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Winchester Armas, misses y cardenales

Un viaje a la ‘USAmérica’ rural, tierra de valores conservadores, religiosos y armas, donde vuelan los cardenales, desfilan las misses y el Ejército se exhibe

Winchester Armas, misses y cardenales

suena un disparo. Seco. Rotundo. Unos segundos después, otro. De pronto una ráfaga. Sí, definitivamente es una semiautomática. No hay por qué alarmarse. El vecino suele practicar por las tardes. No se alteran ni los pájaros. Temen más al halcón que puede acechar en cualquier instante. Por eso, en cada aproximación a los comederos que hay sujetos en una cuerda, se acercan con sumo cuidado. Revolotean entre las ramas de los árboles, se agarran al tronco, miran hacia arriba y a un lado y al otro con pulsión nerviosa y, cuando parecen seguros, a la cuerda. Antes de ponerse a comer, una mirada más. Y otra. Un despiste y ellos serán el alimento.

El que lleva los galones de oficial del estado de Virginia es el cardenal. Es fácilmente reconocible por su color escarlata. El nombre viene de su semejanza con el plumaje... con el aspecto de un cardenal de la iglesia católica que, sin embargo, no es la confesión mayoritaria en el estado. Predominan los baptistas aunque, como en todo Estados Unidos, las opciones religiosas son casi tantas como balas han salido disparadas en un momento de la semiautomática. La que eligió José (porque él la eligió) es la musulmana. “Seguramente conozco mejor el islam que los que nacieron ya musulmanes”, dice detrás del mostrador de su tienda de móviles de segunda mano. José estudió varias religiones y se quedó con ésta. Viste túnica y habla con pausa, atiende con paciencia y amabilidad, y modifica a la baja el precio inicialmente propuesto cuando ve que el cálculo era erróneo: “Mi religión no me permite mentir”.

José llegó de El Salvador y está casado con una mujer de origen mexicano. Después de probar en varias ciudades del país, se sintieron en casa en este rincón de Virginia, Winchester. “La gente es amable”, asegura, “el sitio es tranquilo”. Su tienda/vivienda está a las afueras del pueblo, en una de los muchas zonas comerciales idénticas entre sí que rodean la población y que son un reflejo de la diversidad de emigraciones que mantienen girando la voraz rueda económica del imperio: los mexicanos y sus restaurantes, las asiáticas y sus tiendas de manicura y pedicura... Entre bajeras de uso comercial, el consuelo espiritual de los templos (por denominación, no por aspecto). Muy cerca de la de José está la Iglesia de la Nueva Esperanza. Poco después de conocerle, Trump anunció que los salvadoreños con TPS (Estatus de Protección Temporal) deberán abandonar el país a finales de 2019. Una temporalidad de diecisiete años. Bush Jr. decidió legalizar en 2001 la situación de miles de salvadoreños que huyeron tras los devastadores terremotos en su país. José, como tantos otros compatriotas, tiene hijos nacidos en Estados Unidos. Por Facebook le pregunto si es uno de ellos. Tarda semanas en contestarme: “Sí”.

En Winchester no se pierde la esperanza. Al menos quienes confían en que Jesús está al caer. Lo anunciaba el cartel de la Iglesia del Buen Pastor (Coming soon!), aunque pasado un tiempo el mensaje es otro y se sigue sin noticias del hijo de Dios. Lo que se anuncia en primavera es que, como cada año, llega el festival del Apple Blossom, con el que celebran y se enorgullecen de su principal activo: las manzanas. Lo sé. Apetecía, ya que estábamos, pero no, el Winchester que da nombre a esta villa histórica (1752 es prehistoria en Estados Unidos) no es el del famoso fusil sino que se refiere al Winchester británico de los primeros colonos. Para amortiguar la decepción, dejo constancia de que el cuartel general de la Asociación Nacional del Rifle (NRA, el lobby más influyente del país, el de los “grandes patriotas” de Donald Trump) se encuentra en el mismo estado, en el que además se encuentra Virginia Tech, la universidad en la que está registrado el tiroteo más mortífero en una universidad estadounidense: 33 muertos en abril de 2007.

