Hay momentos en la vida en que se deben tomar decisiones importantes, decisiones que marcan una línea y que hay que cuidar para no fracasar. En esos momentos importantes para algo o para alguien, no se debe hacer experimentos. Decía el literato Eugenio d’Ors que los experimentos hay que hacerlos “con gaseosa”, en alusión a aquellos que quieren hacer algo y para hacerlo utilizan un método desconocido, sin saber si el resultado va a ser bueno o no, y estropean algo importante.

El equipo español de Copa Davis ha fracasado estrepitosamente. Para quien suscribe, la clave ha estado en hacer eso precisamente, experimentos en un escenario que merece toda la seriedad, todo el rigor y todo el respeto. Está claro que si quieres mezclar la Copa Davis con la retirada de Nadal, te expones al fracaso y, casi diría, al ridículo. Y eso es lo que sucedió, que la Real Federación Española de Tenis (RFET) se inventó un homenaje al balear en un momento y en un marco totalmente abocado al fracaso. Y parece que no hay que ser muy listo para llegar a esa conclusión, porque había cosas claras, como que España, con el equipo que llevaba, no iba a ganar la Davis; como que Nadal no está para afrontar algunos retos; y como que no iba a haber fiesta total viendo al manacorí ganar el último punto en la final, levantando la Ensaladera y llevando a este país a la cima del tenis mundial. Al éxtasis.

España perdió contra Holanda y Rafa Nadal no pudo con un jugador de nombre impronunciable, que está situado en el puesto 80º del ranking ATP. Y todo, entiendo, por ofrecer a destiempo un homenaje al mejor jugador de la historia del deporte español, un jugador que demostró que no está actualmente para este tipo de ferias y que, por otra parte, se merecía unos honores no comparables a lo que se le ofreció. Y, además, anteponiendo el homenaje al resultado.

La chapuza está servida. Ahora la RFET tendrá que inventarse algo para que Rafa Nadal tenga lo que se merece, lo que ha ganado a base de trabajo y ejemplo a los jóvenes, un gran homenaje nacional, porque sino da la sensación de que se va por la puerta de servicio y porque ese experimento no podía dar nunca un buen resultado. Nadal no se merece un experimento, sino algo más. Porque para experimentos, como decía Eugenio d’Ors, ya tenemos la gaseosa.

*El autor es entrenador nacional de tenis