En primera lugar, mantén la muñeca en paralelo con el teclado. No la dobles. Y, muy importante: el codo debe estar cerca de tu costado. Esta postura poco ortodoxa aplicada al brazo derecho -con el izquierdo la historia es otra- es tal y como se toca el acordeón, un instrumento que se popularizó rápidamente en el siglo XIX en Europa y al que se le suele atribuir el invento a un austriaco de origen armenio llamado Cyrill Demian, quien lo registró, en 1829, bajo el nombre de 'accordion'. En su caso, se trataba de un pequeño aparato musical, prácticamente de juguete, de 22 centímetros de alto y 9 de ancho, dotado de un fuelle y cinco teclas.

Esta versión primigenia pegó un salto cualitativo cuando Foulon creó en 1834 el acordeón cromático y obtuvo una gran riqueza sonora que, junto a su potencia y fácil manejabilidad, empujaron a que el acordeón se convirtiese en el instrumento acompañante de cafés, cabarets y circos. Conocido como el 'piano de los pobres', asociado a las gentes humildes y clases populares (el pueblo gitano abrazó el instrumento), Juan Moreno se encargó de construir el primer acordeón en Madrid en 1841.

El acordeón viajó por todos los continentes, arraigó en Latinoamérica y tuvo furibundos enemigos, entre ellos la Alemania nazi, que prohibió los arreglos para acordeón de las grandes obras de compositores como Haydn, Mozart, Beethoven o Wagner. Durante el régimen nazi, se desestimó su compañía para las canciones de las juventudes hitlerianas y se limitó su uso a los bailes campesinos. El italiano Benjamino Bugiolacchi, estudioso y eminencia actual del acordeón, resume de esta manera el carácter popular del instrumento: "El acordeón, con su sonido sencillo y alegre, su facilidad de uso y transporte, era el instrumento ideal en contraste con la música elitista y costosa de años anteriores".