BRICS. Un nuevo término recorre los artículos de geopolítica del mundo entero. Tras la reciente cumbre del pasado mes en Sudáfrica, los BRICS se han convertido en la nueva sensación del panorama internacional. Revolución copernicana, nacimiento de un nuevo orden, fin de la hegemonía norteamericana, bloque antioccidental… Muchos son los calificativos para valorar lo sucedido en Sudáfrica. Pero, ¿qué hay detrás de los BRICS? ¿Una futura amenaza para Occidente, un nuevo intento de los países del Sur Global para hacerse escuchar? o ¿el inicio de una nueva era en el orden internacional?

El presidente de Brasil, Luiz Inacio Lula da Silva, saluda al primer ministro de India, Narendra Modi. | FOTO: E.P.

En noviembre de 2001, Jim O’Neill publicó un artículo en el que llamaba la atención sobre las nuevas economías emergentes que, según el economista británico, en unos años podrían superar a las economías del G-7. El artículo se titulaba Construyendo mejores ladrillos (bricks) para la economía global. El juego de palabras surgía al usar las letras iniciales de Brasil, Rusia, India y China para formar el acrónimo BRIC (ladrillo en inglés). O’Neill trataba de llamar la atención sobre estos países, poseedores de grandes poblaciones e importantes recursos naturales, y que estaban logrando desarrollos sostenidos en sus economías gracias a la globalización, lo que los convertía en un objetivo muy interesante de inversión para los países occidentales.

En 2006, lo que había sido un juego de palabras en un artículo se convirtió en una alianza económica entre los distintos países. Los BRICS se hacían realidad más allá de los artículos especializados y las agencias de inversión occidentales. Liderados por una China que ya empezaba a demostrar ser capaz de lograr altas cotas de crecimiento comparables a los países occidentales, los BRICS se conformaban y comenzaban a hacerse escuchar en los foros internacionales. En 2010 Sudáfrica entró en el grupo, sumando de este modo el continente africano al nuevo bloque de las nuevas economías emergentes.

Poco a poco, lo que en origen fue una simple plataforma de las mayores potencias del Sur Global por hacerse escuchar y colaborar mutuamente en el desarrollo de sus propias economías, se fue conformando en algo más. Los BRICS se han convertido en una voz discordante en el sistema económico y político heredado de la posguerra de la Segunda Guerra Mundial. Tras la caída del bloque comunista, el sistema actual ya no poseía un discurso alternativo al sistema ideado en Bretton Woods por los Estados Unidos y sus aliados. Es con los BRICS, cuando, por primera vez desde la caída de la URSS, volvemos a encontrar voces fuertes que disienten con el orden geopolítico establecido.

Esta visión divergente de la arquitectura político-económica del mundo actual se ha profundizado y radicalizado desde la invasión rusa de Ucrania. Desde febrero de 2022, el antiguo orden internacional ha saltado por los aires, con una Rusia desafiando con las armas el statu quo establecido. Al mismo tiempo, las tensiones entre China y los Estados Unidos se han intensificado, llegando incluso algunos expertos a insinuar que la confrontación entre ambos por la hegemonía está a la vuelta de la esquina. De ahí que la cumbre de Sudáfrica haya generado tanto interés y que dos de sus principales aportaciones, el intento de desdolarización del sistema financiero y la adhesión de nuevos miembros a los BRICS, hayan sido interpretados como una llamada de atención a Occidente.

Pero la realidad es mucho más compleja. Entender los BRICS como a los antiguos bloques de antaño, como el soviético o incluso como el movimiento de los países no alineados de los años 50, es no entender completamente la verdadera esencia de los BRICS. No se trata de un bloque monolítico en el que una ideología o un sistema político, junto a los intereses derivados de los mismos, conducen al bloque a actuar y pensar al unísono. Los distintos países que lo conforman son una mezcla de diferentes tipos de sistemas políticos, desde democracias hasta autocracias, con ideologías y culturas políticas muy distintas, y con intereses bastantes contrapuestos en su relación con Occidente.

Sin duda, los BRICS desde sus inicios trataron de ser una voz divergente con el nuevo orden internacional. Pero de ahí a tachar a todos sus integrantes de antioccidentales va un largo trecho. Es innegable que Rusia es una de las más interesadas en convertir la alianza en un bloque antioccidental. La invasión de Ucrania ha aislado a Rusia con respecto a Occidente y los BRICS pueden convertirse en su balón de oxígeno. Lo mismo ocurre con China en su intento de cambiar las reglas norteamericanas en el orden actual e imponer las suyas. Está claro que tanto Rusia como China serán los más interesados en la desdolarización del sistema actual, con un yuan como sustituto de la moneda norteamericana en las operaciones económicas internacionales.

