El pasado octubre un comando del Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK) formado por dos activistas irrumpió en las instalaciones de la sede de la empresa más importante de aeronáutica militar de Ankara, matando a cinco trabajadores e hiriendo a otros 22. Turquía no tardó en responder atacando supuestas bases del PKK y de sus organizaciones aliadas en Siria e Irak. De esta manera, el problema kurdo volvió a ponerse en primera línea de las informaciones, al mismo tiempo que surgieron rumores sobre una posible alianza entre el mítico líder encarcelado del PKK Abdulá Ocalan y el Gobierno turco, para el abandono de las armas por parte del PKK.

La reciente activación del escenario de guerra sirio con la ocupación por parte de milicias islamistas de la importante ciudad de Alepo, tras cuatro años de relativa tregua entre las distintas facciones en lucha, pone de nuevo el foco sobre los kurdos y sobre su gobierno autónomo en Siria apoyado por los Estados Unidos. Las milicias de Hay’at Tahrir al Sham (HTS, Organización para la Liberación del Levante), el grupo islamista que ha reconquistado la segunda ciudad en importancia de Siria, deja ver tras este golpe la mano de Turquía, que con la toma de Alepo, vuelve a desestabilizar el equilibrio de fuerzas en Siria y a poner el foco en los kurdos sirios y su región autónoma, a la vez que abre la posibilidad de un futuro conflicto entre los islamistas y los kurdos, apoyados respectivamente por los turcos y los norteamericanos.

Pero, ¿quiénes son los kurdos? El Kurdistán, el país de los kurdos, es un vasto territorio poblado por 45 millones de habitantes de origen indoeuropeo repartidos desigualmente en cuatro estados: Turquía es el que mayor número de kurdos alberga, unos 20 millones, seguido de Irán, en la que viven unos 10 millones; Irak con otros 8 millones, y por último, Siria con 4 millones de personas de este origen nacional. Todo esto hace del pueblo kurdo la minoría étnica sin estado más grande de Oriente Próximo.

El destino de este pueblo ha estado condicionado tanto por su localización estratégica. Kurdistán ha sido históricamente un puente entre oriente y occidente, como por las riquezas naturales que su suelo alberga. En el pasado, los kurdos tuvieron la oportunidad de crear su propio estado en 1920, tras la derrota y caída del Imperio otomano en la Primera Guerra Mundial. La negativa de Kemal Atatürk y de la nueva Republica de Turquía de acatar la decisión del tratado de Sévres de crear un estado kurdo en Anatolia llevó a la firma del tratado de Lausana, por la que los kurdos quedaron confinados en sus actuales fronteras, haciendo añicos la histórica esperanza kurda de un estado propio.

Fin del sueño de un Estado propio

Desde aquel fin del sueño de un estado kurdo las insurrecciones kurdas han sido continuas. En 1946 Mustafá Barzani proclamó los derechos kurdos creando el Partido Democrático del Kurdistán (PDK), considerado el primer actor político moderno kurdo. Barzani y el PDK protagonizaron insurrecciones en Irak e Irán planteadas política y militarmente con el fin de lograr la independencia del país. Sin embargo, no fue hasta 1979 cuando surgió el movimiento político más determinante en la lucha por la autodeterminación de los kurdos de las últimas décadas. Al contrario que el PDK, el nuevo movimiento, el PKK, nació en Turquía, como hemos visto el país con mayor número de población kurda y, a la vez, de mayor proporción respecto a la población total, pues uno de cada cinco turcos es kurdo.

El Partido de los Trabajadores del Kurdistán se organizó como un movimiento marxista-leninista, con Abdulá Ocalan, Apo, como su carismático líder. En 1984 se lanzó a una guerra abierta contra el gobierno turco. Los ataques del PKK y las feroces respuestas del Gobierno turco llevaron a un conflicto que contabiliza ya unas 37.000 víctimas en su haber.

En 1999 Ocalan fue secuestrado por los servicios turcos en la embajada griega en Kenia y conducido a una cárcel turca. En su encierro, Apo inició un giro ideológico que lo llevó a abandonar los principios marxista-leninistas por los del confederalismo democrático del libertario norteamericano Murray Bookchin. Estas nuevas bases ideológicas de Ocalan abogan por la creación de entidades democráticas partiendo desde los municipios y dejan abierta la posibilidad de solución del conflicto con Turquía mediante una autonomía en la que los kurdos pudieran desarrollar sus instituciones dentro del estado turco. Este giro ideológico para muchos no es más que el resultado de la aceptación de la incapacidad de una victoria militar kurda y no tanto una verdadera evolución ideológica.

