EN 1935 la plaza de la Virgen de la O era un pintoresco y frecuentado rincón del antiguo burgo de San Cernin. Antes, en la Edad Media, la plaza había estado ocupada por un grupo de casas que formaban parte del barrio llamado Pobla Nova del Mercat, y más tarde por un matadero de cerdos, que fue derribado en el año 1908 al construirse el nuevo matadero en el barrio de San Juan. El nombre de la plaza deriva de una antiquísima ermita, sita en esta plaza, dedicada a Nuestra Señora de la Esperanza. Esta ermita existía ya para el siglo XII, aunque el edificio de la fotografía es evidentemente posterior. En cuanto al nombre popular de Virgen de la O, tiene un curioso origen. Todos los años, desde el 17 de diciembre y durante 7 días, se solían cantar aquí ciertas melodías de origen antiquísimo, llamadas Antífonas de la O, llamadas así porque todas empezaban con la interjección latina o (O Sapientia, O Adonai, O Radix Jesse, O Clavis David, O Rex Gentium...etc.). De estas letanías, compuestas al parecer en el siglo VIII, deriva el nombre de la ermita y el de la propia plaza.
De la remota ermita medieval pamplonesa tan solo ha sobrevivido la imagen de la Virgen con el Niño, un descomunal ejemplar de escultura gótica en piedra, de 1,78 metros de altura y 586 kilos de peso. Fue tallada en el siglo XIV, y dio también su nombre a la calle adyacente, Santoandia, del euskara Saindu Handia, que significa Santo Grande. Y tanto.
HOY EN DÍA la plaza muestra el aspecto resultante de varias reformas operadas a posteriori. Hemos visto que la sencilla ermita que veíamos en la fotografía antigua carecía de valor arquitectónico intrínseco. Durante décadas fue poco más que una casucha de mampostería encalada, adaptada a un rincón de las tapias que dan acceso a la huerta del Convento de los Carmelitas Descalzos. En sus últimos tiempos se le había añadido una modesta espadaña sobre el tejado y un arco de acceso, flanqueado por una ventanita geminada de sabor medieval, que a buen seguro había sido importada de otro lugar.
Así las cosas, el Ayuntamiento tenía una oportunidad única de intervenir en el lugar y darle una categoría que probablemente no poseyó ni en los tiempos medievales. En vez de eso, en el año 1987 se perpetró una infumable reforma, bien nutrida de hierro y hormigón. Se derribó la ermita para levantar el cubo de entrada que se ve en la imagen, y se rodeó la plaza con una suerte de extraño pórtico, poniendo en el centro unas largas barras de hierro de las que colgaban focos. Afortunadamente, en el año 2011 se ha vuelto a intervenir en la plaza, eliminando aquellos extemporáneos elementos y volviendo a una estética más acorde con el entorno. Es una auténtica pena que no se haya rematado la faena, prescindiendo del horripilante bloque de cemento, construido en 1987, para sustituirlo por algo más digno y estético.