pamplona - Eduardo Hernández-Sonseca es un hombre con mucho recorrido. Ha vivido lo mejor del baloncesto en la ACB y lo peor, en Irán. Pero a pesar de todas sus vivencias, el madrileño nunca pierde el sentido del humor.
¿Cómo es compartir vestuario con jugadores que son ahora estrellas de su deporte?
-Es igual que compartir vestuario con jugadores que están en nuestra categoría o en ACB. Yo creo que más que tener estrellas, tiene personas. Un vestuario es exactamente igual, pero cambian un poco las personas y el feeling. Nunca he estado en un vestuario en el que haya una estrella y sea el líder obligado por sí mismo.
Coincidió con los hermanos Gasol, Ricky Rubio... ¿Cómo son?
-Son gente muy humilde. Yo a Ricky le llevaba a casa y era un chaval que todo el mundo sabía que iba a estar un día en la NBA y que iba a ser uno de los mejores pagados. Sin embargo, sigue teniendo sus mismos amigos, su casa en el mismo sitio... Pau y Marc supongo que seguirán con las mismas amistades, como suele pasar con la buena gente.
Tienen fama de ser muy supersticiosos.
-Sí, pero hay mucha gente que tiene supersticiones tontas. Yo salgo siempre el último del vestuario y no porque me dé buena o mala suerte, sino porque me gusta saber que está todo el mundo preparado. Pero por ejemplo Louis Bullock el día del partido no utilizaba la mano derecha para nada. Ni para comer, ni para firmar, ni para saludar. Su mano derecha solo estaba para los partidos. Son manías.
¿Y funcionan?
-Yo he ganado y perdido haciendo las mismas cosas. Son tonterías, no creo en ello porque soy bastante agnóstico, en el tema de religión lo mismo. Pero cada uno que crea y si le funciona bien y si no, que cambie.
Jugó en Irán. ¿Cómo fue esa experiencia?
-A nivel personal, mala. Lo pasé mal porque no cumplían con los acuerdos de mi contrato. Me llevaron a un piso en un barrio que era como de guerra, las calles no estaban ni asfaltadas, era un edificio que se caía a cachos... Cuando enseño fotos del piso a la gente se descojona, porque no tenía ni servicio europeo, era un pozo negro en el suelo, la ducha no tenía plato, es un grifo que sale de la pared. Me tuve que alojar en un hotel y me hicieron un poco de bullying porque me tenía que buscar la vida para todo. Tenía que ir solo a los entrenamientos y era un trayecto de más de una hora, en una ciudad de unos 20 millones de habitantes que tendrá 40 millones de coches. Los guardias de tráfico están porque tienen que tener funcionarios, pero les da igual ir en dirección contraria en autopista, que saltarse un cruce o un semáforo. La gente se juega la vida en todo momento, ves familias enteras en una moto y los taxis tenían un olor vomitivo. Entre la contaminación de la ciudad y los taxis, llegaba la mitad de los días vomitando y con dolor de cabeza a los entrenamientos.
¿Cuánto aguantó?
-Un mes. Aguanté porque había gente española en el equipo, pero fuera del deporte, era una situación insostenible. Era una ciudad que está a cuatro mil metros de altura y tiene una montaña como a cinco mil metros de altura, pero por la contaminación no se ve. Cierran colegios por contaminación y te venden bombonas de oxígeno en la farmacia. Es un caos de ciudad y en cambio, ellos piensan que es un top 5 a nivel mundial. Si les preguntas que te digan cinco ciudades mejores, para ellos es imposible. No puede ser que Tokio, Nueva York, Londres o París sean mejor que Teherán.
Ha dicho en varias ocasiones que es una ciudad de mucho caos. ¿Tuvo algún incidente?
-Me acuerdo de un día después de salir del pabellón que iba con el utillero del equipo en un taxi. Cuando hablamos de coches, lo más nuevo que te puedes encontrar allí es un Peugeot 405 de hace 20 años, sin cinturones de seguridad porque los cortan con tijeras porque molestan o porque la gente no los utiliza. El taxista al coger la autopista, en vez de hacerlo en sentido normal se metió por el arcén en dirección contraria para ahorrarse kilómetros y coger un giro, que no había ni rotonda. Había un tráfico de la leche, me puse a gritar al conductor y a agarrarle porque allí el problema no es que tengas un accidente en coche sino que, como lo tengas, a ver qué ambulancia va a por ti. De esas no había en España ni en la época de Franco.
¿Cómo era la cultura?
-Culturalmente tiene que ser un país precioso para ir de mochilero, pero la ciudad de Teherán es una de las más feas de las que he podido ver en mi vida. Las calles van por gremios, te puedes encontrar en una calle de dos kilómetros solo televisiones. Y una cosa que tienen muy curiosa es que no tienen locales para divertirse, la diversión está como prohibida. Entonces ves a los chicos ligando por la calle con coches. Cuando ven a una chica se acercan a ella y le tiran una tarjeta o un teléfono para ligársela.
¿Existe el velo?
-Sí. Te puedes encontrar con los dos extremos. De ver en nuestro hotel, que era más europeo, a mujeres arregladas, con taconazos, maquilladas, o a cinco o seis Batman, como les decía yo a mis colegas, tapadas hasta arriba y que solo se les ven los ojos. Son como fantasmas.
Mide 2.12. Será difícil pasar desapercibido.
-Sí, ahora estoy acostumbrado, pero de pequeño lo pasaba un poco mal. El hecho de ir en metro o autobús y que la barra te llegue por el cuello... No tenía complejo porque me dedicaba a esto, pero tenía una especie de guerra contra la sociedad. Muchas veces la gente no es consciente de lo que se le dice a un chaval de catorce años porque puede ser dañino. Como nosotros, que no podemos meternos con una persona baja porque es una falta de respeto, por educación, y a mí no me han educado así.
