episodios desagradables que se vivieron en la ida, con algún hincha txuri-urdin agredido en la grada sin mediar provocación y con festival de bengalas que, como no podía ser de otra manera, en su casa lanzan al campo, se vivieron unas horas previas al duelo muy tensas. La noche fue movida por las calles de Donostia, con muchos ultras seguidos de cerca por la policía, agresiones en bares y pubs, y por la mañana ya avisaron a los comerciantes de la Parte Vieja de que era muy posible que se produjeran altercados y que si eso sucedía, cerrasen inmediatamente las puertas de sus establecimientos.

Ya en los aledaños del campo, un alto cargo del club txuri-urdin reconocía a este periódico su enorme preocupación por lo que pudiera pasar dentro del campo como ocurrió contra el Zenit: “¿Cómo pueden venir 200 muy peligrosos hasta aquí?”. “Como los nuestros fueron hasta allí desde la víspera”, le comentó uno de los presentes con toda la razón.

Miércoles por la tarde: un ataque perfectamente estudiado

Todo estalló sobre las 17.30 horas en la Plaza las Armerías donde suelen estar los radicales txuri-urdin antes de los encuentros. De repente un grupo de unos 50 ultras del Benfica, encapuchados y armados con palos y bengalas, entraron a lo bestia en el lugar, en el que por supuesto había muchas terrazas con hinchas normales, ajenos a cualquier incidente y posible pelea. Una persona del entorno policial declaró a NOTICIAS DE GIPUZKOA que no podía entender cómo no habían enjaulado la plaza: “Sabíamos que venían, pero eran muchos y es muy complicado. No sabían cómo viajaban. Se distribuye gente por toda la ciudad a ver si les ven y en cuando se les localiza, se les embolsa. Si llegaron sueltos, es porque no se les había localizado. Esa entrada tenía que estar vigilada. Con el Zenit sucedió algo parecido”.

El primer error grave fue que un grupo tan numeroso, muchos de ellos con la cara cubierta, pudiese llegar solos hasta un punto tan cercano al campo sin el más mínimo control después de pasarse todo el día por la ciudad y de acercarse al estadio al margen de la kalejira. Según testigos presenciales, el ataque de dos facciones de ultras estaba perfectamente estudiado y orquestado. Los primeros entraron desde Isabel II por la entradas de la Plaza las Armerías que está más cerca de la Avenida de Madrid y los segundos, por la que se encuentra más cerca de Carlos I. Siempre según esta versión, la Ertzaintza se adentró también en la plaza y como vio que reculaban, “no intervino y volvió al puesto en el que esperaba”. Fue en el momento en el que los dos grupos se reunieron cuando entraron con todo y los hinchas locales, ayudados incluso por muchos personas indignadas que no se han metido jamás en este tipo de líos, les respondieron hasta que lograron que se marcharan de nuevo. Y es en ese instante, en plena retirada, cuando de verdad actuó la Policía.

Después de demasiados minutos de batalla, con bengalas, latas de cerveza, botellas volando por el aire, y una dura e inaceptable paliza a un luso, como se puede ver en un vídeo, la situación se calmó, se controló y se normalizó. “No fue una quedada. De repente apareció un chaval gritando ‘que vienen, que vienen’, y nos pillaron desprevenidos. Había señoras y niños por el suelo. Nosotros no estábamos cargados ni con palos ni con nada. Los que se ven en las imágenes son gente que se les han caído a ellos. Fue una cacería y pudo pasar algo muy grave”.

Antes de comenzar el encuentro, en la grada visitante ya se encendió alguna bengala. “Es imposible hacer un cacheo de máxima calidad a más de mil personas en 45 minutos. Hay que hacerlo de otra manera para que se les controle más”, comenta a este periódico la misma persona del entorno policial.

