AQUELLA mañana empecé a observar que Mues estaba sembrado de piedras que sonreían e insinuaban: caras de hombres y mujeres, figuras animales, estrellas y dibujos. Luego, en mis visitas a Los Arcos pude contemplar nueve en los alrededores de la Casa de Cultura, así como en Bargota (El Brujo), Torralba (Juan Lobo), Lazagurría (otro grupo de esculturas), etc. Pregunto por la persona que se dedica a tallar con mimo la piedra y me comentan que es un tipo "mucho raro" (lo mismo me dijeron en su día de Pablo Antoñana Chasco?). Farfullé para mí: "vaya, otro tipo de interés, alguien que no me hablará del tiempo?". Pude tratarlo, tenía historias que contar. No tiene pinta de bohemio ni de excéntrico, tampoco parece buscar la nombradía o el reconocimiento.

Se llama Pablo Nogales López (Madrid, 1946) y cultiva dos de sus pasiones artísticas: la música y la escultura. Fue ebanista y músico verbenero (tocando en fiestas de numerosos pueblos navarros y vascos e incluso -durante muchos meses- en el Irán del sha o en un gran hotel de Nigeria). Ahora dedica sus horas a labrar, acariciar, dar forma a las piedras que compra o le regalan. La pasada semana estaba ultimando una gran escultura para el pueblo de Muniain y retocando otro encargo particular. "He regalado muchas, pero ya me he cansado de trabajar gratis y sin que valoren nada".

Para ser un autodidacta tardío, cercano al naif y a una suerte de primitivismo escultórico, no lo hace nada mal. Pablo estudia la piedra virgen, la limpia de imperfecciones, pule las vetas blandas? y luego se deja guiar por la mano, sin dibujo previo: "Empecé jugando con líneas, rostros, formas sencillas? y me fui sintiendo seguro, hasta que me animé con figuras de mayor entidad, más complejas." Así es, me enseña su taller al aire libre, en las faldas que ascienden a San Gregorio y cerca del cementerio. Una, muy grande, me llama la atención, es sugerente y con rasgos étnicos de civilizaciones antiguas, me recuerda a los Moais de la isla de Pascua, como la próxima peña del Gato. Luego, ya en su casa, cuya fachada resulta llamativa -con escudo sui géneris y motivos adosados- muestra más obra: hermosas piedras labradas, talladas con delicadeza, pequeñas rocas cultivadas?

Ciertamente no estamos ante Rodin u Oteiza, pero en modo alguno ante un mero picapedrero. En cualquier caso, él continúa trabajando durante las mañanas, dando forma y vida a sus rocas. Como en la música, toca la trompeta y el saxo, le apasiona jugar con melodías y líneas en la piedra. "Hemos consultado a la gente que sabe y dicen que eso no es arte", ha dicho un vecino. A mí, me resbala, pero que no me pidan una pieza?" Este cronista que ha escrito catálogos para escultores de fuste, trabajado con pintores y dibujantes de alcance, no está facultado para repartir carnés de artistazo, pero intuye en Nogales a un escultor de mérito. Volvemos a Machado y a la sempiterna confusión entre valor y precio. Al fin y al cabo, las facultades de Bellas Artes y las Academías, los críticos y repartidores de títulos, ahí están. La obra, de mayor o menor estima, llega, dice, emociona, traspasa? o no.

Pablo se ha arruinado tres veces en sus andanzas musicales: "No he nacido para empresario, no valgo para las cuestiones mercantiles, siempre me he vendido mal". La escultura no se la plantea como profesión, "aunque traer las piedras cuesta dinero, dedico muchas horas? y, además, procuro hacer lo que me agrada y pocos encargos. Unos dicen que soy un 'picapiedra' y otros un artista; no entro en ese juego." Como personaje da para mucho: vida sentimental compleja, existencia de urbanita y carpintero respetado, músico de bodas y fiestas populares? Ahora, vive en un pueblo de la Berrueza y ha plantado su obra en Bargota (pueblo de mi amigo Iñaki), Los Arcos, Lazagurria?

Cuando llamamos al fontanero o a la dentista nos dicen que el tiempo es oro y están ocupados. Son profesionales serios. Pero cuando nos piden una obra de arte (cuadro, fotografía, escultura, canción, libro?) y decimos que no nos sobra un minuto, no nos creen. "Vamos fulanito", dicen, "una persona como tú el tiempo lo encuentra". Obviamente, los artistas o los juntaletras -y, por añadidura, los músicos o los titiriteros- no somos considerados individuos serios: somos unos holgazanes, unos gandules, unos colgados? Pero, eso sí, que cubren un hueco, llenan un programa municipal? y lucen como bonitas chicas de compañía. Por si fuera poco, pueden salir gratis. Su trabajo lo hacen por amor al arte? y se alimentan, como Nogales, de melodías y piedras. No te jode.