LOS antiguos y actuales alumnos de acordeón cuya enseñanza, con el txistu, se impartía desde años antes en Elizondo festejaron el vigesimoquinto aniversario de la creación de la Escuela Municipal de Música del Valle de Baztan y lo hicieron a lo grande, acompañados además de un tiempo espléndido, y ofrecieron su merecido reconocimiento a su profesor, Miguel Mari Iparragirre. De la escuela, que comenzó siendo filial de la Joaquín Maya de Pamplona, se cumplen 25 años, pero ya para entonces Iparragirre llevaba siete enseñando música y acordeón a unos alumnos que recuerda al completo y no faltaron al homenaje sorpresa que se le rindió el domingo.

El acordeón, desde su invención parece que en 1829, tuvo gran aceptación en Europa y América, y a Euskal Herria dicen que llegó de Italia aunque en el caso del País del Bidasoa es más que probable que lo hiciera desde Francia. En un principio habría llegado a Laburdi y Baja Navarra e inmediatamente por vecindad a esta comarca. "Es un instrumento muy completo y que anima mucho, casi una orquesta portátil, lo que favorece su uso y su popularidad en fiestas de todo tipo", afirma Miguel Mari Iparragirre para quien "la música es mi vida".

Iparragirre (57 años) nació en Arantza y sin otros antecedentes musicales en la familia, aunque un tío suyo estando en la mili fabricó con una caña de bambú un txistu que sonaba a la perfección, y su amatxo Salomé que había servido en Tolosa le gustaba mucho tocar la armónica, instrumento que tuvo también su tiempo de gloria hasta los años sesenta. Tocando la armónica de su madre, hasta que se compró una y con 13 años, Miguel Iparragirre empezó a dar clases de música con Martín Ibarrola, organista de Arantza, y luego marchó a Gipuzkoa donde tuvo de profesor al lesakarra José Mari Irazoki, músico de cierta relevancia y con Pepe Andoain, un akordeolari famoso.

Y así, incluyendo fiestas de quintos, comuniones, bodas y carnavales, a los que también ha acudido de caseríos en caserío con las cuadrillas de jóvenes. Hasta que abrió su academia en Elizondo, con Angel Mari Arraztoa (Irurita), los hermanos Cristina y Eugenio Goñi de Lekaroz, el arizkundarra Ángel Mendiberri, los hermanos Juan Mari, Ixabel e Itziar de Amaiur, y el popularísimo Joxe Ángel Elizalde , de alumnos entre las decenas (unos 25 cada año) que sobre todo a partir de crearse la Escuela Municipal de Música han pasado por sus aulas.

En el País del Bidasoa, el acordeón ha gozado siempre de un arraigo considerable y de excelentes akordeolaris a los que Miguel Mari Iparragirre ha conocido a casi todos. El más relevante y conocido quizás el lesakarra Pepito Yanci, un maestro del acordeón y en plan aficionado y de fiesta su inolvidable y simpática hermana Martina (Tina) Yanci, seguidora inagotable y socia de honor de la Real Sociedad, Cornelio Elizalde que fue popularísimo en los caseríos del paraje de Orabidea y un transfronterizo de pro, los hermanos Rafael y Martxel Sanjurjo (dueño del mítico bar Telebote) también de Lesaka, Esteban y Valeriano Oskoz (Perotx) de Almandoz, y tantos y tantos otros.

La notoriedad que su música con-siguió en el País del Bidasoa hasta mereció el Elogio sentimental del acordeón que le dedicó Pío Baroja en su Paradox, rey (1906), donde los cataloga de instrumentos "humildes, sinceros, dulcemente plebeyos...". Esa popularidad y condición de casi-orquesta supuso una cierta revolución en la música y la sociedad, al surgir los bailes que decían "agarrados", lo que provocó desagrado de la Iglesia, que no aceptaba unas danzas que "empujaban a las jóvenes a caer en brazos de un hombre" y bautizó al acordeón como el fuelle del infierno (Infernuko hauspoa), lo que Miguel Iparragirre también ha conocido.

Sus alumnos de hoy, de ayer y de anteayer, protagonizaron una preciosa jornada, con la gente encantada del ambiente festivo, y un concierto espléndido. Interpretaron música de José María Iparragirre, Urbeltz y Benito Lertxundi (adaptada para orquesta por el profesor Miguel), y de Renato Bui, Demaele, Van Buren, Strauss (la marcha Radetzki con aplausos), unos sólos preciosos de Amaia Zaldain y un Adios Maitia de despedida. Y de repente, acaba el concierto y Miguel Iparraguirre se encuentra de regalo con una fotografía enmarcada tomada sólo tres horas antes. Aúpa!