¿Lo considera un problema?
-No. Siempre he dicho que prefiero ser alto a bajo. El tema de la ropa antes era un problema, pero hoy en día no porque hay sitios donde comprar ropa o calzado y aunque la gente piense que no, también se pueden conducir coches.
¿Qué ventajas tiene ser alto?
-Que llego perfectamente a todo. Y también que me puedo abrir la cabeza con la puerta o con un toldo (risas). Tampoco voy cogiendo cosas de los árboles por la calle, así que no, no creo que sea ninguna ventaja.
¿Envidia algo de los bajitos?
-Pasar desapercibido. De pequeño iba a la plaza Mayor de Madrid y veías a la gente, de una estatura normal, y luego a una jirafa al fondo y decías: ¡ahí está Eduardo! Al principio choca, pero te acostumbras y no es tan descarado.
¿Qué número de pie usa?
-49,5. Un 15 americano.
¿Cómo es su piso?
-Normal. Aunque no lo paso mal porque estoy acostumbrado, pero el día que haga una casa tendré que adaptarla. Pondré la cocina alta porque para mí, hablando en plata, es una putada fregar; me dejo la espalda. O lo mismo al cocinar. La campana, no sabes lo que llega a molestar porque pierdo la visión sobre el fogón.
¿Cuánto mide su cama?
-2.20 x 1’50. Es una gozada, me pierdo en ella.
Tengo entendido que le gusta jugar a pádel y tenis. ¿A las dejadas nunca llegará no?
-No, no, la gente se sorprende. Al ser un deporte corto y explosivo me va bien, no es lo mismo que correr en una pista, que soy mucho más lento. Me dijeron que tengo habilidad para jugar al pádel. Y al tenis jugué muchísimos años antes de dedicarme al baloncesto.
Resulta curioso ver a todos los jugadores altos de baloncesto con barba. ¿Es una moda?
-Es puramente vaguería. Cuando veo a compañeros o a mi padre que se tienen que afeitar todas las mañanas para ir a la oficina, yo no podría hacerlo todas las mañanas diez-quince minutos porque es tiempo que me quito de sueño. Soy una marmota humana.
Tengo entendido que le gusta leer. ¿Novelas o prensa?
-La prensa me resulta muy aburrida. Si me interesa una noticia la leo, pero no me leo un periódico entero. Soy más de libros en viajes. Es una forma de evadirte del deporte o de olvidarte de que estás en otra ciudad. Me gustan todo tipo de novelas y si son amenas, me engancho. No me importa leerme 600 páginas.
¿Sigue la actualidad?
-Más o menos. Soy muy malo para los nombres de ministros, tema política, pero intento estar enterado de todas las cosas porque es un tema de conversación y me gusta hablar.
¿Qué opinión le merece el tema de los ultras?
-Para eso que queden en su casa y que se inflen a hostias si quieren, pero que no molesten a nadie. En este caso la víctima ha sido un aficionado que había quedado para pegarse, pero otros casos puede que sea un aficionado que va con su hijo o pareja al partido. Me parece una aberración que la gente se una a una disciplina tan sana como el deporte para hacer el mal.
En su deporte no se ven tanto.
-Aquí en España no está extendido, pero en Belgrado hay ultras y en otros sitios como en Grecia son ellos los que dominan tanto los equipos como a los jugadores. Sé historias de amenazas directas a jugadores por haber hecho un partido malo o haber fallado un tiro. Todos los radicalismos son malos y en este aspecto el problema es que el aficionado que anima demasiado o que se entrega demasiado a un color, que lo lleve a un aspecto político-ideológico, ya sea de extrema derecha o de izquierda. Cuando dos radicales se juntan o chocan políticamente, pasa esto.
Ahora que se acerca la Navidad, ¿sabría decir quién es el Olentzero?
-Sí. Lo conozco de cuando estuve en Vitoria. Es el que trae los regalos en Navidad a los niños. Pero no sabría decirte la canción (risas).
¿Y qué le pediría?
-Que los míos, mis padres, hermana, sobrinos y pareja, podamos tener salud y felicidad porque es una cosa que no es material y siempre se valora mucho más.
Nombre. Eduardo Hernández-Sonseca.
Lugar y fecha de nacimiento. 21/06/1983, Aranjuez (Madrid).
Estado civil. Con pareja.
Estudios. Hasta bachiller.
Trayectoria. Jugó en la ACB en el Real Madrid, Gran Canaria, Joventut de Badalona, Bizkaia Bilbao Basket, Club Baloncesto Valladolid y Saski Baskonia. En 2013 jugó en la LEB con la camiseta del Club Basquet Coruña y se aventuró en Irán en el Afra Khalij Fars. Este año pasó por el Kangoeroes Willebroek de Boom (Bélgica) y tras tres meses en Planasa Navarra marcha a Venezuela.
Palmarés. Campeón de la Liga ACB con el Real Madrid 2006-2007, de la Copa ULEB con el Real Madrid 2006-2007 y con el DKV Joventut 2007-2008, y de la Copa del Rey con el DKV Joventut 2007-2008. Subcampeón de la Copa ULEB con el Real Madrid 2003-2004.
Un color. El rojo.
Un libro. La trilogía de la Oscuridad, de Guillermo del Toro.
Una ciudad para vivir. Cualquiera con costa.
Una en la que no viviría. Odio Madrid, hay demasiado tráfico y todo está a desmano.
Un deporte que no sea el suyo. Tenis.
Una manía. Salir siempre el último del vestuario.
Un defecto. Hablar mucho.
Una virtud. Nobleza.
Un ídolo. Mi padre.
Una canción. Mediterráneo, de Serrat.
Un lugar de Pamplona. La plaza del Castillo.