Jorge Arriazu ha puesto fin a un calvario que le ha mantenido alejado de los terrenos de juego durante 9 meses desde que defendió por última vez los colores del Cirbonero, 14 desde que le apareció una lesión. Aliviado, ahora es consciente de lo mucho que echaba de menos volver a hacer lo que más le gusta, que es jugar a fútbol.

El pasado 27 de diciembre de 2022, el jugador del Cirbonero se levantó “cojo”. “Tenía latigazos en el isquio y sentía un hormigueo”, relata el protagonista, mientras reconoce que “todo el proceso ha sido largo. Se supone que se me pinzaba el nervio ciático. Me descartaron hernias, pero no sé el motivo por el que se me pinzaba. El año pasado paré tres meses, estuvo con rehabilitación y pudo llegar a jugar los dos últimos meses de competición”. Sin embargo, en el segundo partido en su vuelta le volvió a aparecer la sensación. “Sentía otra vez ese hormigueo por todo el nervio y dolor de espalda. Este año decidí que hasta que no estuviera bien no iba a volver. Ha habido muchas recaídas hasta dar con la tecla. Me estaban llevando el caso en Zaragoza, y hasta el otro día que conseguí volver a ponerme la camiseta”, se sincera. 

Una montaña rusa llena de emociones en la que el defensor apunta que le ha dado vueltas a la cabeza “Me hacían pruebas de fuerza, y salían todas bien. El proceso de recuperación ha sido el seguir fortaleciendo todos los músculos y en el momento en el que pinzaba el nervio, parar. Buscar en qué ejercicios me pasaba y en cuáles no. Cuando te decían que todo estaba bien y tú no lo veías, ahí es donde entraba la pareja, los amigos, la familia... que cuando no ves el vaso medio lleno son ellos los que te hacen tirar para adelante”, unas personas para las que “sin ninguna duda” van dedicados los primeros minutos de la temporada. “Y al club, aunque siempre fui con la verdad por delante y les dije que si necesitaban la ficha en algún momento, porque en enero te plantabas en el mercado de invierno... pero tampoco ha hecho falta, y no es fácil mantener a un jugador. Firmé y apenas pude entrenar porque el proceso se ha hecho más largo de lo habitual”, añade. 

Han sido 14 meses en los que el aspecto mental ha sido clave. “A principio de temporada no disfrutaba, sino que para mí era una obligación. Me gusta comprometerme y considero que soy una persona que le da solución a las cosas, por lo que una vez que lo acepto, veo lo positivo. Quitando días muy puntuales, la verdad que lo he llevado bastante bien”. Pero este sábado, en Txantrea, el jugador vio la luz al final del túnel y volvió a sentirse futbolista. No obstante, este gusanillo de la primera vez le llegó “en el partido anterior, que no llegué a jugar, pero salté a calentar y el otro día pensaba en no liarla. No controlo las emociones, pero estuve concentrado, y en lo poco que pude actuar fue como un partido más. No era consciente de que llevaba mucho tiempo sin jugar”.

Es por ello que volver al césped le supuso estar “muy contento. Al final, por mí. A ti, que te gusta tanto jugar a fútbol, sientes alivio y recuperas la ilusión cuando ves la luz al final del túnel. Ves que puedes volver a disfrutar, o tienes una opción más cercana de volver a jugar”.

En lo deportivo, Arriazu bromea al señalar que “desde fuera se ve todo muy fácil. Dentro cambia la película. Las revoluciones aumentan y hay muchos más factores. El equipo ha mejorado mucho a como empezó. Hemos madurado, en cuanto a la categoría, porque ha sido un año de transición. Al descenso se le añade la plantilla nueva, pero la verdad es que veo una proyección enorme en los chavales si siguen con esa ilusión por cómo entrenan en el día a día. La Tercera navarra la veo un poco particular. Es un fútbol de garra en el que muchas veces te ves dominador con el balón y luego vas perdiendo. Ahora además parece que se ha abierto un poco de brecha”, y admite que lo que más ha echado de menos ha sido “disfrutar jugando. El competir es lo que me da la vida el fin de semana, porque en el fútbol muchas alegrías no te llevas y el disfrutar con los compañeros de equipo, que son amigos también... disfrutar de una alegría con todos y ver a tu familia en la grada que me acompañan en cada partido y la gente del club, que están siempre con nosotros, que alguno viene a vernos los entrenamientos, que te animan o felicitan... darle una alegría a esa gente no se compara con nada”.