El seis de octubre de 1973, tropas sirias y egipcias arrollaban en un ataque sorpresa a las fuerzas militares israelíes. Habían pasado seis años de la victoria fulgurante israelí en la guerra de los seis días y los israelíes pagaron con sangre su complejo de superioridad en la guerra del Yom Kippur, la cual estuvo a punto de acabar con el estado de Israel. Aquel conflicto marcó un antes y un después en la imagen que los israelíes tenían de su estado y marcó con fuego la relación con sus vecinos árabes durante décadas.

Cincuenta años y un día después de la guerra del Yom Kippur, la “embestida de Al Aqsa” de Hamás sobre territorio israelí vuelve a humillar el poder militar israelí con una brutal incursión por aire, mar y tierra de milicianos palestinos difundida por redes sociales y noticiarios de todo el mundo. Las imágenes de combatientes palestinos campando a sus anchas por ciudades de Israel, tanques Merkava ardiendo o parapentes de milicianos aterrizando sobre territorio israelí suponen una derrota comparable a la ocurrida hace medio siglo y, al igual que entonces, las dudas sobre si se podía haber prevenido no cesan, sabiendo que la tensión en las relaciones israelí-palestinas iban en aumento desde hace muchos meses.

Varios eran los indicadores que predecían el incendio que se desató el pasado sábado y que se refieren a varias claves históricas y actuales a tener en cuenta de los protagonistas de esta guerra que son necesarios conocer para entender no sólo lo ocurrido, sino lo que nos queda por ver. En primer lugar está Hamás, principal protagonista del ataque del siete de octubre. Su sorpresiva y brutal incursión significó una demostración de fuerza de su capacidad militar y operativa, además de una humillación del poderío militar israelí. Hamás vuelve a la primera línea de los noticiarios y del escenario internacional con una acción muy alejada de sus apariciones aisladas del pasado. Pero su incursión va más allá de una simple victoria militar y mediática.

Hamás, junto a Al Fatah, han sido los dos principales movimientos de resistencia a la ocupación israelí. Históricamente, el movimiento Al Fatah, nacionalista y socialista, liderado por el mítico Yasser Arafat, fue la fuerza principal frente a una Hamás fundada más tarde a la sombra del islamismo moderno. La corrupción y la pérdida de líderes carismáticos como el propio Arafat de Al Fatah, junto a una actividad más violenta y activa contra Israel de Hamás, fue dando cada vez más apoyo a los islamistas que, poco a poco, fueron poniendo en duda la hegemonía en la causa palestina de Al Fatah.

GUERRA CIVIL

En 1993, los acuerdos de Oslo permitieron el surgimiento de un gobierno palestino en los antiguos territorios ocupados de Cisjordania y Gaza, territorios que habían conseguido salvar jordanos y egipcios en la guerra de independencia de 1948, pero que habían caído bajo poder israelí en la guerra de los seis días de 1967. El nuevo estado palestino fue liderado por Al Fatah, hasta que el aumento de apoyo de Hamás en Gaza condujo a ambos a una confrontación que derivó en guerra civil, en la que Hamás se hizo con el control de la franja en 2006, manteniendo Al Fatah el poder en Cisjordania. Aquello dividió no solo políticamente la causa palestina, sino también geográficamente.

El total control de Hamás de Gaza, junto a su beligerancia absoluta hacia el estado judío y los acuerdos de Oslo, condujo a que Israel aislase completamente Gaza por tierra mar y aire, mediante una frontera fortificada. Tras el abandono del apoyo egipcio, la franja, de cuarenta kilómetros de largo y siete de ancho, con dos millones de habitantes, se convirtió en una de las zonas más densamente pobladas y con unas condiciones humanitarias más duras del mundo. Unas condiciones agravadas periódicamente por los ataques aéreos israelíes en respuesta a los lanzamientos de cohetes de Hamás.

Con el ataque del pasado fin de semana, Hamás intentó lograr varios objetivos. En primer lugar, conseguió acallar las críticas que lleva tiempo recibiendo en la propia Gaza por parte de los habitantes de la franja. Los años de bloqueo israelí y las deplorables condiciones humanitarias han hecho que las críticas a la gestión de Hamás aumenten en los últimos años.

Una población hacinada y en condiciones de vida terribles, que ve cómo su situación no mejora tras años de bloqueo y ataques de venganza israelíes en respuesta a los cohetes Qassam lanzados por Hamás, comenzaba a mostrar su hastío. Además, al igual que ocurre con Al Fatah en Cisjordania, nuevos grupos de resistencia han comenzado a surgir al margen de Hamás, tratando de buscar alternativas a los movimientos históricos, lo que podría significar un problema para futuro. El éxito militar de su ataque servirá, de entrada, para acallar las críticas y, sobre todo, reforzará el liderazgo de Hamás en Gaza frente al resto de los grupos que en algún momento podrían poner en duda su hegemonía.