India, el tercer gran poder

Pero es necesario analizar también a los otros miembros del grupo. Después de Rusia y China, India sería el tercer gran poder de los BRICS, y sus diferencias respecto a China y Rusia son significativas. India aúna un aumento demográfico, que lo ha hecho superar a China, con un crecimiento económico y tecnológico, que lo están convirtiendo en una de las economías más pujantes del Sur Global. Pero, a la vez, India es una democracia, a pesar del populismo de su presidente Narendra Modi, y una gran aliada de los Estados Unidos, como ha demostrado la triunfante gira por los Estados Unidos de este verano de Modi, sin olvidar las no tan lejanas escaramuzas bélicas entre China e India en sus fronteras. Todo ello hace que, a pesar de ser chinos e indios miembros de los BRICS, tanto India como China se miren con cierto recelo ante la orientación política y el liderazgo dentro del nuevo grupo de países emergentes.

Lo mismo ocurre con Brasil, con un Lula da Silva que trata de ser una voz alternativa en el panorama internacional, pero sin llegar a ser un ataque frontal a Occidente, sumándose a la posición, muchas veces ambigua, de Sudáfrica, que no condena a Rusia por la invasión de Ucrania y a la vez mantiene sus lazos con Occidente. Esta pluralidad entre aliados también se ha visto reflejada en la admisión de nuevos miembros en el grupo, reflejo de los diferentes intereses geopolíticos de cada uno de ellos.

La incorporación de Arabia Saudí, Irán y los Emiratos Árabes significa un gran triunfo, sobre todo, para China. El gigante chino con la incorporación de árabes e iraníes a los BRICS, ha conseguido reconciliar a los dos enemigos acérrimos que se disputan la hegemonía en el mundo islámico, arrancando, a la vez, a los saudíes de los brazos de Estados Unidos y consiguiendo, al mismo tiempo, una vía directa de abastecimiento energético para su economía, con un futuro próximo amenazado, necesitada de crudo a buen precio.

Argentina ha sido una clara apuesta de Brasil, con vistas a un futuro en el que puede jugar el papel de socio a la hora de aumentar la órbita de influencia brasileña en América del sur. Sin embargo, el posible cambio de presidencia en Argentina el mes que viene podría suponer un obstáculo al ingreso efectivo del país del Cono Sur en los BRICS. Por su parte, la integración de Egipto y Etiopia es una clara concesión a Sudáfrica, que, en el plano africano, ve en estas repúblicas rivereñas del Nilo dos países clave a nivel económico y estratégico.

En el tablero internacional

Es por tanto necesario analizar la complejidad de los BRICS para entender la importancia de su surgimiento y el papel que puedan jugar en un futuro en el tablero internacional. Los BRICS son algo más que un bloque antioccidental, aunque es claro que algunos de sus integrantes, como China y Rusia, entienden la alianza como un posible instrumento a la hora de disputar la hegemonía mundial a los Estados Unidos, en un intento por crear un nuevo orden internacional regido por otras reglas.

Puede que los BRICS sean en un futuro un ladrillo importante de ese nuevo orden internacional que algunos expertos predicen. Un nuevo orden que, quizás, sea algo más que la confrontación entre China y su aliado ruso contra los Estados Unidos. Parece que el mundo unipolar en el que vivimos, con unos Estados Unidos marcando las reglas, toca a su fin. Pero el cambio, tal vez, no se limite a sustituir una gran potencia, léase Estados unidos, por otra, en este caso China, un centro neurálgico por otro. Quizás lo que el futuro nos deparará sea una realidad con varios centros.

Esa próxima e hipotética nueva relación de fuerzas puede que se sustancie en lo que algunos han llamado “el nuevo desorden mundial”, donde no habrá un solo país o bloque que se haga con todo el poder y sea el único en imponer las reglas. Tal vez sean muchos los países con niveles similares de poder e influencia los que compitan a través de alianzas por ponerse en posiciones de ventaja respecto a los demás. Quizás los BRICS sean los países que mejor están leyendo ese orden futuro y sean los que de manera más inteligente se estén posicionando ante el futuro desorden mundial que, tal vez, nos espera.

Está claro, por tanto, que la reciente cumbre de los BRICS marca un hito. El Sur Global comienza a unirse y a posicionarse de manera común, a pesar de las diferencias que les separan a sus componentes, mostrando que sus miembros son capaces de colaborar incluso desde la divergencia. La ampliación del grupo de los BRICS significa también que su crecimiento puede ser aún mayor y que la voz de los potencias emergentes del Sur Global cada vez tendrá que ser tenida más en cuenta. Veremos si los países occidentales son capaces de adecuarse al futuro que nos espera. Futuro en el que, quizá, el papel de Occidente no sea tan determinante como hasta la fecha y en el que las voces hasta ahora silenciadas no se dejarán marginar.