Durante la primera parte de ensueño txuri-urdin, cuya exhibición y su clasificación debería ser de lo único que se tendría que estar hablando hoy, los visitantes asistieron atónitos y en silencio a la soba estaban recibiendo.

Nada más reanudarse el juego, el Benfica recortó distancias y ahí comenzaron los grandes problemas que acabaron empañando definitivamente la fiesta de clasificación a octavos de la Real.

La primera bengala que encendieron la lanzaron con comodidad por encima de la mampara de seis metros que se puso precisamente por los escupitajos y todo lo que lanzaban las aficiones visitantes, cayó a la grada familiar donde varios de los afectados se llevaron un susto de muerte si que hubiese que lamentar heridos.

La segunda bengala llegó un poco más lejos y al menos alcanzó la zona de los fotógrafos y miembros de seguridad situados en el Fondo Norte del campo. Anoeta se indignó como pocas veces se ha visto y fueron muchos los que reclamaron una actuación contundente policial inmediata.

Nuestra voz autorizada consultada no está de acuerdo, a pesar de que se podía hacer como ha sucedido en otros campos donde además de cargar y evacuar, en alguna ocasión se ha entrado para sacar a los identificados por las cámaras de la UCO (unidad de control organizativo), en la que se ve todo al detalle.

En este caso, a pesar de que había un dispositivo más numeroso que nunca y a que incluso un grupo de la Brigada Móvil (Antidisturbios) se encontraba en las escaleras preparado para actuar, finalmente los mandos decidieron que era preferible esperar, una decisión bien pensada para la persona con la que contactamos: “Entrar los beltzas ahí puede suponer un peligro mayor del que puedes evitar. Una actuación policial tiene que ser proporcionada y nunca debe crear más peligro del que puede evitar. Menos mal que no metieron muchas bengalas. La culpa la tiene el club porque no ha sabido detectarlas en el cacheo y lo normal es que la UEFA les vaya a imponer una buena multa”.

Dentro del estadio

La zona visitante de Anoeta no está preparada para que los de alrededor puedan estar tranquilos cuando llega este tipo de grupos: “La mampara es muy pequeña. En muchos campos hay redes hasta arriba que te van a impedir tirar nada. Tiene que suceder algo muy grave para que entre la policía, como que se estén pegando las dos aficiones. Es normal que el club diga en ese momento que les desalojen a todos, algo que es fácil de hacer, pero si se hace eso el peligro pasa a estar fuera, por las calles. No les puedes retener porque no les puedes acompañar uno a uno al hotel o en sus vehículos”.

Como suele ser habitual en este tipo de incidentes, todos se pasan la patata caliente y son pocos los que asumen su verdadera responsabilidad o culpabilidad. Pero la policía tiene claro que la solución de un problema creciente que está a la orden del día en la mayoría de participantes en la Liga, la tienen los propios clubes: “Después del asesinato de Jimmy, el seguidor del Deportivo, los clubes se implicaron con sus grupos radicales, como el Barcelona, el Real Madrid y el Valencia echaron a los suyos. Cuando el club se implica, esto se arregla. Si no lo hacen, no hay nada que hacer”.

Y en esta ecuación también hay que incluir a la Real y a sus ultras. Porque no hay que olvidar que en Lisboa, tras marcar Brais, también encendieron una bengala, que apagaron al acabar sin lanzar a otra grada y además generaron problemas por las calles a pesar de estar en bastantes momentos vigilados de cerca. En todos lados cuecen habas y ya va siendo hora de la Real mueva ficha con el tema. Aperribay compareció muy bravo al término del partido, pero, primero, los identificados como autores de encender bengalas y arrojarlas regresaron a su país sin ningún problema con una propuesta de sanción administrativa que no pagarán nunca jamás (no, no se van a pasar toda su vida en la cárcel), y segundo, porque faltó a la verdad en varias cuestiones a las que aludió. La situación de este miércoles exigía hechos inmediatos, no palabras ni tuits con fotografías de ultras portugueses...