"eN el bar de Garaioa había más acordeones que en el escaparate de Casa Arilla, y con cualquier motivo nos juntábamos cuatro o cinco a tocar", recuerda Eduardo Jaukikoa, de 65 años, uno de los muchos músicos que ha dado este pueblo del Valle de Aezkoa que ahora tiene poco más de cien habitantes. Todo empezó en los años cincuenta, cuando Simeón Laurenz, de Aoiz, llegó de maestro al pueblo y empezó a dar clases de acordeón a los chavales "con el método Eslava", rememora Jaukikoa, que entonces tenía "siete u ocho años".

Siempre ha habido afición a la música en Garaioa. Antes de que llegara Laurenz hubo buenos intérpretes de guitarra y violín. Cualquier domingo se reunían media docena para amenizar el baile. Después salieron de la escuela más de veinte acordeonistas de un nivel "tirando a alto", asegura Jaukikoa, tanto que hasta siete de ellos llegarían a profesionales. "Cada uno de aquellos chavales hizo su oficio, muchos salieron fuera, incluso alguno se fue a Francia, pero a finales de los sesenta había en Garaioa media docena de profesionales del acordeón", sostiene apoyado en el relato de una anécdota de aquellos años: "En una boda en Ochagavía, el acordeonista se rompió la mano, así que se quedaron sin música. Vinieron a Garaioa, entraron en el bar y allí estábamos cinco. Tres fuimos a tocar a Ochagavía a la una de la mañana".

No era fácil encontrar músicos en aquellos años. Cuando Eduardo Jaukikoa fue a estudiar "a los frailes" con doce años, era el único que sabía música. Después recorrió Navarra en solitario y con distintos grupos. "Creo que he tocado en todos los pueblos de Navarra, quizás menos en la Ribera, pero en la Zona Media y la Montaña, en todos". Le requerían para todo tipo de acontecimientos. "Había que tocar dianas a las ocho de la mañana, pasacalles, después en la misa y en el baile hasta altas horas de la mañana". Pero cobraban bien, "en proporción, mejor que ahora, y además había buenas propinas", afirma.

turrillas y la música ligera Eduardo Jaukikoa evoca sus viajes de pueblo en pueblo, primero en autobús y más tarde en Vespa. "Recuerdo haber ido a Nardués en la Lumbierina y que salían a recogerme con un burro. También haber tocado en Eugi en Nochebuena, en Tafalla, en Zaragoza y por todo el valle de Aezkoa. Íbamos a Orbara, a Abaurrea... porque el único pueblo en el que había acordeonistas era Garaioa". Y con semejante plantel, en el pueblo no faltaba la música. Además, por aquellos años regresaron algunos pastores que habían emigrado a América "y casi todos tocaban la trikitixa", señala.

El repertorio iba a tono con la época: "Tocábamos mucho de Turrillas, pero también música ligera, las canciones del Festival de Benidorm, las que se ponían de moda en la radio". El propio Turrillas les transcribía muchas veces estas canciones en partituras para acordeón.

Otros nombres de acordeonistas de Garaioa son: Longinos Jaunkicoa, José Mari y Carlos Alberto Juanperez, Jairi, los primos Jesús y Javier del Río, o Patxi Iriarte. Y no sólo las personas tenían apodos, también los acordeones. "Honorosa era la Honher de Jairi, Escandalosa llamábamos al acordeón de la marca Escandalli de Jesusín... los habituales en las frecuentes rondas diurnas y nocturnas", concluye Eduardo Jaukikoa. Eran otros tiempos, pero todavía ahora se puede escuchar el acordeón en cualquier celebración de Garaioa, por ejemplo en la cena de Reyes. Y también hay guitarristas y hasta cuatro organistas en el pueblo. Música no falta.