l apremio con que el presidente ruso, Vladimir Putin, quiere conseguir un Yalta II, es decir, el reparto del mundo en zonas de influencias con Occidente es difícil de entender al primer golpe de vista.

Y es que ahora, como ocurrió a lo largo de los últimos siglos, Rusia está en inferioridad de condiciones para un enfrentamiento a las potencias occidentales. Tiene armas y soldados, pero le falta el potencial decisivo para una gran guerra: una economía sólida que aguante el enorme desgaste de un conflicto largo y devastador.

Claro que si esto es cierto, también es cierto que en la correlación de fuerzas de ambos bandos hay altibajos y en estos momentos la Federación Rusa se halla en un alto Las grandes reformas y modernizaciones de sus fuerzas armadas y arsenales la han puesto casi a la par con la OTAN y Estados Unidos Si mañana las tropas rusas invadieran Ucrania, la OTAN no tendría recursos estrictamente militares para impedirlo.

Ante un nuevo acto de fuerza ruso, tras la anexión de la ucraniana Península de Crimea, la OTAN se vería en la disyuntiva de protestar y tragar o lanzarse a una confrontación bélica de máxima envergadura.

Con otras palabras, el Kremlin es consciente de que en estos momentos está en condiciones de echarle un órdago al mundo capitalista. Si la sale cara -es decir, si una vez más Occidente rehuye la confrontación directa-, Rusia habrá dado un paso muy grande hacia sus aspiraciones reivindicativas.

Incluso si la ocupación militar y política o solamente política de Ucrania resultase efímera a causa de las presiones económicas occidentales, Rusia se hallaría en una situación mejor que la actual para seguir adelante con los sueños de grandeza.

Y si la jugada le sale cruz y las contramedidas no militares occidentales le impidieran a Rusia la invasión, Putin no habría perdido nada. Seguiría estando donde está ahora: incomodando al mundo capitalista y su aura doméstica de adalid de todas las Rusias habrá ganado mucho enteros. Tantos, como para no correr el riesgo de ser protagonista de conatos de derrocamiento como los que se han registrado en Bielorrusia y el Kazajistán.

Y esto dista mucho de la tan buscada incautación de Ucrania, pero no es moco de pavo para un hombre gue trata de ser el más que merecido sucesor de los zares y los secretarios generales del Comité Central.