la segunda enmienda Para Abby, que tiene 17 años, es muy importante conservar la segunda enmienda porque “es parte de los cimientos del país”. Es una de las alumnas del instituto Millbrook que debaten sobre un tema que tiene traumatizada a una parte de la sociedad estadounidense, especialmente después de la masacre de Parkland y de las insólitas movilizaciones lideradas por sus estudiantes. “Creo que la gente tiene derecho a tener sus propias armas, ya sea para defensa propia o por la razón por la que la pensaron los fundadores: para protegerse contra un gobierno tiránico”, recita Abby. No sé si ante Trump se levantaría en armas, aunque a su corta edad tiene ya un currículo de apoyo y trabajo voluntario en favor de la representante republicana de su región en el Capitolio, Barbara Comstock, para quien la NRA pidió el voto en las elecciones de 2016. Su mérito: posicionarse en contra de un mayor control y de la prohibición de las armas semiautomáticas. La utilizada por el atacante en Parkland (y por el vecino) lo era. Menos sofisticada es la que porta el soldado confederado que luce en la calle principal de Winchester, frente al antiguo juzgado de la ciudad. La estatua sigue incólume después de la oleada en 2017 de retiradas de monumentos confederados, que dejó escenas grotescas, violencia y un muerto en otra ciudad de Virginia, Charlottesville.

En plena celebración del Apple Blossom, metros más allá de la estatua del soldado, leo: el dolor es la debilidad abandonando el cuerpo. No osaré decir lo contrario, no al menos en voz alta, máxime cuando el lema figura en la camiseta de un fornido muchacho de los marines de los Estados Unidos. Están los marines, la armada, la guardia nacional... Todo brazo armado, ya sea federal o estatal, tiene su puesto en las calles de Winchester en el día grande de las fiestas. Entre puestos de perritos calientes, patatas fritas y escopetas de balines, cada uno vende lo suyo. ¡O regala! Una pareja, biblias. Y Abby, globos y pegatinas para que los niños paseen el nombre de Barbara Comstock. También reparte durante el alucinógeno desfile que recorre por la tarde las calles de la localidad. Mientras la congresista oculta su rostro bajo una inconmensurable pamela rosa, Abby corretea con sus globos a un lado y al otro de la calle y del coche desde el que saluda la congresista. Un globo es un globo, deben de pensar las criaturas.

desfile El desfile dura horas y sus consecuencias quizá años para algunos de los participantes. Difícil salir indemne de horas con el brazo alzado y girando a izquierda y derecha la muñeca de la mano con la que se saluda. Una niña de unos diez años se queda embobada con la suya. ¡Va sola! Es una de las múltiples misses que pasean en carroza con traje de princesa. Las hay de todas las edades y categorías: niñas, preadolescentes, adolescentes, jóvenes, veteranas (incluso del cirujano estético); Miss Apple Blossom, Miss Apple Blossom Outstanding Teen, Tiny Miss Pot of Gold, Miss Virginia, Miss Frederick County... Misses sí, misters no. Y hasta la vecina que ha hecho el mejor postre y la que ha decorado con más gusto su casa, pasean y saludan. ¡También el sheriff! Pistola al cinto, saluda al pueblo, aunque los que más aplausos reciben son los policías de un condado vecino y sus acrobacias moteras (superando los límites de velocidad, realizando giros prohibidos...) y la banda de música de los Redskins de Washington, el equipo de fútbol americano de la capital.

arrebato En los Dolphins de Miami jugó Dan Marino, legendario quarterback de la NFL en los ochenta y noventa, que pasea como estrella invitada (Gran Mariscal) entre el desconocimiento de los más jóvenes (y eso que salió en Los Simpsons) y algún arrebato de histeria entre los mayores. Desfilan bandas de música universitarias, carrozas comerciales, un gigantesco todoterreno -que, además de coches, anuncia que Jesus is Lord!-, veteranos de la Guerra de Vietnam (precedidos por un coche con ametralladora), moteros con barba, representantes políticos, presidentes de asociaciones locales, carrozas a caballo, más misses, tractores con maquinaria antigua, los bomberos y su mascota (una vaca), la Reina de Shenandoah (la realeza de las misses), unas niñas de la escuela de danza irlandesa -que corren, más que bailan, detrás del coche que lleva los altavoces-, el ganador del Got Talent! local...

Me voy sin probar las manzanas, pero con el ego azucarado después de tanto honey y sugar de las camareras del Amherst Diner. Cosas de la amabilidad sureña. Vistos desde fuera, debemos parecer figurantes en un cuadro de Hopper. Por dentro, ¡menudo cuadro! A las afueras, el enorme cartel publicitario de un despacho de abogados aconseja callar si te detienen por un crimen. La imagen es explícita: una cremallera sella la boca. Shut up! Si pillan a quien (o quienes) esta noche ha roto los cristales de una cafetería que regenta una pareja de lesbianas, quizá necesite el teléfono. De momento, nadie dice ni pío.