En segundo lugar, Hamás lanza un mensaje a los palestinos no sólo de Gaza, sino también de Cisjordania, volviendo a colocarse como vanguardia de la lucha contra Israel, apelando directamente a la Autoridad Nacional Palestina, y en especial a Al Fatah, que es quien la dirige. Una Al Fatah cada vez más contestada en Cisjordania ante una población que ve cómo la aceptación de los acuerdos con Israel no reporta mejora alguna en sus vidas, con instituciones corruptas y que se perpetúan en el poder sin convocar elecciones desde hace años. Hamás con el ataque del sábado pasado lanza un mensaje a esas bases palestinas afirmando que aún es posible atacar y humillar a Israel, frente a una Al Fatah que sigue creyendo en la negociación con el estado judío.

En tercer lugar, el grupo islamista busca influir en el panorama internacional, sobre todo en el equilibrio de poder en Oriente Medio. El ataque de este fin de semana es un mensaje claro a Arabia Saudí por su acercamiento a Israel aceptando los tratados de Abraham avalados por los EEUU. La ofensiva islamista, llevando de nuevo a la primera plana de los medios de comunicación árabes la resistencia contra Israel, supone una crítica severa a la estrategia de ciertas monarquías árabes (Marruecos, Arabia Saudí y algunos emiratos del golfo Pérsico) que en los últimos años han dado la espalda a los movimientos palestinos para llegar a acuerdos prácticos con los israelíes, al contrario que las repúblicas islámicas como la de Irán, apoyo fiel de la causa de Hamás en su enfrentamiento con el estado judío.

GOBIERNO NETANYAHU

Tampoco debemos olvidar el otro actor de esta tragedia y su influencia en lo ocurrido en estos días. El Gobierno de Benjamín Netanyahu, apoyado por ultranacionalistas y ultrarreligiosos, no ha escondido su orientación radical en contra de la población árabe y su apoyo a las colonias ilegales en territorio de la Autoridad Palestina. Unas políticas que han aumentado la tensión en zonas como la de Jenín y que han dado a Hamás la oportunidad de justificar su existencia como salvaguarda de los palestinos frente a los ataques israelíes, legitimando ante sus bases la violencia contra el estado de Israel y sus ciudadanos.

Al mismo tiempo, los intentos de reforma judicial del Gobierno israelí con el fin de limitar la capacidad de los jueces de poner frenos al gobierno han polarizado y debilitado a la sociedad hebrea. Los opositores a la propuesta gubernamental, principalmente la Israel liberal y laica, son parte fundamental de los reservistas y de los cuerpos clave del ejército, como la fuerza aérea. En este sentido, algunos expertos ya llamaban la atención sobre la debilidad de las fuerzas armadas debido a la polarización política de la sociedad. Parece que Hamás ha sido la única que se ha tomado en serio esta cuestión, aprovechándolo de manera efectiva.

Hamás, por tanto, ha dado el primer golpe y se ha llevado la primera victoria. Pero vendrá la respuesta israelí, que se espera que sea de una magnitud nunca vista. La humillación sufrida hará que Israel trate de responder de la manera más contundente posible. Pero el gran dilema será hasta donde querrá llevar esa respuesta. Israel no se ha limitado a atacar por aire Gaza de manera continua e intentará hacerse con el control de la franja mediante una incursión terrestre. Esta última opción puede ser no solo la más difícil desde el punto de vista militar, sino también desde un punto de vista diplomático. Volver a tomar el control de Gaza supondría poner en duda los tratados paz, a la vez que una pesadilla militar, debido al costo a todos los niveles de mantener el control sobre una zona tan habitada y hostil. Pero, dada la magnitud y la brutalidad del ataque del 7 de octubre, la incursión terrestre y la toma del control de Gaza pueden ser la respuesta del gobierno israelí más esperable.

Esta opción contaría a su favor el carácter extremista de los socios gubernamentales de Netanyahu, que podrían ver en el contraataque una oportunidad para los planes de los halcones más ultras del ejecutivo judío. El mensaje en contra de los árabes y la opción de una Israel totalmente judía en las fronteras de la Israel bíblica, podría ser ahora, tras el despiadado ataque de Hamás, justificada de manera más rotunda, además de una oportunidad para tomar el control de las zonas ocupadas y para comenzar la expulsión de la población árabe del estado de Israel.

En todo caso, parece que ha vuelto la hora de los extremistas a una de las zonas más castigadas del mundo. Algunos expertos ya habían avisado de que la tensión estaba aumentando de manera peligrosa y se ha visto que llevaban razón. Hamás ha dado el primer golpe. La respuesta de Israel no se ha quedado atrás. Veremos hasta dónde llega cada uno de ellos en esta guerra. Lo que está claro es que, al igual que ocurrió en la guerra del Yom Kippur, los trágicos hechos de estos días marcarán a sangre y fuego el futuro de la región. Si la guerra del Yom Kippur cambió el alma de los israelíes, alterando su forma de entender a sus vecinos árabes, la ofensiva de Hamás, brutal y trágica, transformará también la relación entre ambas comunidades, y no para bien. El inicio de una brutal y larga guerra parece algo desgraciadamente seguro. Un nuevo escalón en la sucesión de violencia y muerte de la que la región parece incapaz de salir.