Los pequeños de Villava dicen 'hasta luego' a sus seis gigantes
por la mañana, se despidieron los colosos y por la tarde, entre carreras, los kilikisCientos de niños salieron a la calle para aprovechar el final de las fiestas entre música, paseos y último viaje de barracas
villava-atarrabia. "Adiós con el corazón, que con el alma..." fue la última canción que los gigantes de la villa, acompañados por los gaiteros, bailaron antes de resguardarse en la iglesia de San Andrés. Ayer por la mañana, los seis colosos de cartón piedra de Villava se despidieron de las fiestas de este año y de los niños y niñas del pueblo.
A las once de la mañana la Comparsa de Gigantes salió desde la Casa de Cultura a animar las calles como el resto de estos días. El cielo encapotado no amainó el entusiasmo de los cientos de pequeños que se acercaron con sus padres para decir adiós a los enormes danzantes. Amaia Noáin, de 9 años, comentaba que le gustaban más "los cabezudos". Hodei Mañeru, de 5, tenía uno favorito: "el mío, el diablo". Su hermana Eider, de 8 años, sin embargo, prefería los gigantes y "las barracas", añadió. Su prima Anne Loidi, que había ido la noche anterior a dormir a Villava, tenía preferidos: "De los gigantes, Maritxu, y de las barracas... ¡la Rana!". Opinión entusiasta que compartía el resto del grupo.
Tras recorrer las calles, el rey Sancho y la reina Sancha, el almirante Pedro y su compañera María, la hilandera Maritxu y el pastor, Martintxo, llegaron a la puerta de la iglesia de San Andrés. Niños subidos a hombros de mayores, familias y muchas silletas acompañaban el ritmo del baile de los gigantes con el movimiento, casi inconsciente, de pies y cabezas. Cayeron cuatro gotas de agua y de ahí, la alegre procesión infantil marchó a la carpa de la plaza Consistorial. Lugar en el que, tras varias danzas, los niños dijeron 'hasta otra' a la comparsa.
Los cabezudos, por su parte, salieron por la tarde con la charanga. A las 20.30 horas, dejaron de perseguir a los rápidos pequeños durante unos minutos y subieron al balcón consistorial. Desde este, dijeron adiós a los presentes y lanzaron bengalas a modo de despedida.
Mientras los gigantes entraban en la iglesia, a las 14.00 horas, tres paelleras con arroz para 150 comensales se preparaban en los porches del club de jubilados. Paellada organizada por organismos populares que, un rato después, se disfrutaría en una animada velada en la misma plaza.