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Incapacidad enfermiza

Incapacidad enfermiza

Osasuna es la impotencia en grado máximo. Es incapacidad, inutilidad. También es agotamiento que puede degenerar en indiferencia. Ayer volvió a perder otra oportunidad y en esta ocasión no hay excusa válida a la que agarrarse, aunque el discurso del técnico y algunos jugadores siga siendo similar al de anteriores jornadas. Ese discurso se aferra a la salida que protagonizó el equipo, ya que jugó ordenado, presionó bien e impidió que la Ponferradina pudiese hacer fútbol, tener salida y crear peligro. Le obligó a jugar con balones largos.

Sin embargo, de nuevo un fallo colectivo, desde el centro del campo hasta la portería, permitió a la Ponferradina adelantarse y con ello darle un mazazo mental a un Osasuna que no está para muchos trotes. La Ponferradina le dejó el balón, pero los rojillos no supieron qué hacer con él. Lo poco que hizo fue porque el rival se lo permitió, pero no hubo más: algo de dominio territorial. A la Ponferradina le bastó con defenderse de forma ordenada y presionar con sentido y anticipación para dejar a Osasuna sin fútbol y sin peligro, a la espera de que Sisi resolviese en alguna acción individual, que no llegó. En definitiva, volvió a hundirse, a sufrir un bajón, una vez más cuando recibió un gol en contra. En el segundo tiempo mejoró porque se encontró un rival metido en aguantar su diferencia a favor.

Lo peor es que Osasuna volvió a mostrar estas carencias ante un contrario flojo, mediocre, con fisuras y al que, en condiciones normales, debía haberle ganado sin demasiado esfuerzo. Pero no fue así, fue como un témpano de hielo, sin ideas y sin recurso alguno. Es la realidad de este Osasuna, al que se le puede ganar con muy poco porque le falta garra e intensidad. Y encima, las pocas ocasiones que tuvo en su poder a través de David García, Roberto Torres y Nino, las desaprovechó tan inocentemente que también fue preocupante. Todo ello, aderezado por un Mateo al que le costó reaccionar una eternidad.

Además, cuando se lleva una histórica racha de 12 jornadas sin ganar, ocho de ellas con Mateo, el discurso de hemos sido superiores, merecimos más y vamos progresando, ya no llega ni al propio vestuario. A falta de ocho partidos, el único argumento válido es el de sumar puntos como sea, porque de lo contrario te vas a Segunda B, y con ello a la desaparición del club rojillo. Y esto ya son palabras mayores como para poner paños calientes a las derrotas o los empates. Incluso la afición, en lugar de tanto aplauso no correspondido, debía ya despertar de su letargo y exigir más a todos, poniéndoles las pilas para que reaccionen de una vez por todas, porque cada vez queda menos tiempo. A día de hoy, lo único que importa, lo único válido es sumar puntos como sea para escapar de la quema. Ya no valen las declaraciones exculpatorias, ni acusar a los árbitros, ni las felicitaciones reiteradas de Mateo a sus jugadores. Es la hora de mostrar los dientes, de palabras gruesas y de salir a comerse literalmente al rival, para ganar, como decía Martín, por lo civil o lo criminal.

Es la hora de dejar fuera a jugadores no comprometidos, de hablar todos claro, cara a cara, para reaccionar sin más dilación. Una racha de 12 partidos sin ganar y de sumar tres puntos de 36 posibles es insoportable, se mire como se mire, porque si no se rompe con ella, el descenso a Segunda B es el destino final.