A pesar de su transformación, el PKK ha continuado con su actividad militar, extendiendo su influencia a todo el Kurdistán. En Irak se refugia en sus montañas al amparo de la región autónoma del Kurdistán iraquí. La autonomía de los kurdos iraquíes se fraguó por la necesidad de las potencias internacionales de proteger a los kurdos iraquíes tras la guerra de Kuwait, después del apoyo de estos a la intervención norteamericana en contra de Sadam Husein. Un apoyo lógico por parte de los kurdos a la intervención norteamericana, frente a un régimen como el de Hussein, que no dudó en los 80 en masacrar con armas químicas a poblaciones enteras de civiles kurdos. Hoy en día, la autonomía kurda iraquí contralado por el histórico PDK y su escisión, el UPK, mantiene su autogobierno y deja la puerta abierta de sus montañas para sus actividades antiturcas a los miembros del PKK. Una autonomía kurda-iraquí que para sus vecinos kurdo-iraníes parece un sueño después de décadas de persecución por el régimen de los ayatolás y de los fracasos de insurrecciones que periódicamente salpican la zona kurda de Irán.

Pero es en Siria donde los kurdos han logrado sus mayores cotas de poder. En 2011, la Primavera Árabe que se expandió por los países árabes llegó a Siria, siendo la chispa que prendió en la población por el descontento histórico contra el régimen dictatorial de los Al Asad. La brutal represión del régimen de Al Asad hijo hizo que se iniciase una guerra civil en la que múltiples opositores al régimen estuvieron a punto de derrocar al dictador que ha logrado mantenerse en el poder hasta el día de hoy gracias a la ayuda prestada por Irán, Hezbollá y, sobre todo, Rusia y sus aviones de combate.

En el Kurdistán sirio, los YPG, o unidades de protección popular, brazo armado del PYD, organización de los kurdos sirios fundada años atrás siguiendo el modelo del PKK, aprovecharon para liberar su territorio y convertirlo de facto en una región independiente con respecto al gobierno sirio. Regida bajo el confederalismo democrático que proclama Ocalan, Rojava, como es conocido el gobierno kurdo del norte de Siria, se convirtió en un bastión contra el ISIS. La resistencia de Kobane, en la que las unidades de mujeres peshmerga, nombre recibido por los guerreros kurdos, lucharon ferozmente contra los islamistas, convirtiéndose en un icono de la lucha contra el sanguinario califato que instauró el Dáesh en una parte importante de Siria, popularizó a la república de los kurdos en Siria.

Apoyo norteamericano

El apoyo norteamericano ha sido clave para que Rojava se convierta no solo en un feudo contra el islamismo, sino también en la entidad con mayor autogobierno e independencia política de los kurdos. Algo a lo que Turquía no ha dudado en responder, invadiendo zonas del norte de Siria y de la propia Rojava, aumentando, al mismo tiempo, su apoyo a los opositores de Al Asad, especialmente a los islamistas, sus grandes aliados. La reciente reactivación del conflicto en Siria se puede enmarcar en esta necesidad de Turquía de influir en la zona, ante el temor turco de tener una base kurda organizada en su retaguardia, que pudiera servir de defensa y ayuda al PKK.

La toma de Alepo por parte de los islamistas de Hay’at Tahrir al Sham, anteriormente conocidos como el frente Al Nusra, la filial de Al Qaeda en Siria, abre un nuevo capítulo en el conflicto en el que los kurdos de Siria seguramente jugarán un papel importante. La ruptura estratégica de HTS con Al Qaeda para centrarse en aunar fuerzas con las múltiples milicias islamistas locales, parece haber tenido éxito, lo que le ha permitido lanzarse a la captura de Alepo, en un momento en el que los aliados de Al Assad se hallan distraídos y debilitados: Irán temerosa de un posible ataque israelí contra sus instalaciones nucleares, Hizbulá descabezada y tratando de sobrevivir a la guerra en el Líbano, y Rusia a la espera de lo que haga Donald Trump respecto a Ucrania.

Está claro que Turquía mueve ficha buscando, a través de los islamistas, volver a ganar influencia en Siria a la vez que reordenar las fuerzas en liza en el terreno con el fin de tratar de relegar a Irán y Hezbollá, sus enemigos tradicionales. Pero al mismo tiempo, el fortalecimiento del islamismo puede servirle a Turquía para hacer frente al peligro de la Rojava kurda en Siria, un estado kurdo de facto bien organizado y militarmente muy eficaz, capaz de ser clave en la derrota del Estado Islámico que, además, puede servir como retaguardia para el PKK en su lucha contra Turquía.

No es casualidad que, justo cuando se cometió el atentado del PKK en Ankara contra la industria aeronáutica, se difundiese el rumor de que Abdulá Ocalan podía llegar a un acuerdo con Recep Tayip Erdogan para pedir el fin de la lucha armada del PKK y apostar por una autonomía kurda dentro de Turquía. Algo que sería muy difícil de entender si el PKK tuviera la posibilidad de lograr apoyo desde Siria y desde Irak para continuar con su guerra contra Turquía, como el pasado atentado de octubre dejaba claro. Sin embargo, el apoyo de los kurdos sirios a sus hermanos turcos se vería en peligro en el caso de que los islamistas del HTS consiguieran derrocar el régimen de Al Asad y hacerse dueños de Siria. Esto significaría que los kurdos sirios y su autogobierno pasarían a estar en serio peligro. Una vez más, los kurdos vuelven a ser claves en la sangrienta partida de ajedrez que se juega en Oriente Próximo.