Hace unas semanas vimos a unas ovejas chinas que desfilaban haciendo un perfecto círculo horas y horas en un vídeo que se compartía mucho por las redes (me sabe mal usar la expresión “se hizo viral”, pero no es cosa, pero decir “se hizo popular” sabe a poco… ya me entienden, espero). Como es natural en estos tiempos, de repente teníamos en nuestros móviles muchos vídeos de parecidos círculos de toda clase de animales y hay quien, signo de los tiempos, amenazaba nuevo apocalipsis diciendo “algo sucederá cuando todos los animales se ponen a hacer círculos...”. Otros apuntaban que era el efecto Coriolis porque por lo que se ve los renos, que también hacen circuitos circulares persistentees, lo recorren en sentido antihorario, como las borrascas en el hemisferio norte. La razón de la conducta de las ovejas parecía ser por un lado el estrés de estar encerradas y por otro lado, una conducta gregaria que tienen estos animales, sumada a la confianza en quien emprende una iniciativa como ponerse a andar para un lado. Comprenderán que la metáfora es demasiado sugerente para que no aparecieran especuladores que veían en los borregos ovinos un símil de lo borregos que somos.

Ya saben que me encanta usar la ciencia como excusa para decir lo mío, e incluso temas de estos los llevamos a tertulias de ciencia porque está bien poderle poner una mirada científica a una realidad a menudo demasiado abotargada y hasta soez, como esas señoras tan de derechas que insultan y llaman puta a cualquier ministra que se les ponga delante o esos abogados un poco cretinos (o algo así llevan en el adjetivo creo recordar) que se inventan contubernios y pederastias en cualquier libro que intente educar en igualdad y saliéndose del círculo de lo trillado. Hablando de gente borrega y circular, ya me entienden, espero...