El golpe de estado contra McCarthy horneado por el líder de la extrema derecha Matt Gaetz, de Florida, estaba anunciado. McCarthy fue criticado desde su nombramiento, por ser un aliado del “estado profundo”, lo que algunos republicanos ultras consideran “un poderoso grupo secreto de funcionarios gubernamentales, burócratas y agencias de inteligencia” que controlan las estrategias y acciones del gobierno federal. Según Gaetz y sus ocho aliados, McCarthy estaba “estrangulando” la agenda conservadora, al apoyar prioridades fiscales que han incrementado el techo de gasto, lo cual ―afirman― solo ha contribuido a generar más deuda y nuevos desafíos socioeconómicos. Según la oposición interna, “la mejor manera de impulsar la agenda conservadora” era destituir a McCarthy y elegir a otro a su derecha.

Antes de la votación final, la Cámara rechazó por 218 votos aplazar la votación sobre la destitución de McCarthy. Votaron en contra del aplazamiento los demócratas y once republicanos extremos, entre ellos Gaetz, Eli Crane y Andy Biggs de Arizona, Ken Buck de Colorado, Tim Burchett de Tennessee, Warren Davidson de Ohio, Bob Good de Virginia, Nancy Mace de Carolina del Sur, Cory Mills de Florida, Matt Rosendale de Montana y Victoria Spartz de Indiana. 208 congresistas votaron en favor del aplazamiento, la práctica totalidad de los representantes republicanos.

Las tensiones con los demócratas tampoco han ayudado al líder republicano. A pesar de que las conversaciones mantenidas días antes de la votación hacían presagiar que los votos de un puñado de demócratas podrían salvarlo, McCarthy se negó a ofrecer concesiones, lo que unió al partido azul en su contra.

El líder demócrata de la Cámara, Hakeem Jeffries, anunció en una carta que su partido apoyaría la destitución y poco antes de la votación expresó que “es responsabilidad de los miembros del GOP poner fin a la Guerra Civil Republicana. Dada su falta de disposición para distanciarse del extremismo MAGA completamente, votaremos en favor de la moción para vacar la presidencia”.

La representante Abigail Spanberger, demócrata de Virginia, se sumó a esta postura afirmando que McCarthy es la persona “más carente de principios que haya ocupado el cargo. Muestra desprecio, difunde falsedades y distorsiona el proceso de gobierno”.

La moción fue presentada por Gaetz, y se aprobó con el apoyo de ocho republicanos y el respaldo unánime de todos los demócratas. El resultado final fue de 216 a favor y 210 en contra. Tras haber sido depuesto, McCarthy bromeó diciendo que “a muchos de los ocho que han votado para echarme les ayudé a ser elegidos; probablemente debería haber elegido a otros”.

Se trata de una votación histórica. Es la primera vez en la historia que un presidente de la Cámara ha sido destituido mediante una resolución de este tipo.

La mayoría de los republicanos se opusieron a la suspensión, y un número significativo de ellos reaccionaron con asombro y frustración. El representante republicano Patrick McHenry fue designado presidente interino, pero la Cámara ha entrado en receso ya que aquél no puede presentar o retirar normas legislativas ante el pleno, emitir citaciones, ni participar en otros asuntos oficiales que requieren la aprobación de un presidente electo. Por tanto, si la controversia se extiende y no se elige un sustituto en las próximas cinco semanas, el gobierno federal se quedará sin fondos y tendrá que cerrar por tiempo indefinido.

NUEVA ESCALADA DE TENSIONES

McCarthy anunció que no se presentará a la reelección por lo que el debate y las conversaciones sobre la sucesión han generado una nueva escalada de las tensiones en el círculo del elefante rojo. Se han propuesto posibles candidatos de consenso, como el líder de la mayoría Steve Scalise, de Louisiana, y el presidente del Comité de la judicatura, Jim Jordan, que cuenta con el apoyo de Trump. Pero ambos están teñidos de sombras: Scalise tuvo un escarceo con miembros del Ku Klux Klan, y a Jordan le ha salpicado un caso de abuso de menores. Jordan solo obtuvo 99 votos del caucus republicano frente a los 113 de Scalise, pero ninguno de los dos candidatos contó con los 217 votos necesarios en la primera vuelta.

Todos los demócratas apoyarán a Jeffries, por lo que el candidato al mazo no puede perder más de 4 votos republicanos. En vista de que tenía a 7 representantes de la extrema derecha en contra, Scalise ha renunciado a la pugna. En una segunda votación, Jordan ha logrado 124 votos, pero tiene 81 en contra. Además, Austin Scott, de Georgia, se ha nominado a fin de obstruir su candidatura, ya que la considera una imposición de los “agentes del caos” de la extrema derecha. Y tras 10 días de pugna, todo está obstruido. “Todo esto nos hace parecer un grupo de idiotas” ―ha dicho Scott.

El presidente del Comité de normas, Tom Cole, ha afirmando que “nadie sabe lo que va a pasar, incluidos los que votaron por la destitución”. Y, de hecho, el ala derecha de su partido no tiene ni ideas, ni plan, ni candidato alternativo. Pero, como afirma Cole, buscan el ruido que genera el caos para hacerse fuertes. Al parecer han olvidado las quince votaciones que hubo que afrontar para investir a McCarthy en enero. Aquél fue el primer récord histórico del líder republicano.

Los demócratas se muestran optimistas ya que estas circunstancias benefician a sus candidatos en el valle central de California, una zona históricamente republicana. Argumentan que algunas de las políticas de McCarthy, como el proyecto de ley provisional de gastos que ha impuesto recortes a los presupuestos de los servicios públicos como los bomberos, tan necesarios en los últimos años, han dañado la imagen del partido.

A pesar de que California tiene la población republicana más numerosa del país, la mayoría demócrata los supera casi dos a uno. Están en una posición de estrepitosa minoría en el capitolio de Sacramento y todavía no han elegido a un sustituto para el escaño del Senado que ocupaba Dianne Feinstein, recientemente fallecida. En palabras del republicano de California Rob Stutzman, “Gaetz y los otros idiotas útiles que le siguen le han hecho un gran regalo” al Partido Demócrata.

El congresista John Garamendi, demócrata californiano de origen vasco, ha dicho que, guiados por McCarthy, los republicanos de la Cámara han rechazado consistentemente sus esfuerzos para dialogar, cediendo ante la influencia de los pocos congresistas extremistas de MAGA.

A pesar de esto, los demócratas se unieron para aprobar un proyecto de ley de gastos a corto plazo y evitar así un cierre del gobierno. En respuesta, los republicanos de MAGA han optado por generar un nuevo disturbio dentro de su propio caucus, del congreso, y del país. Y ha concluido diciendo que “el pueblo estadounidense merece un gobierno funcional que realmente sirva a sus intereses”.

Pero los demócratas están corriendo un grave riesgo al confiar en que el próximo presidente de la Cámara no será peor que el anterior. En esta guerra civil entre republicanos, los demócratas no han hecho sino remover las ascuas, pero ni tienen la posibilidad de apagarlas, ni espacio político para avivarlas. Es peligroso esparcir las brasas sin saber dónde van a caer. La solución está en manos de los republicanos y los ultras tiene la llave. Tan solo cabe esperar que sepan elegir a alguien que haga bien su trabajo. No es un gran avance, y tampoco un alivio.