Ser el pequeño de la casa en una gran familia no hace sino reportar ventajas al recién llegado. Los padres saben cómo cuidarte, porque la experiencia previa con los hermanos mayores les ha curtido más que de sobra; conocen lo que vas a necesitar para desarrollarte satisfactoriamente, están más que prevenidos respecto a tu posible evolución en la mayoría de los sentidos posibles y, además y no menos importante, te conviertes en el juguete de la casa, con lo que todos los mimos, protección y cariño de padres y hermanos mayores suelen tenerte a ti como destinatario final. Y eso es lo que le ha pasado al Volkswagen T-Cross, que no sólo pertenece a una gran familia con una extensa estirpe de modelos SUV de trayectoria contrastada y prestigio más que ganado y merecido, sino que llega a un mercado bien definido y donde los expectativas son altas, pero en el que los compradores ya sí que tienen claro qué buscan y también que tú se lo vas a dar.

Definidas las reglas de la partida, sólo resta comenzar a jugar, lo que en el caso de Volkswagen es como decir apostar a caballo ganador. Bonito por fuera, con un diseño que se diferencia lo suficiente de sus hermanos mayores Tiguan y T-Roc como para que nadie los confunda ni lo condene a ser una versión reducida de ambos, en la firma alemana han sabido dotar al T-Cross de personalidad propia. Con buen criterio, lo han hecho parecer más musculoso y robusto que el Tiguan, que exhibe líneas más refinadas y elegantes, y que el T-Roc, sin duda de talante más deportivo y ligeramente inconformista.

El Volkswagen T-Cross es lo bastante alto como para aportar una posición de conducción elevada y una visibilidad superior, con una distancia libre al techo que los más altos agradecerán una vez ya dentro de su amplio, cómodo y bien resuelto habitáculo. El acceso tampoco presenta mayores problemas. Mi madre, a sus 81 años, se subió con presteza y relativa facilidad, al tiempo que aprovechaba la ocasión para recordarme lo bonito que le parece el T-Cross -cuando volvemos a casa desde Pamplona y pasamos con nuestro coche por delante de la campa de Expediciones en VW Navarra me suele comentar lo que le gusta este modelo-. Ya fuera del T-Cross, concluye sentenciando que, “a pesar de que es espacioso por dentro, por fuera no resulta demasiado grande”. A la descripción de las cotas del bastidor, con sus 4,110 metros de largura, una anchura de 1,782 metros, 1,584 de altura y una distancia entre ejes de 2,563 metros, hay que añadir un notable maletero con capacidad variable entre 385 y 455 litros merced a la banqueta posterior desplazable 14 centímetros.

Respecto a la estética del T-Cross, apuntar que la unidad probada, un acabado Sport (por encima de los Edition y Advance) y con la equitación adicional del precioso y estimulante pack R-Line, no va a tener justicia en las fotos de este reportaje porque su elegante color negro siempre le resta parte de la belleza y espectacularidad de las que hace gala en directo.

Por dentro, las impresiones son igualmente convincentes y estimulantes. Con unos asientos en los que uno encaja como un guante, todo a mano, un salpicadero y mandos perfectamente elaborados y una visibilidad excelente -sólo la anchura del montante trasero resta visión, pero no es problemática con los sistemas de asistencia disponibles (ángulo muerto y cámara de visión posterior)-, es el momento de disfrutar. Y en este caso la mecánica también ayuda. Con el gasolina de tres cilindros turboalimentado 1.0 TSI de 115 CV a 5.500 rpm, 200 Nm entre 2.000 y 3.500 vueltas, cambio automático DGS de siete marchas, cuatro modos de conducción (eco, normal, sport e individual), 193 km/h de velocidad punta, 10,2 segundos en el paso de 0 a 100 km/h, consumos homologados de 5,6 litros en ciudad, 4,5 en carretera y 4,9 de promedio, y un peso en vacío en torno a 1.270 kilogramos, el VW T-Cross cuenta con una mecánica sencillamente ejemplar para quienes desean combinar medio de locomoción con diversión al volante. Volkswagen promete “una experiencia de conducción dinámica y eficiente al volante” y cumple con nota. Puede que este mismo motor con 95 CV y caja manual de cinco marchas se quede algo justito, pero con el de 115 CV y cambio automático -por cierto, con una respuesta refinada, progresiva y lineal tan exquisita que parece un CVT, pero sin los vacíos propios de los variadores continuos- nos ha convencido plenamente. Seguro que el diésel de 95 CV también brilla a gran altura y con el futuro gasolina 1.5 TSI de 150 CV será como para tirar cohetes.

Por último, las sensaciones al volane son también excelentes, con una calidad de rodadura, finura de funcionamiento y agrado de utilización propios de un gran coche. Nunca llegará al nivel deportivo de un Polo GTI, ni lo pretende, pero su comportamiento en ciudad, autopista y carretera convence plenamente, con una respuesta noble, progresiva, previsible y siempre solvente. Enlaza virajes a buen ritmo, sin balanceo excesivo, y con la dirección, frenos y suspensiones trabajando a pleno y satisfactorio rendimiento. Y para cuando lo necesitemos sus inteligentes ayudas a la conducción estarán ahí, lo mismo que su elevado confort de marcha.

En el debe del T-Cross probado está su antena a rosca, que la rueda de repuesto reducida sea opcional y que los precios en que se mueve (desde 18.990 euros el más asequible, a partir de 21.310 el gasolina de 115 CV y de 21.790 euros el diésel) no sean precisamente bajos. Sin embargo, el balance final es abrumadoramente positivo. Lo dicho, este pequeño es un grande, y si además a una madre le gusta, eso va a misa.

VW T-CROSS 1.0 TSI 115 CV DSG7 R-LINE