Lo que no han conseguido décadas de presiones y exhortaciones en el seno de la OTAN, lo logró esta pasada semana el presidente Donald Trump, cuyas declaraciones convencieron a Europa de que debe aumentar su presupuesto de Defensa.
Desde la formación de la OTAN hace casi 8 décadas, Estados Unidos ha cubierto la mayoría de sus gastos y se ha encargado de desarrollar y fabricar armamentos que utilizan sus aliados transatlánticos, cuyos presupuestos de defensa han sido mucho menores que los norteamericanos, pues rondaban hasta ahora los 300 mil millones de dólares, frente a los 800 mil millones de Washington.
Las quejas de los diferentes presidentes y líderes norteamericanos no consiguieron hasta ahora que sus aliados transatlánticos destinaran porcentajes semejantes de sus presupuestos a la defensa de la OTAN, algo que ha cambiado totalmente con Trump, con sus declaraciones de que cortará entregas de armamentos y financiación para la defensa de Ucrania.
En Europa han surgido temores de que Washington haya perdido interés por la OTAN y de que nuestro continente pierda la protección de que ha gozado hasta ahora. La respuesta ha sido un fuerte incremento en los futuros gastos militares que en Europa podrían alcanzar los mismos niveles que en Estados Unidos.
Después de recibir con entusiasmo a Trump y llevar las cotizaciones a niveles estratosféricos, las bolsas no hacen más que bajar, con pérdidas en algunos índices próximas al 10%
Si en este terreno Trump se ha apuntado una victoria que no consiguió ninguno de sus predecesores, en la política interna de Estados Unidos las cosas son algo más confusas, como puede verse en la serie de órdenes y contraórdenes que reciben sus diversos departamentos de gobierno, especialmente por lo que se refiere al gasto público.
Trump, cuya popularidad rondó el 60% el día de su toma de posesión, ha visto erosionarse ese apoyo popular que en estos momentos es exactamente del 50%, a causa de sus programas de austeridad, aunque cumplen con sus promesas electorales.
Los norteamericanos están descubriendo que las medidas de ahorro no afectan solamente a los “otros” sino que pueden extenderse a todos los bolsillos. De tal forma que lugares muy favorables a Trump descubren que también ellos tienen que arrimar su hombro al ahorro, cosa que hace al presidente mucho menos popular.
La situación es tanto más confusa debido a la caótica actuación de Elon Musk, el multi millonario colaborador de Trump que se encarga de reducir el gasto público sin ocupar cargo alguno, no tener nombramiento para justificar sus actuaciones y ni siquiera conocer cómo funciona el gobierno norteamericano.
Desde el DOGE (Departamento de Eficiencia Gubernamental), Musk da órdenes que violan a veces las normas de gobierno y lo hace además desde ese “Departamento” -como se llama aquí a los ministerios- que no existe como tal.
Algunas de sus medidas se han enfrentado al rechazo de secretarios (ministros) nombrados por Trump, que han pedido a sus empleados que no atiendan las peticiones enviadas por Musk y el propio Trump está orientándose ahora hacia los jefes de sus diversos departamentos para decidir por dónde y en cuánto cortar sus presupuestos.
La dificultad principal reside en que los funcionarios no ocupan cargos semejantes a los de la empresa privada en que siempre se ha movido Trump y la razón de ser de tales cargos no es el beneficio económico sino el servicio púbico, algo que parece escaparles tanto a Trump como Musk, cuyas medidas son tan contrarias a las prácticas gubernamentales, que dos de los magistrados conservadores del Tribunal Supremo fallaron en contra de las medidas de Trump.
De momento, la reacción negativa se ha extendido a un sector para el que el país tiene una sensibilidad especial, que son las bolsas: después de recibir con entusiasmo a Trump y llevar las cotizaciones a niveles estratosféricos, no hacen más que bajar, con pérdidas en algunos índices próximas al 10% en los últimos días.
A pesar de una cierta recuperación el pasado viernes, los asesores financieros aconsejan a sus clientes que se mantengan alejados del mercado en espera de tiempos mejores… que tan solo vendrán si Trump renuncia a sus polémicas medidas de imponer aranceles a sus principales socios comerciales a ambos lados de la frontera norteamericana.
Es posible que sean las bolsas, más que las protestas de mexicanos y canadienses, quienes induzcan a Trump a cambiar su política: el tiempo en que puede dejar su huella en la historia americana es de tan solo 18 meses, lo que no le permite seguir perdiendo apoyo popular.