Por lo visto, no quedó todo dicho en las soflamillas tiñosas de ayer. La prensa centrípeta sigue insistiendo en que los vascos (bien es verdad que menos que los catalanes) meten la mano en los bolsillos mesetarios. Todo esto, ya saben, a cuento de la presencia del lehendakari en la conferencia de presidentes de hoy.

Y me van a permitir que, no siendo el entrecomillado sabroso, escoja este para abrir el fuego: "Lejos de integrar su hecho diferencial en la unidad nacional de España por medio de la autonomía, ahora su deslealtad histórica al Pacto Constitucional es premiada por Sánchez convirtiendo a sus partidos y dirigentes en socios políticos de su Gobierno. La deslealtad, premiada". ¿Qué tiene de particular esta nadería? Pues que la firma Jorge Fernández Díaz, que ayer fue confirmado como principal imputado de la 'Kitchen' e inmediatamente suspendido de militancia del PP. Habría dio un buen asunto para su columna diaria en La Razón. Por cierto, ¿se la seguirá manteniendo Marhuenda?

Cerrado el paréntesis, volvemos al meollo anunciado, el de los pérfidos vascones chantajistas. Hasta Sandra Golpe —sí, esa Sandra Golpe— se aventura por el terreno trillado: "Hay que reconocerles a los vascos, a lo largo de los años, el don de la negociación fructífera, el apoyo a cambio de más dinero, de más autogobierno. El chantaje sigue a la orden del día en nuestra película política, mires a donde mires: tú me apoyas los presupuestos y yo te concedo esa ayuda vital para tu turismo".

En ABC es Luis Ventoso quien echa las muelas y, de paso, insulta al lehendakari: "Por su parte Urkullu, que tras una pátina de mayor educación también arrastra un rancio complejo de superioridad sobre el resto de los españoles, finalmente acudirá tras haber amagado con que tampoco iría. Tanta gentileza de última hora atiende a que el Gobierno ha comprado ‘in extremis’ su asistencia cediendo al País Vasco la recaudación de varios nuevos impuestos (es decir, desguazando un poquitito más lo que queda de Estado español)".

Sin necesidad de llegar a la faltada personal, Ignacio Varela canturrea la misma tonada en El Confidencial: "El PNV, jugador de ventaja donde los haya, sigue sacando oro de las piedras. ¿Cuánto vale que Urkullu se deje fotografiar con los demás presidentes autonómicos, como si fuera uno de ellos? Eso tiene un precio, amigo. La ventaja para él es que ahora ha encontrado un cliente dispuesto a pagar sin rechistar".

¿Multaría Urkullu a Carlos Herrera?

Todo eso, en cuanto a la dichosa conferencia. Para la parte final del festival, les he reservado tres concentrados de bilis sobre la Ley Vasca de Memoria Histórica. Así de objetivamente habla de ella el editorialista de La Razón: "El Gobierno de Euskadi, en manos del Partido Nacionalista Vasco (PNV), pretende castigar con multas el «enaltecimiento del franquismo» a través de una nueva Ley de Memoria Histórica. Tal vez, y según las nuevas normas, recordar el pacto de Santoña acabe siendo penado. Lo que está claro es que el enaltecimiento del terrorismo etarra ni cotiza para el PNV, a la vista de la marcha solidaria que tendrá lugar por el sanguinario Henri Parot (39 asesinatos a cuestas). Luego algunos se enfadan con lo del árbol y las nueces". ¿Árbol y nueces? ¿No será velocidad y tocino?

Fernando Palmero, jornalero del exabrupto de la escala baja de El Mundo, se apunta al festejo: "Ha sido Urkullu, con su tosquedad de aranista y el apoyo de los socialistas de Euskadi, quien ha desvelado, sin necesidad de subterfugios, que este despertar de las pulsiones públicas por la memoria no va de reconciliación, sino de conflicto".

Y como guinda, Carlos Herrera, cómo no, mintiendo como un bellaco al principio de la frase y definiéndose en la pregunta final: "Urkullu hace pocos días anunció que multaría a los exaltadores del franquismo pero premiaría a los exaltadores de los asesinos de ETA, dejando una duda que me atormenta: si digo que el franquismo hizo pantanos y lo digo en Sevilla, ¿Urkullu puede multarme?". Cálmese, Maese Herrera, ni siquiera aunque lo dijera en Hondarribia le multaría nadie por eso. De hecho, tampoco le sorprendería a nadie que usted glosase los grandes logros del franquismo. Anotado lo cual, me despido de ustedes hasta dentro de un mes. ¡Salud!